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Descubre los Valles Pasiegos, del río Pas y las rutas que puedes hacer

El origen de los Valles Pasiegos

Actualizado: 05/03/2025

En el límite oriental de las montañas de Cantabria se esconde un entorno agreste que nos traslada a las Tierras Altas de Escocia o los páramos de Islandia. Su mayor tesoro natural: la cascada donde nace el río Pas. Descubrimos las rutas de senderismo que exploran este territorio desolado.
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Buscamos el origen de los Valles Pasiegos. Hablamos de un territorio moldeado por el ser humano desde hace 500 años, aunque su presencia se remonta a hace más de 120.000. Buena prueba de su existencia la encontramos en cuevas y vestigios como la del Castillo, Las Monedas y Las Chimeneas. Sin embargo, nos olvidamos por un momento de localidades como Puente Viesgo, Liérganes y Vega de Pas para poner rumbo al entorno más virgen de la Montaña Oriental de Cantabria. Es este un paisaje protegido (LIC) donde el ser humano parece un intruso y donde su discreto paso, el de los trashumantes que aquí habitaban, ha ido quedando sepultado por esta naturaleza que vamos a tratar de descifrar en una ruta de senderismo.

Vistas desde el Mirador de Braguía.
Vistas desde el Mirador de Braguía.

Cumbres afiladas cubiertas por la niebla que viene y va, turberas y landas aplastadas por la nieve y por el viento y caminos de pastores camuflados en la espesura del hayedo y del robledal. Desde los miradores de este laberinto montuoso difícil de domesticar contemplamos las cascadas escondidas que nos transportan a tierras del norte como las Highlands escocesas o los páramos de Islandia. Aquí no hay que salvar las distancias. Exploramos las sendas en el nacimiento del río Pas.

Iniciamos la ruta.
Iniciamos la ruta.

Caminos de trashumantes

CA-142 es el nombre de la carretera zigzagueante que se aleja del mar Cantábrico y parte rumbo sur hacia el corazón de los Valles Pasiegos. Esta vía de asfalto avanza en paralelo al río Pisueña como lo hace su alternante N-623 con el río Pas, antigua vía de comunicación entre Santander y Burgos. Pronto el tráfico de la A-8 y el trajín de las villas costeras parecen inimaginables al adentrarnos en esta comarca que agrupa las cuencas verdes del Pas, el Pisueña y el Miera. En estos tres valles, pintados de pastos escarpados donde pastan las vacas, aparecen diseminadas cabañas de piedra de pastores como testimonio de un pueblo hasta hace no mucho totalmente incomunicado.

Vistas desde el Mirador de Braguía.
Vistas desde el Mirador de Braguía.

Pasado el pueblo de Selaya, conducimos por la CA-262 que se retuerce una y otra vez hasta ascender al mirador de la Braguía. Desde aquí se contemplan los montes de Somo, el Pico de Castro Valnera y sus brañas vecinas y a localidad de Vega de Pas en el fondo del valle. Desde este pueblo tomaremos el desvío por la CA-630 siguiendo ahora el sutil trazado del río que va esculpiendo un pequeño valle que culmina en la aldea de Pandillo. En la ribera, aparcaremos el vehículo y empezaremos nuestra ruta a pie por las montañas de la cuenca alta del Pas.

Cascada de Aguasal o los Miradores de Valnera, dos rutas y un dilema

Ruta de la “Cascada de Aguasal” o los “Miradores de Valnera”. Junto al aparcamiento, al viajero se le plantea la opción de tomar un camino u otro, aunque, por falta de indicación o carteles informativos, es posible que se equivoque. Pues son muchos los que aquí acuden para contemplar el nacimiento del río Pas o cascada de Churrón de Agualto y terminan adentrándose en el valle del Pandillo hacia los miradores de Valnera y las faldas del Collado Peña Negra. O lo que significa afrontar un itinerario de montaña bastante más exigente.

Cauce del Lesla.
El cauce del Lesla.

El primer recorrido, que nos guía hacia el nacimiento del río Pas, parte hacia la izquierda nada más empezar, siguiendo el rastro del arroyo Lelsa, en una ruta de 3,5 horas de duración (ida y vuelta); el segundo, de más de 7 horas, arranca a la derecha siguiendo al Pandillo en un itinerario circular de dificultad media-alta. Ambos están reservados para caminantes habituados a la montaña donde no es difícil extraviarse en el sendero, muchas veces resbaladizo y casi siempre camuflado entre el follaje. Pues estamos en la más lluviosa de las montañas cantábricas según los expertos. Otra razón más para establecer paralelismos con Escocia e Islandia.

Rumbo a la cascada del Churrón de Agualto.
Rumbo a la cascada del Churrón de Agualto.

Nosotros vamos a explorar lo mejor de ambos itinerarios para tratar de captar la esencia de este entorno de apariencia hostil y terminar la expedición pasiega en la cascada más espectacular de la zona.

Los Miradores de Valnera

Empezamos eligiendo el sendero de la derecha que asciende por la ladera entre el muro rudimentario de piedra y el bosque. Un grupo de burros acude a nuestro encuentro para pedir alimento mientras divisamos en la parte baja del valle el aparcamiento de Pandillo y en lo alto la silueta de las montañas brumosas que desafían al montañero.

Un grupo de burros acude a nuestro encuentro.
Un grupo de burros acude a nuestro encuentro.

