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Uno de esos sitios que te convencen de que las meigas existen y vuelan por encima de este banco, que te permite empapar tu piel de, quizá, la mejor vista de la ría de Muros. Al Alto de San Lois también puedes asomarte seguro de que regresarás con una gran foto y buen recuerdo.
Una pasada de lugar que, al atardecer, quita el hipo y se fijará en tu retina para siempre. El olor del salitre, el ruido de las olas y, a menudo, la brisa del Cantábrico ayudan a que penetre en la piel de los visitantes. Hay que ser muy malo con el móvil o la cámara para no sacar una gran foto.
Es una de esas fotos que lo transmiten todo. Madre, niño, bicicleta… Elementos que te hacen suponer tanto de la pareja que los protagoniza. Lugar que, pese a ser transitado, es capaz de acoger un momento que pasará a formar parte del imaginario de esta familia para siempre. Y tuyo si tienes el ojo de saber encontrar el minuto en ese banco.
Una vista alucinante. No en vano, directores de cine como José Luis Garci o Gonzálo Suárez la han usado para rodajes de sus películas. En el caso de Garci en El abuelo (1998); Suárez en El genio tranquilo (2005). La suerte es que no hay que hacer ninguna cola para hacerse la foto. Ni siquiera en agosto.
El temporal desde las playas de Merón y el Rosal, de San Vicente de la Barquera, es un espectáculo cuando el mar batalla frente al faro y las rocas. Nunca está claro quién gana; el viejo faro del malecón hace décadas que está torcido. El nuevo aún resiste a las peores galernas. El espectáculo -a la distancia prudente- está asegurado.
Titulado como el banco más bonito de León, este lugar hace las delicias de los instagramers desde hace pocos años. Las vistas sobre el pantano, las tonalidades del agua, la visión de los montes Gilbo, Yordas y Las Pintas se merecen la titulación. Es más, quienes han pateado los alrededores del embalse y tenido oportunidad de ver cómo sus aguas hacen de espejo, insisten en que no hay banco mejor situado en toda Castilla y León. Nosotros te aseguramos que es una pasada. Mira, escucha y tira la foto.
A veces la mano del hombre compite con la naturaleza. O los siglos y la piedra logran integrarse en el paisaje, creando belleza según la percepción del visitante. El Escorial, visto desde sus jardínes y alrededores, ha logrado penetrar en esas imágenes de postal antigua que ahora se convierten en vanguardia en cuanto las sueltas en tus redes. Un banco así transmite de todo.
Un monasterio en los valles pasiegos, un banco en el silencio reconfortante de la piedra de siglos, el verde del Cantábrico y los momentos para encontrarse con uno mismo. Y con los demás. Este banco del Convento de Soto de Iruz es un recuerdo de que en cada lugar monacal, por recóndito que sea, vas a encontrar un asiento para recibir paz y belleza. Los monjes de muchas religiones saben bien donde reconfortarse.
Mientras las sultanas y sus amantes vagan por el interior de la fortaleza árabe, atrapar la foto de alguien que está pensando en los antiguos habitantes o, simplemente, admira la belleza, depende solo de la pericia tuya para subirla a Instagram. El sitio lo da todo y a todas las horas.
Cierto, te enseñamos el banco mágico un día despejado, algo que puede ser a veces complicado en las Rías Altas, donde está este hermoso pueblo. Si perteneces a la generación de los festivales de Ortigueira, no olvides hacer una visita al lugar. Te pilla cerca. Para los amantes del folk metal, aquí se grabó el segundo CD del grupo Mägo de Oz. Nublado o despejado, el banco de piedra es memorable para tu colección.
El Cantábrico no decepciona. Tanto si sus cielos están cubiertos o con las nubes dibujando escenarios, como si los días son de ese azul limpio que solo dejan los vientos de ese territorio. Este banco, al pie del hotel 'Torre Galizano', es otro de esos sitios que no requieren palabras para saber porque hay que hacerse una foto para la memoria.
Porque las vistas urbanas también hacen memorables los mejores momentos. Y un atardecer o un momento de descanso pueden convertir la imagen en un recuerdo agradable tras la jornada en bicicleta. Otra pasada.
Los bancos de medio círculo en el Puente del Perdón, en el Monasterio de El Paular. Un lugar para comprobar que la piedra nunca es fría si tiene siglos, va acompañada del sonido del río (el Lozoya) y, encima, está vestida de blanco para la nieve.
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