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Olivares y parques naturales son el emblema de esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Al visitarla nos quedaremos prendados de sus calles, donde a cada paso nos sorprenden iglesias, palacios y torres. Con la boca abierta nos dejarán sin duda lugares como la Puerta de Jaén, la antigua muralla, el arco de Villalar o el edificio del Ayuntamiento. Lo mejor en nuestro viaje a esta ciudad es dejar hueco en el maletero porque seguramente no podremos resistirnos a marcharnos de Jaén con unos cuantos litros de su exquisito aceite. Ya sea por su gastronomía, por su gente o por sus rincones, en Baeza encontraremos siempre el lugar ideal para disfrutar del tiempo.
Este pueblo parece sacado de un cuento de caballeros y princesas. Para contemplar toda su belleza, lo mejor que podemos hacer es acceder a esta encantadora villa a través de su puente románico fortificado; una tierra de historia, leyendas y rincones por recorrer nos aguardan. Es muy recomendable pasear con calma por las bellas calles del barrio de la judería y dejarnos deslumbrar por los edificios históricos y la Plaza Mayor. También nos ofrecerán sus encantos las innumerables tiendas de artesanía donde será imposible que no compremos algún recuerdo para casa. Con cada mirada disfrutaremos del que es, sin duda alguna, uno de los conjuntos medievales más singulares de España.
En Cudillero sentimos como en pocos lugares el auténtico espíritu marinero que lo impregna todo, incluso sus casas, que descienden escalonadamente por una ladera hasta llegar al puerto, a la vera del mar. En su impresionante faro, que se alza sobre un acantilado de más de 75 metros, conseguiremos unas fotografías increíbles, igual que frente a las hileras de casas de colores del pueblo. Si queremos vivir experiencias nuevas, además, podemos unirnos a alguna de las salidas que se organizan en la zona para pescar, admirar el acantilado del Cabo Vidio o visitar otros pueblos en Asturias. ¿Y qué decir de su palacio de los Selgas? Por algo este pueblo es conocido como el Versalles asturiano.
Un puente levadizo, de la época romana, es el acceso a este pueblo construido para la defensa. Tras pasar por un foso excavado en la roca, encontramos sus casi 30 kilómetros de extensión en la que destaca una joya histórica, la Torre del Homenaje, que se alza sobre el valle de Tobalina como si de un faro se tratara. La fortaleza data del siglo X y en el castillo aún se conserva parte de antiguas dependencias como los graneros, las bodegas o las estancias de servicios. El otro gran tesoro de este pueblo son sus impresionantes Casas Colgadas, construidas sobre La Muela, una gran roca acabada en forma de precipicio. Cada paso sobre Frías es una sorpresa que no podemos dejar escapar.
A los pies del Monte Jaizkibel, bañada por el Mar Cantábrico y la Bahía de Txingudi, nos espera esta localidad que hace frontera natural con Francia. Hondarribia es uno de esos lugares que te sorprende y te enamora a la vez. Mientras en el casco histórico encontramos un trazado medieval de callejuelas estrechas y adoquinadas donde destaca el espectacular casillo de Carlos V; en la zona del barrio de la Marina, nos espera el encanto de los pueblos pesqueros y el sinfín de bares y tabernas donde degustar unos sabrosos pintxos acompañados de un buen txakolí. Es la combinación perfecta que nos garantiza una escapada divertida y cultural por igual.
Con solo poner un pie en Morella, entendemos por qué ha sido declarada Conjunto Histórico Artístico. Adentrarse en este pueblo, que se erige a los pies de su castillo, es sumergirse en el territorio donde íberos, celtas, griegos, romanos y árabes dejaron su huella. Una muralla de cerca de 1.500 metros rodea este pueblo medieval de película. En él encontramos un sinfín de calles estrechas y porticadas, casas solariegas y rincones repletos de magia. En lo alto de un cerro, nos aguarda su castillo, testigo de múltiples batallas como las de El Cid Campeador o la Guerra de Sucesión. En la noche, el lugar cobra todavía más encanto cuando una cuidada iluminación lo convierte en un paraíso para los románticos.
Una vez atravesamos las magníficas murallas que rodean Pedraza de la Sierra, se suceden a cada momento las casas señoriales y palacios medievales que los aristócratas construyeron en la zona entre los siglos VIII y XV. Mientras paseamos, salen a nuestro encuentro el castillo, la iglesia de Santa María y la plaza Mayor, tres rincones del pueblo que, sin duda alguna, nos enamorarán. Éste último espacio, además, se vuelve todavía más encantador en el mes de julio, cuando se celebran los conocidos como Conciertos de las Velas. Se trata de dos conciertos de música clásica que se realizan mientras el pueblo está iluminado por cerca de 45.000 velas.
Los enamorados de los Pueblos Blancos andaluces, tienen una parada obligada en esta localidad. A pocos kilómetros de la Costa del Sol encontramos Ronda, una de las ciudades más antiguas de España. Su casco antiguo, que permanece dividido por el Tajo -como se conoce al desfiladero excavado por el río Guadalevín- es un monumento en sí mismo. La zona clásica, en el sur, deleita con sus reminiscencias árabes y trazado medieval, mientras que la Ronda más moderna se despliega hacia el norte. En el municipio tenemos maravillas arquitectónicas como la plaza de toros y, por supuesto, su impresionante Puente Nuevo, una construcción de casi 100 metros de altura sobre el río. Las vistas desde aquí se quedarán grabadas en nuestra retina para siempre.
Sobre una atalaya, a 739 metros de altitud, el pueblo de Toro resiste imperturbable el paso del tiempo. Es un placer descubrir sin prisa la tranquilidad de esta villa que nace junto al Duero, que riega su fértil vega, donde se cultivan cereales, hortalizas y la vid del muy apreciado vino de Toro. Lo mejor que podemos hacer para disfrutar Toro es perdernos entre sus calles, que siguen una estructura en forma de abanico, y llegar hasta el centro del pueblo, donde encontramos la colegiata de Santa María la Mayor, del siglo XII. Por el camino descubriremos por qué esta villa fue Declarada Conjunto Histórico Artístico. Y por si todavía nos quedan ganas de ver más maravillas, desde aquí tenemos Zamora a solo 32 kilómetros.
Conocer Trillo es sumergirnos en la más pura tradición de la tierra alcarreña. El pueblo se yergue en un entorno recio y austero, bañado por el paso de un joven y cristalino río Tajo, el gran protagonista de esta tierra. Dar un cálido paseo por sus casas solariegas o por el Monasterio de Santa María de Óvila, fundado en el siglo XII, es el plan perfecto para disfrutar de este lugar. Durante nuestro camino, descubriremos rincones únicos como los puentes sobre el río o la cascada del Cifuentes, una increíble caída de agua escalonada, de más de 15 metros de altura, inmortalizada por Camilo José Cela en uno de los pasajes del libro que hizo famosa a esta tierra, Viaje a la Alcarria.
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