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Algo ha cambiado recientemente en esas escapadas al mundo rural. Ya no se trata solo de huir hacia la paz. Se trata de disfrutarla y de compartirla con todos a solo un click. Crónicas que hoy han pasado de esas páginas con solera de obras como Un viaje frustrado (donde mencionaba su Palafrugell natal y el resto de su terruño) a las aventuras digitales del viajero actual.
Dormir en el Empordà es un sueño en sí, lo vio también otro Josep, no contemporáneo de Pla, pero sí tocayo suyo, cuando todavía llevaba traje y era un ejecutivo que se conocía el mundo como el escritor de su comarca. Josep Serramià compró Màs Fabrega, en Monells, en 1997 y tras dos años de obras, abrió su masía de piedra y hiedra, el 'Hotel Arcs'. "María de Xérica, condesa de Ampurias, fundó esto como hospital en 1364, para acoger a todos aquellos que llegaban buscando acogida. Más tarde, el herrero del pueblo compró las ruinas de lo que quedaba del hospital".
Fue hacia el 1400. En esa época el herrero se instaló en la casa donde actualmente viven Josep y Sandra Mató, su mujer. La sensación al entrar a estas casonas empedradas es de humildad y nobleza al mismo tiempo. El pasado de este pueblo medieval habla de ciudadanos honrados ("ciutadat honrat", en catalán), título que, como hizo el herrero de Monells, podía comprarse y pasar de generación en generación dentro de cada familia.
Siglos después, cuando llegó Josep, el 'Hotel Arcs' era una auténtica casa pagesa. "Cuando compré esto estaba lleno de cerdos, gallinas, ocas…, pero aprovechamos muchas cosas". Literal. Las piedras que encontraron de la masía donde vivió el herrero las utilizaron para construir los bungalós parejos a la casa principal.
"En nuestro hotel, cada habitación lleva un nombre de un personaje ilustre, bien sea de la zona, catalanes de estirpe nobiliaria o personajes legendarios de la cultura". Las puertas de cada habitación del 'Arcs' susurran nombres como el de Joan Miró, Pompeu Fabra, Salvador Dalí, Antoni Gaudí, María de Xèrica, Ramon Llull y, por supuesto, el eterno embajador de la tierra ampurdanesa, Josep Pla.
Si el escritor hubiera tenido que contar el 'Hotel Arcs', lo habría resumido en tres universos. Los ocho bungalós, habitaciones donde irradia la luz, con acceso al jardín y a la piscina de cuatro niveles, con sus puertas correderas. "Tomar el sol aquí con una copita de cava es imprescindible", propone Josep con brillo en los ojos. La solera continúa en las habitaciones dentro de la masía: unas orientadas al norte, con vistas al río y al pueblo, y las otras al jardín, perfectas, según sus propietarios, "para los románticos y los amantes de la historia". Por último, están las tres Junior Suite. Idóneas para esas vacaciones en familia con niños a partir de diez años.
Una propuesta que se redondea con toda una cata a los productos de la tierra, a través de una cocina de proximidad, de la que se encargan Josep y Sandra. "Cuando abrimos el restaurante nos asociamos con el 'Celler de Can Roca' (3 Soles Guía Repsol). Eran sus primeros tiempos, de hecho, Joan y Josep venían bastante, y fueron unos fantásticos profesores para Sandra. Luego, cuando ellos crecieron, ya apostamos por otro concepto gastronómico más sosegado", explica Josep.
Todo lo que Sandra convierte en arte desde la cocina es producto local. "Nuestros proveedores vienen desde La Bisbal, Palamós y los diferentes pueblos de la zona. La morcilla es de la carnicería de Josep, que también nos hace el bull blanc, el negre, la llonganiza… y el bacalao desalado, también del pueblo. El pan lo elabora Albert, en Corçà, en hornos de leña antiguos y la bollería también me lo suele hacer él. El requesón es de Fonteta, y el resto de productos lácteos, además de la huerta, son todo local".
Productos que en el siglo XIV dieron color a la plaza de abastos de Monells, hoy especialmente famosa por ser parte de la película Ocho Apellidos Catalanes. Un pueblo que, por un lado, es ajeno al discurrir del tiempo, pero por otro, recibe al caminante en esta era de digitalización y apuesta por lo rural. Australianos, neozelandeses… todos llegan hasta esta Cataluña interior "dispuestos a comprar –según Josep– auténticos momentos de tranquilidad", haciendo del 'Hotel Arcs' su casa, algunos durante semanas enteras.
