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Chiringuito 'Banys Vells' (Banyoles, Girona)

El dulce chapuzón de Banyoles

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Actualizado: 15/08/2021

Fotografía: Manu Mitru

Cuando imaginamos un paraíso acuático la cabeza se nos va a otros continentes. Pero en el interior de Girona hay un idílico lugar para darse un chapuzón: el Chiringuito 'Banys Vells', uno de nuestros Soletes del verano.

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Mirar el agua relaja. Tanto que cuando llevo 20 minutos observando la superficie del Estany de Banyoles ya no sé qué he venido a hacer aquí. Y es que este plácido lago tiene algo mágico, es como un espejo y refleja una luz especial. A todo este despiste pseudo místico no le ayuda el mojito con el que acompaño la puesta de sol, que ha estallado en colores dorados por detrás de las redondeadas y verdes colinas que se asoman sobre la orilla de enfrente.

​  Chiringuito 'Banys Vells' (Banyoles, Girona) ​ ​  ​
​ Chiringuito 'Banys Vells' (Banyoles, Girona) ​ ​ ​

Obviamente, las playas del Caribe o del sureste asiático no tienen comparación. Supongo, porque nunca he estado en una. Pero en ocasiones el paraíso está mucho más cerca de lo que creemos. En este caso está a hora y media de Barcelona, a una hora de la Costa Brava y a unos escasos 30 minutos de Girona. Por lo menos, a mí me parece que este chiringuito, 'Banys Vells' (Solete Guía Repsol), es un pequeño paraíso al alcance de cualquiera.

Patos en el lago
Los patos acompañan la velada.

“Aquí todo el mundo es bienvenido”, me explica Francesc, el encargado. Y sigue: “En verano, es muy popular venir a tomar el vermut. Y muchos ciclistas vienen al terminar el circuito del lago”. Un carril circular y llano permite recorrer en bici o a pie el perímetro de este estanque natural, que tiene un algo de leyenda.

Lago de Banyoles
El Estany de Banyoles es un idílico lugar para darse un chapuzón.

De pequeño, me contaron que había un monstruo como el del lago Ness y que era peligroso bañarse por las corrientes y los lodos. Sin embargo, en la playa natural de Banys Vells hay niños –y patos, y algún adulto– chapoteando. “De hecho, esta es la baliza de nuestra playa”, me dice Francesc señalando una línea de boyas amarillas. “Pero eso que ves ahí son los canales de nado del Club de Natación”, aclara señalando otra línea de boyas, un poco más alejada. Además, un socorrista no quita el ojo de encima de los bañistas.

Un grupo de jóvenes brindando.
Uno aquí viene a empaparse, ya sea del agua dulce del lago o del dulce espíritu veraniego.

'Banys Vells' es un chiringuito de concesión municipal explotado por Midnight Group, una empresa promotora de eventos musicales y conciertos que gestiona tres negocios de restauración en Banyoles: el Aquarium, también en el lago pero con un ambiente más sofisticado; y El Passeig, un bar cafetería con 100 cervezas diferentes en carta. Pero solo 'Banys Vells' tiene playa. La gente se baña en el lago sin ninguna apariencia de pasar frío. Más allá, hay un grupo de aprendices de piragüista. Y de vez en cuando pasan unas lanchas de líneas ligeras y afiladas.

Chiringuito 'Banys Vells' (Banyoles, Girona) ​ ​ ​  ​
El chiringuito se encuentra a hora y media de Barcelona, a una hora de la Costa Brava y a unos escasos 30 minutos de Girona.

Mi idea es apurar la puesta de sol y cenar algo. “En verano, por la noche, dinamizamos el espacio con monólogos, actuaciones musicales y desfiles de moda”, me explica Francesc, quien se declara enamorado del lugar. Hoy no hay nada de eso. Solo gente tapeando, tomando cerveza fría, leyendo, en bañador y sin ninguna prisa, su novela veraniega.

Según va atardeciendo, las mesas van pidiendo mojitos y gin tonics.
Según va atardeciendo, las mesas van pidiendo mojitos y gin tonics.

La carta es corta, fácil, sin sofisticaciones. Tiene una sección de tapas en la que no faltan las bravas, las croquetas y los calamares a la romana. Hay cuatro ensaladas y cinco platos ligeros –carpaccio de ternera, escalivada, pulpo a la plancha…–. Y luego está la sección brasa con su chuletón, su churrasco, la butifarra o el magret de –glups– pato. Se supone que de ninguno de los que sortean los juncos y hunden su cuello en el agua en busca de comida.

Nachos y patatas bravas.
La carta es corta, fácil, sin sofisticaciones.

A medida que el sol se pone y el cielo pasa del rojo al naranja y luego al amarillo y al violeta, las mesas van pidiendo mojitos y gin tonics. Ya no hay niños en el agua. Solo los patos y algún barbo oscuro y gordinflón. Las risas suben de nivel, también el croar lejano de las ranas.

Terraza llena del chiringuito.
Amigos, familias, parejas... todo tipo de gente es bienvenida.

Hay buena música, oscurece y apetece algo de cenar. Quizá una hamburguesa. Aunque, en realidad, en un lugar como este la comida es secundaria. Uno viene a empaparse, ya sea del agua dulce del lago o del dulce espíritu veraniego. Pero, ojo, que a una hamburguesa con totopos tampoco nos negaremos: habrá que acompañar con algo el mojito.

El lugar cobra aún más magia al anochecer.
El lugar cobra aún más magia al anochecer.

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