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En los días nublados o cuando cae el crepúsculo, la imagen del Faro de Higer, pegado al monte Jaizkibel y brillando a 65 metros sobre la escarpada costa del Faro de Higuer, compone una presencia misteriosa. Es una estampa que dispara la imaginación, sacada de un cuadro romántico, uno de esos que nos muestran la fuerza de la Naturaleza en sus expresiones más espectaculares. Cuando brilla el sol, el faro luce su otra cara: la de un bello monumento hijo del neoclásico, construido en 1878 en el lugar de otra torre anterior, e inaugurado en 1881. Es el primer faro que uno encuentra en la Península cuando entra desde Francia y su misión histórica, a la entrada de la desembocadura del Bidasoa, era alertar de los peligros de las rocas que rodean ese cabo y la pequeña isla de Amuitz, justo delante.
Pero, si a su frente, el faro advierte de los peligros del mar, el camino en tierra que lleva hasta él es en cambio de lo más placentero. Primero, por las vistas que desde allí se alcanzan, y, segundo, porque aprovechando ese entorno de lujo, Higer se ha ido dotando de unas infraestructuras turísticas envidiables entre bares, restaurantes e, incluso, un camping... Así, viéndolo ahora bajo esa animación y esa luz, lo que nos recuerda es una plácida estampa de merienda campestre impresionista... De día o de noche, Faro de Higer es siempre un óleo, expuesto en Hondarribia de forma permanente.
43.391973, -1.792858
943643677
http://www.visithondarribiairun.eus/