Vamos a explorar toda la cuenca alta del río Pandillo, que nos lleva a las praderas de Ruyemas donde aparecen dispersas cabañas pasiegas en la braña vertical pero no lo hace ni un solo senderista en este momento. Los ladridos de los perros indican la presencia de los cazadores en la zona en busca del corzo y el gamo que se ocultan en el bosque de roble en la cara más solana y en el de haya en la sombría. Entre ambas avanza con timidez el arroyo Pandillo, como lo hace el sendero en ligero ascenso hasta la llamada Colina donde se abre el circo de montañas que superan los 1.200 metros de altitud.

Cabaña pasiega.
Una de las cabañas pasiegas que encontramos por el camino.

Hasta llegar aquí seguiremos por un camino que recorre el cauce pedregoso de los riachuelos, que bordea la ladera espesa y pasa junto a pequeños saltos de agua. Conviene estar atento a las indicaciones en todo momento. El desvío hacia las praderas de Ruyemas nos guía hacia la “Cascada” por un camino pedregoso, cubierto de musgo que se interna en el bosque. No tarda en abrirse hasta contemplar las cumbres que rodean el Collado Peña Negra y dibujan la frontera con Burgos. Bajo ella se desprende la catarata donde nace el río Pandillo que no suele ser muy caudalosa a diferencia del Churrón de Agualto.

El desvío hacia las praderas de Ruyemas nos guía hacia la “Cascada” por un camino pedregoso, cubierto de musgo que se interna en el bosque.
Cuidado con el musgo, es resbaladizo.

Aún así, disfrutamos en solitario de esta estampa montaraz, pintada de tonalidades verde y dorado entre la pradera y el brezo, entre la caliza desnuda y los riachuelos que van tallando sus pendientes de forma ondulada. Volvemos a ascender por la colina hasta llegar al mirador situado a los pies del Collado Peña Negra que nos brinda la totalidad del valle del Pandillo y el Cantábrico al fondo. Es este un lugar ideal para un descanso y un picnic donde nos preguntaremos también cómo será la gran cascada del Pas. Volvemos al punto de partida.

“Esto es una locura”

“Es diferente a todas las rutas porque el paisaje aquí es totalmente agreste”. Así lo describe Pedro Tapia, experto montañero de la zona que encontramos rumbo a Pandillo. “Estos son senderos de montaña que están sin desbrozar y sin casi señalizar a diferencia de otros sitios”, añade en referencia al estupendo grado de conservación de este entorno protegido como Lugar de Interés Comunitario. “Es una pena que todas las brañas que vemos estén abandonadas. Ya apenas queda ganado y no vive gente aquí”, concluye el montañero.

El paisaje aquí es totalmente agreste.
El paisaje aquí es totalmente agreste.

Durante las primeras estaciones del año, los monteros habitaban las cabañas pasiegas que se reparten por estos valles como muestra de un estilo de vida trashumante. “Los pasiegos fueron de los últimos nómadas que vivían en esta zona aislada, muy poco habitada e ignorada desde los romanos hasta el siglo XV”, explica Alfonso Palazuelos, guía de naturaleza originario de esta comarca. “Además todos estos montes han sufrido una deforestación muy grande durante el siglo XVI para fabricar los barcos y cañones de la armada”, apunta Palazuelos.

Camino a Castro Valnera.
Camino a Castro Valnera.

De vuelta a Pandillo en una hora y media aproximadamente de caminata, tocará ahora indagar en el valle enfrentado. Al final del mismo se esconde la famosa catarata bajo la cumbre del Castro Valnera. Caminamos ahora por un sendero bien marcado, primero en llano junto al río Lelsa que riega una exuberante ribera, y después en ascenso por la ladera de la izquierda. Aunque la ruta no entraña ningún peligro en sí, el senderista debe estar atento a posibles resbalones y lo mejor será evitar realizarla si ha llovido mucho en los últimos días. Si no ha llovido nada en semanas también es posible que la cascada esté seca.

Un chico descansa en el bosque.
El paisaje invita a detenerse y observar.

Entre subidas y bajadas, tramos sorteando colinas y de bosque avanzan los primeros kilómetros de la ruta. Pronto descubrimos por qué dicen que esté paisaje parece de otra latitud. Al fondo del valle divisamos la composición de cumbres grisáceas escondidas entre la niebla y abrazas por una naturaleza escalonada de tonalidades amarillentas. Si bien el valle del Pandillo parecía agreste, el del Lelsa se presenta como un escenario totalmente desolador. Aún así, continúan asomando algunas cabañas de piedra abandonadas como único rastro de civilización.

La catarata bajo la cumbre del Castro Valnera

No tardamos en divisar la cascada donde supuestamente nace el río Pas, situada en las faldas de Castro Valnera. A medida que va ganando presencia, el sendero se va desdibujando poco a poco hasta desaparecer en la colina frente a Castro Valnera. Esta cumbre se eleva 1.718 metros sobre el nivel del mar y conserva en su cara norte los aparatos glaciares del Cuaternario situados a menor altitud de España. La catarata, de 50 metros de caída, ahora se contonea con el fuerte viento y llama la atención del viajero en mitad de esta postal con aires nórdicos. “Me recuerda mucho a las Tierras Altas de Escocia”, comenta Néstor Pérez en su primera ruta en la zona. “Es una suerte tener algo así en España. Creo que muy poca gente lo conoce”, concluye el senderista asturiano.

A lo lejos, la catarata de Valnera.
A lo lejos, la catarata de Valnera.

Los últimos rayos de sol impactan sobre la catarata pasiega en contraste con los nubarrones que se aferran a las cumbres que la rodean y que invitan al viajero a retomar el camino al punto de partida. En algo más de una hora, habremos llegado a la aldea de Pandillo, donde dejamos el vehículo, y completaremos así una ruta mixta por los valles donde se encuentra el origen del Pas.

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