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A 150 metros de altitud, en la comarca de La Garrotxa, se alza Besalú, uno de los conjuntos medievales mejor conservados de Cataluña. Centro de poder de la parte interior de esta región durante siglos, fue un importante condado independiente que contó incluso con moneda propia. Su núcleo urbano comenzó a tejerse en torno a un castillo construido en el siglo X en lo alto de una colina, del que solo queda la iglesia de Santa María. Aunque si algo identifica a Besalú, declarado en 1966 conjunto histórico artístico nacional por su valor arquitectónico, es su puente. Antes postal idílica, ahora rey de Instagram, sigue funcionando como reclamo para los visitantes, con su torre fortificada de planta hexagonal y sus siete arcos de medio punto que se proyectan con forma de media luna sobre el río Fluvià.
El puente de Besalú incluso ha inspirado novelas como El puente de los judíos, del escritor Martí Gironell, hijo predilecto de la localidad. Antes de cruzarlo rumbo al casco antiguo, conviene hacer caso de la cita con la que empieza la obra, del periodista Joan Barril: "A los puentes se los ha de ir a ver por debajo". Pocos sitios mejores que el lecho del Fluvià para admirar la belleza de la villa antes de adentrarse en ella. Por algo en los últimos años ha ganado popularidad la Anella Verda, una serie de itinerarios por el lecho fluvial que pueden recorrerse andando o en bicicleta, aptos para todos los públicos. Caminar por este anillo es una excelente toma de contacto con la naturaleza que envuelve Besalú y sus cuidados huertos, y permite visitar lugares como el antiguo molino harinero.
Cruzar el puente de Besalú es comprar un pasaje a la Edad Media. Pero su excelente estado de conservación es consecuencia de que fue remodelado con frecuencia en épocas más recientes, tras las habituales crecidas del Fluvià. Una de las últimas, en los años 40, lo destrozó cuando aún estaba maltrecho por la Guerra Civil, con dos de sus arcos dinamitados. La esbeltez del puente se debe precisamente a que fue diseñado para evitar que la fuerza del agua dañase también las casas del pueblo que, en el siglo XI, se levantaban en ambas riberas. Si se llega a Besalú en coche, vale la pena pararse antes en un puente medieval menos conocido y también espectacular, el de Llierca.
Los judíos habitaron al lado del Fluvià durante más de cinco siglos y dejaron huella en Besalú. El municipio recibe a turistas de todo el mundo interesados en su micvé, el baño judío de purificación, anexo a la sinagoga. Se trata de una sala subterránea de estilo románico con 36 escalones que bajan a una piscina que se utilizaba para recoger agua del río. Hombres y mujeres cumplían allí con el ritual: las mujeres iban después del periodo y tras dar a luz; y los hombres muy religiosos cada viernes antes del shabbat. También los que habían tenido contacto con algún muerto o quienes querían convertirse al judaísmo. Todo aquello que se considerase impuro era susceptible de pasar por las aguas sagradas del micvé, como vajillas y otros objetos relacionados con la alimentación fabricados por un no judío.
Descubierto de casualidad en 1964 por un vecino que iba a perforar un pozo y se topó con la bóveda de piedra, el micvé es una joya patrimonial. El viajero que tiene la ocasión de contemplarlo iluminado y lleno de agua disfruta de una visión prácticamente única en Europa. Este legado le ha valido a Besalú estar incluido en la Red de Juderías de España. Además, una vez al año el municipio celebra 'Besalú, ciudad judía' con teatralizaciones, mercados de artesanía y visitas guiadas por el call, del que también destaca la Curia Real, casa del poderoso Astruc David.
La belleza y el aire histórico de sus calles han convertido a menudo a Besalú en un plató cinematográfico. Acogió en mayo el rodaje de la tercera temporada de la serie de la HBO Westworld. Los creadores de la serie buscaban un lugar que conjugase antigüedad y modernidad, y la transformaron en un pueblo italiano bajo la dominación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Antes la eligieron como localización de Juego de Tronos o El Perfume. Por algo el diario Los Ángeles Times señaló en 2017 a Besalú como el pueblo "más interesante del que nunca has oído hablar", aunque "pasarías de largo si no lo buscaras".
