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El otoño se precipita sobre el enorme jardín francés que preside el patio. Los ocres, borgoñas y rojizos empiezan a colonizar los tilos, tejos, abetos, tuyas y secuoyas centenarias, mientras las glicinias y las hortensias se marchitan a la espera de que regrese la lejana primavera. Las pomaradas están a punto de recolectarse a finales de octubre y por los prados, antaño cultivos de kiwi, corretea en su minitractor John Deere, el pequeño de la casa.
Asentada en la vega del río Valdediós, 'La Casona de Amandi' invita, en estos días en el que el sol de la mañana aún engaña, a buscar nuestro cobijo en esta típica casona asturiana, construida en 1860 sobre los muros de una antigua herrería y que sirvió, en su origen, de residencia veraniega de Obdulio Fernández, uno de los indianos que hizo de El Gaitero la sidra famosa en el mundo entero. "Hace tres décadas se convirtió en hotel rural, uno de los primeros de Asturias. Nosotros llevamos apenas cuatro, después de que mi familia lo comprara", explica Bárbara Bucero.
Esta psicoterapeuta madrileña, junto a su pareja, Hugo Meruelo, decidieron embarcarse en una aventura en la que no tenían experiencia previa. "Nos enamoramos de este paisaje", coinciden los dos, mientras recorren, con el pequeño Luan enganchado a su cuello, las tres plantas de la casona ubicada en la parroquia de Amandi, en el concejo de Villaviciosa. En cada rincón del hotel aparecen diseminados libros de todo género: novelas modernas y clásicos de la literatura, guías de muebles antiguos y decoración rústica, compendios de las tradiciones asturianas y volúmenes de botánica autóctona. En la gran galería de la segunda planta, sostenida por columnas de hierro y orientada al sur, el recetario de 'Casa Marcial' (3 Soles Repsol) está cuidadosamente abierto por el plato Otoño, que inunda con los aromas a boletus, cantarelus, castañas y manzanas reineta la luminosa estancia.
"Los anteriores propietarios nos dejaron su extensa biblioteca, que se ha ido ampliando con la vocación lectora de mi padre, José, que trae cada libro que se termina", reconoce Bárbara. En una de las paredes del salón principal de la planta baja, que en invierno preside la chimenea encendida, está escrito que "cada vez que abres un libro y te dispones a leerlo, un árbol sonríe al ver que sí hay vida después de la muerte". Del matrimonio de anticuarios que le precedieron en el negocio hostelero también son las numerosas antigüedades, como la pianola de 1905 –"que no funciona al faltarle algunas piezas de su complejo sistema"–, las cómodas y arcones del siglo XVIII, los relojes de pared, los variados instrumentos musicales o los sofás de estilo isabelino.
El hotel cuenta con nueve habitaciones repartidas en dos plantas. Todas con nombres de flores de Bach que se dan en esta zona del Principado (manzano, vid, nogal, pino, rosal, ciruelo, acebo, roble y castaño). "Tenemos capacidad para unas 22-24 personas. Cada una tiene una distribución distinta, pero comparten una decoración de tonos cálidos y acogedores, con suelos de madera y mobiliario de estilo clásico", detalla la propietaria. Las seis de la segunda planta están decoradas además con murales pintados por un artista local, Juaco Vigil, amigo de la pareja. En el tercer piso, las estancias son de estilo más moderno y hay alguna abuhardillada.
Por el tamaño de las habitaciones, 'La Casona de Amandi' es una opción muy recomendable para parejas, "aunque también podemos adaptarnos a pequeñas familias. Y las mascotas también son bienvenidas". Muchos clientes son peregrinos del Camino de Santiago, cuyo recorrido norte pasa justo por la entrada en dirección a Gijón. El entorno encierra un atractivo indiscutible para los amantes del senderismo y las actividades deportivas, con monumentos románicos, la Reserva Natural de la Ría, bosques, pumaradas, praderías, hórreos y molinos en una comarca en la que la sidra es la protagonista con la llegada del frío.
Además, en este hotel también "estamos promoviendo otro tipo de turismo y actividades complementarias del hospedaje". Se realizan encuentros y retiros de meditación, y cada semana la tía Trinidad imparte clases de pilates, kundalini yoga, acupuntura y practica terapias de reflexología, fisioterapia y masajes en las salas anexas al hotel.
Esa misma filosofía se traslada desde primera hora de la mañana al desayuno –"la mejor forma de empezar un bonito día"– con frutas de temporada, productos bio, cestos repletos de avellanas y nueces, bizcochos caseros, mermeladas que confeccionan en una pequeña empresa familiar de Avilés, una selección de quesos asturianos (el azul tres leches de Pría y los ecológicos Los Caserinos, de vaca, cabra, ahumado o a la sidra, de Villaviciosa), así como yogures artesanos La Saregana (en Sariego).
A falta de un cocinero que le saque partido a la lustrosa cocina industrial con la que cuentan, en temporada de verano también preparan cenas y comidas para familias, así como banquetes de boda diurnas. Y con la llegada de primavera, esa que añoran las hortensias, y hasta que las nieves respeten el prado, huéspedes y vecinos pueden disfrutar de un vermú los fines de semana en el patio, cobijados en alguno de los rincones con sofá ideales para la tertulia, en las mesas de forja bronceándonos al sol o sentados en un banco bajo la gigantesca secuoya roja del jardín.
'LA CASONA DE AMANDI' - San Juan de Amandi, 6. Villaviciosa, Asturias. Tel. 985 89 34 11.
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