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Desde muy pequeño a Javier Sierra (Teruel, 1971) le intriga lo desconocido. A eso ha dedicado su vida, primero como periodista, después como ensayista y novelista, siempre dispuesto a desvelar misterios e investigar los recovecos más oscuros de nuestro pasado.
Orgulloso de su Teruel natal, se basó en sus inquietudes infantiles para poner en marcha su último proyecto, Otros mundos, que se emite en #0 y cuyos episodios están disponibles bajo demanda en Movistar+. Con él nos embarcamos en una ruta, paralela a la de los personajes de El fuego invisible, la novela que le ha consagrado como Premio Planeta, y en la que no faltan sus restaurantes y hoteles de cabecera.
(Ríe) De hecho no solo existe, sino que es maravilloso, como queda demostrado en las imágenes de Otros mundos que grabamos allí. Es algo en lo que yo puse especial énfasis en las etapas de preproducción. Quería mostrar la ciudad en la que crecí, la capital de provincia más pequeña de España, probablemente también la más aislada y más desconocida. Pero también, quería contagiar esa sensación de que un niño, en una ciudad de provincias, sin más recursos que su imaginación, puede llegar a tener una visión completa del mundo.
Yo recomendaría varios. Diría que empezara por el mausoleo de los amantes de Teruel, donde surge la leyenda más importante de la ciudad. Dos jóvenes, de familias muy dispares, que se enamoran en la Edad Media y son obligados a separarse por cuestiones bélicas. Finalmente, se encuentran, in extremis, años más tarde, cuando ella se está casando con otro hombre. La tristeza les invade de tal manera que ambos mueren de amor.
En la Iglesia de San Pedro, la más bella de toda la ciudad, se preservan las momias de los dos amantes en un mausoleo, y es un punto de partida muy interesante para conocer Teruel. Desde luego, no deberían perderse el artesonado mudéjar de la catedral de Santa María, que estuvo durante cientos de años tapado por una escayola. Es una techumbre impresionante, única en el mundo, en la que están miniaturizados todos los oficios, personalidades, incluso, animales mitológicos y escenas imaginarias que estaban en la mente de los habitantes de esa zona de la península ibérica en el siglo XIII.
También les recomendaría que visitaran la Teruel subterránea, los aljibes. La ciudad fue horadada en tiempos de los musulmanes y tiene lugares muy sorprendentes para descubrir bajo tierra. Y, por supuesto, que se acerquen a las torres mudéjares, que son Patrimonio de la Unesco y reflejan un estilo de arquitectura muy hermoso y singular.
Vivimos en un país sorprendente. Lo tenemos tan cerca que no lo valoramos lo suficiente. No nos damos cuenta de lo enorme y maravilloso que es. Yo esto lo he descubierto en lugares remotos, en pequeñas aldeas de los Pirineos, visitando iglesias románicas casi desmanteladas por culpa de la desidia de las autoridades, pero también paseando por el centro de las grandes ciudades.
Para mí fue un hallazgo, mientras trabajaba en El fuego invisible, encontrarme con que en el Parque de El Retiro quedan todavía los despojos de una montaña artificial, hueca, que fue construida en época del rey Fernando VII. En su momento, hasta los años 30 del siglo XX, hubo incluso un castillo casi de Camelot, que luego fue derruido.
La montaña está hoy en desuso. El Ayuntamiento la tiene cercada desde hace años e impide el acceso a los turistas y paseantes del Retiro por una razón que a mí se me escapa, pero es un lugar fascinante y misterioso. Descubrir esto dentro de una gran ciudad, donde parece que no hay nada nuevo por investigar, es la constatación de lo que te decía al principio, que vivimos en un país con una gran riqueza, donde cada rincón es una página de la Historia.
Es un libro muy meditado en ese sentido, porque hay muchas referencias a lugares que invito a conocer. Por ejemplo, el Museo Nacional d'Art de Catalunya, en Montjüic, que tiene la mejor colección del mundo de pintura románica. También espoleo a los lectores a que visiten lugares más recónditos, como la iglesia de Santa Cruz de la Serós, a los pies de San Juan de la Peña, en Huesca.
