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El termómetro marca -4 grados en Gargantilla del Lozoya, a tan sólo una hora de Madrid. Amanece y el sol asoma tras las montañas nevadas del Puerto de Canencia, tiñendo de distintos matices de color un evocador paisaje que no necesita filtros. Nos desperezamos con el aire limpio de la montaña mientras, a través del vaho de una de las ventanas, adivinamos la silueta de un rabilargo posado en la rama de una encina, a punto de iniciar su canto. También hay carboneros, petirrojos, herrerillos o pinzones, con los que esta noche hemos compartido "nido" a ocho metros de altura.
“Las cabañas en los árboles de Monte Holiday rememoran el ecosistema de las aves imitando el nido de los pájaros”, cuenta Antonio Gonzalo, gerente y propietario de este camping de 27 hectáreas situado en el Valle Alto de Lozoya (Madrid), dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. De ahí que cada una de sus 25 cabañas tome el nombre de un ave: halcón, cuco, cormorán, ruiseñor, totovía, mochuelo, buitre, alondra, collalba o tarabilla… alados que habitan en este valle rodeado de montañas que superan los 2.000 metros de altura.
“Es una gozada estar tumbado en la cama y escuchar por las noches la melodía ulular del cárabo o la de un mochuelo de búho real, a muy poca distancia; sentir cómo picotean la cabaña los herrerillos o ver cómo los curiosos carboneros se apoyan en la barandilla de la terraza. En verano, incluso se llegan a colar dentro si dejas la puerta abierta”, explica este madrileño de Gargantilla de Lozoya que, en 2008, descubrió el concepto de ecolodge durante un viaje de 14 meses por toda África. "Fue en Tanzania y Kenia donde quedé fascinado por estos alojamientos sostenibles totalmente integrados en la naturaleza. Y cuando volví, lo tuve claro, quería hacer algo similar en este camping que mi padre, Gonzálo Pérez, abrió en el año 1979.
Con la idea inicial de ofrecer buenas vistas, privacidad y desconexión, empezaron con dos cabañas sencillas de madera que fueron todo un éxito. No había nada igual en esos tiempos ya tocados por la crisis económica. Poco a poco, esas casas evolucionaron gracias al feedback de los clientes y las comodidades aumentaron: se hicieron más amplias-hasta 18 m2-, se integraron el aseo y la ducha, una cama supletoria para familias de cinco miembros, aire acondicionado, bomba de calor y una pequeña nevera con microondas y menaje para tomarte un tentempié caliente. El último prototipo es Big Foot, una cabaña totalmente panorámica que tienen disponible desde hace un año.
Inmersas en un bosque de encinas, donde las bellotas caídas forman una alfombra natural de bienvenida entre algún que otro riachuelo, las cabañas se elevan entre los 4 y 8 metros de altura, en la parte más alta del camping. Su ubicación está muy medida para garantizar esa sensación de sentirse perdido en la naturaleza. Separadas entre sí a unos 15 metros de distancia, apenas se ven los balcones de otras cabañas, arropadas por la frondosidad de las ramas de los árboles.
Una firme red de cuerda protege la larga escalera que da acceso a la cabaña y todo el perímetro de la terraza de 12 metros cuadrados que se asoma al valle, donde es posible ver con claridad el mítico Puente de Taboada, la antigua línea de ferrocarril que unía Madrid con Burgos. Buena seguridad para tranquilidad de los padres que, sin esa protección, no podrían disfrutar de las magníficas vistas sin quitar ojo a los más pequeños que, por unos días, se sienten como Tarzán y Jane en plena selva.
Tampoco hay que tener miedo a los fuertes vientos. "La estructura está preparada para aguantar corrientes de aire de más de 120 km/h. Es flexible, como los edificios japoneses, y puedes sentir incluso que se mueve levemente, pero nunca se va a caer", desvela Antonio que también hace hincapié en la sostenibilidad y eficiencia de estos alojamientos.
"Cada una de ellas ha sido fabricada con madera de pino con certificación PEFC y cuenta con dos cámaras autoventilantes que hacen que sean muy eficientes térmicamente, sobre todo en verano", cuenta Antonio, mientras señala los cuatro grandes pilares que sostienen cada ecolodge. La estructura no se apoya en ningún momento sobre el árbol, evitando así el posible daño al tronco o las ramas.
Son muchas las actividades que se pueden hacer con niños sin salir del camping: desde practicar escalada en el rocódromo, a tirarse por tirolina en el parque multiaventura, o visitar la granja ecológica con animales. Allí espera Hortensia, una "ermitaña" que se gana el cariño de niños y mayores con sus historias y juegos mientras deja a los más pequeños alimentar a las ovejas, perseguir a los gallos que campan a sus anchcas o hacerse selfies con el burro que reclama atención con sus rebuznos.
Su huerto de aromáticas, la vieja colmena o los juegues antiguos que guarda en su cabaña de madera encandilan a sus visitantes. Además, una vez al mes, el camping organiza una actividad para observar planetas o perseidas con el telescopio en unos cielos que cada noche se convierten en auténticos mantos de estrellas.
Fuera del complejo encontramos pueblos cercanos como El Cuadrón, Loyozuela, Rascafría o la villa fortificada de Buitrago de Lozoya; rutas como la de los puentes medievales de Canencia o zonas de alta montaña como los puertos de Canencia y de la Morcuera que, junto a Cotos, Peñalara y Navafría, son auténticos paraísos para fans de la nieve.
Para darse un chapuzón -mejor en verano-, el embalse de Pinilla, el de Lozoya o el de Riosequillo ofrecen la posibilidad de hacer actividades acuáticas como piragüismo, kayak o paddle surf. "Justo en esta zona tenemos un aljibe natural en el que se produce más de 80 por ciento del agua de Madrid", cuenta Antonio, que el próximo año promete sorprender con un nuevo prototipo de cabaña que "va a romper moldes".
'CAMPING MADRID MONTE HOLIDAY'. Finca El, Calleja del Tercio Nuevo, s/n. Madrid. Tel. 691 58 45 23
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