Algo parecido ocurre con otro concepto de hotel ampurdanés, en este caso, del Alt Empordà. A poco más de media hora en coche hacia el norte de esta comarca, se llega a Peralada, uno de los santuarios del vino D.O. Empordà, que la familia Suqué Mateu posicionó en el mundo a través del filtro vinícola y cultural. "En Peralada, el vino es un hilo conductor de primer orden, vinculando el hotel con la nueva bodega, los tratamientos de nuestro spa, que parten de la tradición vinícola de Peralada, y por supuesto, la gastronomía del Resort y del Castillo de Peralada, situado a dos kilómetros", comenta Adriana Pagès, event manager de Peralada.
'Peralada' es un universo único rodeado de viñedos y campos de golf, lleno de reminiscencias a una casa de campo llena de pedigrí, un resort cinco estrellas donde el espíritu de Baco está presente en cada rincón. Entrar a 'Peralada' es sentir una especie de extensión de la tierra ampurdanesa en el propio resort. Hoy, esa filosofía está representada por los tres hijos de Carmen Mateu y Artur Suqué: Isabel, Javier, y Miguel.
Ellos continúan la historia que empezó el bisabuelo Damiá Mateu (fundador, por cierto, de la Hispano Suiza), que compró el castillo como amante del coleccionismo, vislumbrando lo que hoy representa 'Peralada Resort': "Una vitrina donde, entre otras joyas, se puede disfrutar de una de las colecciones privadas más importantes a nivel europeo de primeras ediciones del Quijote", cuenta Adriana.
Pero, aunque este hotel responda al concepto de resort, la filosofía de la familia Suqué Mateu es la de que cada huésped se sienta en un pequeño pueblo independiente, ya esté paseando por las inmediaciones del castillo (que acoge el restaurante 'Castell Peralada', con 1 Sol Guía Repsol 2020), tomando una copa en la terraza del restaurante 'L’Olivera' o descansando en alguna de sus mágicas habitaciones, llenas de musicalidad.
Quizá Josep Pla diría que éstas invitan a pensar en grande, de nuevo, a soñar desde un terruño único. Desde que se accede a ellas a través de la eterna escalera con espejos, sintiéndose todo un Ciutadat Honrat, y entrando en cualquiera de sus 64 habitaciones. En el caso de las suites, cada una tiene el nombre de una ópera que ha sido producida por el Festival de Peralada. Madame Butterfly es la Suite Presidencial de 90 metros cuadrados (apta para familias con niños), inspirada en la famosa ópera de Puccini y una terraza propia por la que salir directamente a la piscina. Le sigue Don Giovanni, la llamada Suite Jardín, algo más pequeña, donde, de fondo, Mozart invita al descanso. Por último, están las Junior Suites, que suenan a las notas de las óperas de Turandot, Carmen, Otello o La Bohème.
Sus vinos y cavas más legendarios ya dan la bienvenida desde el vestíbulo del hotel: el 5 Fincas, Gran Claustro, Finca Malaveïna, Finca Espolla, Collection Rosado, Cava Stars Touch of Rosé… pero, además de la nueva bodega en construcción (que verá la luz este 2021) y de la majestuosa Finca Garbet, este resort también cuenta con su propio Museo del Vino. Más de 750 piezas le rinden culto, además de una prensa, porrones, jarras, botellas originales primera edición, otras botellas que remiten al Marco de Jerez y a otras tierras vinícolas… "Aquí era donde empezó a elaborarse el Gran Claustro, estamos hablando de una bodega que nos remonta al siglo XV".
Dos kilómetros separan al hotel de sus otros mundos. Uno de ellos, el castillo, construido en el siglo XIV. Junto a él, el convento con su claustro gótico, la iglesia privada de la Virgen del Carmen, que acoge algunos de los conciertos en interior del Festival, además de ser escenario de bodas, los Museos del Vidrio y la Cerámica (con más de 2.500 piezas entre cerámica, vidrio y monedas) y los más de cien mil libros que conforman la biblioteca de consulta, entre los que se incluyen los Quijotes originales mencionados más arriba.
Es aquí, en este santuario con filtro entre lo místico y lo religioso, donde se guardan escritos que documentan el origen de la actividad vitivinícola que ha hecho famoso en el mundo entero a Peralada. Un lugar donde el disfrute adquirió, desde hace casi seis siglos, connotación sagrada. Como lo concibieron los Suqué Mateu. Como esa filosofía bon vivant de la que hicieron gala paisanos legendarios suyos, como Dalí y por supuesto, el propio Pla. Salud y buen descanso.