Abstraerse del encanto de Besalú es imposible y a uno puede asaltarle el síndrome de Stendhal incluso tomándose un café en terrazas empedradas como la del '10 del Pont' (Carrer del Pont, 10), en pleno barrio judío. Se trata de un local ideal para hacer un alto en el camino, que cuenta con una amplia selección de tés, chocolate a la taza e infusiones. También dispone de dulces como cocas, ensaimadas o melindros, lo que la convierte en una excelente opción para almorzar o merendar con vistas en sus mesas exteriores, desde las que se descubre el puente con otra perspectiva.
Más allá del icónico puente, la localidad está llena de rincones fascinantes que vale la pena descubrir. Es el caso de la plaza del Prat de Sant Pere, frente a la iglesia románica de Sant Pere de Besalú, lo único que se conserva del antiguo monasterio que vivió su época de esplendor los siglos XII y XIII. Una plaza con una buena oferta de bares y restaurantes en los que tomarse una cerveza calentado por el sol de invierno, con las campanas tañendo de fondo. O comer, si se prefiere, en lugares como 'Els Fogons de Can Llaudes' (Plaça del Prat de Sant Pere, 6), instalado en una antigua capilla medieval.
No es ni de lejos el único restaurante de Besalú donde se respira un ambiente histórico. Un clásico de la localidad, 'Curia Reial' (Plaça de la Llibertat, 8-9), se encuentra en un edificio insigne del pueblo, de transición del románico al gótico. Fue sede de la veguería –territorio dominado por un vegue o funcionario real–, palacio de justicia y convento de monjas antes de ser habilitado como restaurante en 1977. Hoy, bajo sus gruesas paredes de piedra y sus imponentes arcos, puede disfrutarse de una comida casera, con productos de proximidad y un toque de creatividad: coca de escalibada, patatas de La Garrotxa –patatas rellenas de carne y fritas que son una especialidad de la cocina volcánica de la comarca– o setas en temporada.
'Pont Vell' (Carrer Pont Vell, 24. Seleccionado Guía Repsol) es otro de estos lugares donde la experiencia gastronómica es indisociable del entorno. Apuesta por la cocina reconfortante típica de la zona, con influencias de la cercana Francia, ideal para entrar en calor. A los pies del puente de Besalú, elaboran su propio foie gras y tienen entre sus especialidades solomillo chateaubriand con salsa de ceps (boletus), pichón asado con ciruelas y flambeado al brandy o rabo de buey al vino tinto del Priorat con su punto de Ratafía Russet.
La ratafía, ideal para acompañar a los postres, es una experiencia que no deben perderse los paladares inquietos que viajan a Besalú. Se trata de un licor digestivo que se prepara a partir de una mezcla de hierbas aromáticas y que tiene en las nueces verdes su ingrediente más característico. Se suele elaborar a finales de junio (alrededor de San Juan, cuando las nueces están tiernas) y dejarse unos 40 días en maceración.
Uno de los eventos más consolidados de Besalú es la Fira de la Ratafía, que ya va por su vigesimoséptima edición y este año se celebra el 30 de noviembre. La plaza de la Llibertat, epicentro del pueblo, se llena de puestos para la degustación y compra de este licor y los ratafiaires se baten en concurso para que su ratafía casera sea seleccionada la mejor del año. La confitería 'Surroca', en plena calle Mayor, es un buen lugar para comprar este destilado y probar algunos de los postres que se hacen con él, como la coca de ratafía con crema y pasas, turrones o trufas.
Además de los quesos de oveja y de cabra, otro producto ineludible de Besalú, tierra de interior, son las carnes y los embutidos. Antológicos fuets y secallonas, bull blanco y negro, panceta ahumada, lomo de cabeza de cerdo y múltiples variedades de la butifarra –blanca, de hígado y de perol o cocida, por citar algunos ejemplos– son verdaderos manjares para los amantes del cerdo. Ser carnicero en Besalú es todo un arte, pero carnicerías como 'Juncà', 'Serraplà' o 'M. Roura' han sentado escuela. Un lugar ideal para adquirir productos típicos es 'El Rebost del Comtat de Besalú' (Plaça de la Llibertat, 13), donde también pueden encontrarse vinos y mieles de la comarca. Es un establecimiento de lo más apropiado para cerrar nuestro viaje al pasado, porque cuenta además con una exposición permanente de armas antiguas y herramientas de La Garrotxa.
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