Allí, por encima de la iglesia que los fieles ven, hay una segunda iglesia que está sobre la bóveda, a la que se accede por una escalera secreta a ocho metros de altura, algo que me dio mucho juego en la novela. O el mismo Parque de El Retiro, que está lleno de construcciones perdidas, algunas casi abandonadas, erigidas durante la ocupación de Napoleón.
Hay algo en mi literatura que siempre me ha preocupado y es intentar que mis libros no se acaben cuando el lector llega al punto final, sino que haya suficientes elementos a lo largo de la narración que se queden dentro de su imaginación. Cosas que le empujen a visitar, a leer o a ver con otros ojos.
Yo soy muy clásico en esto de la gastronomía y suelo pensar que los buenos restaurantes son aquellos que llevan en funcionamiento 30 años o más, porque son los que han demostrado su solvencia a lo largo del tiempo, más allá de las alharacas de lo moderno. Y desde ese punto de vista, a mí hay restaurantes muy tradicionales que me resultan muy evocadores. Por ejemplo, en Madrid me gusta mucho 'Lhardy' y me fascina un pequeño restaurante en la calle Jorge Juan que se llama 'La Paloma'.
En Barcelona, en la Diagonal está 'La Dama', que también me resulta muy interesante porque está en una especie de piso modernista. No está a nivel de calle y, en su interior, recuerda a los reservados del siglo XIX. Más allá de la gastronomía, aquellos restaurantes que tienen reservados de los de antes, con timbre para llamar al camarero, me hechizan, me trasladan a otra época. A otro mundo si quieres.
Tengo un estigma encima y es que muchas veces llego a un hotel para alojarme y, si es un parador o tiene cierta antigüedad, en conserjería siempre me dan la habitación del fantasma. No es que me complazca especialmente, pero supongo que es casi inevitable. Debo tener una piel muy gruesa para este asunto, porque incluso durmiendo en esas habitaciones yo no me he enterado de nada. Duermo bien en cualquier lado.
Más allá de encantamientos y maldiciones, hablando de hoteles en general me gusta mucho el 'hotel Mudayyan' de Teruel. Es un tres estrellas de gestión familiar, moderno pero dentro de un edificio histórico, cruzado por un misterioso túnel medieval. Me quedo en él siempre que puedo y María José, su gerente, es encantadora.
Cuando uno no separa la pasión de la profesión lo que sucede es que los viajes vacacionales se convierten en viajes de búsqueda. Es lo que me ha pasado por ejemplo estas Navidades. Yo necesitaba desconectar del trajín de estos últimos meses, entre el Premio Planeta, los rodajes de Otros mundos y toda la actividad pública que desarrollo, así que decidí aislarme unos días en Nápoles. Pero claro, me encontré con un Nápoles lleno de misterios e historias sorprendentes, y terminé recorriendo los antiguos oráculos griegos de los muertos y visitando los lugares en los que a día de hoy la Iglesia Católica sigue celebrando ritos cercanos al espiritismo.
Es una tarea muy estimulante pero agotadora, sobre todo porque te descentra del trabajo creativo, ya que en estos meses que yo voy a estar de gira no voy a poder escribir. Pero por contra, sí que hace que mi mente se enriquezca mucho. Suelo aprovechar mis viajes para visitar lugares interesantes en las ciudades a las que voy a firmar, o aprovecho para encontrarme con viejos amigos.
Es una especie de sueño cumplido. Yo aspiraba desde hace muchos años a poner en marcha un programa de televisión de calidad en el que poder aplicar muchas de las cosas, sobre todo, técnicas narrativas, que he aprendido con la literatura.
No hay historias tan potentes como aquellas en las que se mezcla la fuerza de la ficción con el peso de la información. Y eso es lo que hace Otros mundos. Ficciona cosas del pasado, de mi infancia, que muestran cómo yo me he ido aproximando a esos interrogantes que interesan a tanta gente, y los lleva a las investigaciones modernas de esos enigmas.
Aquí la denominación es un poco ambigua. Yo hablaría de serie, porque de hecho está concebida como algo que se va encadenando de capítulo en capítulo y que llega a una conclusión al final de cada temporada.
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