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El termómetro marca veintisiete grados y el sol va escondiendo sus últimos rayos en el horizonte. Primeros días de septiembre en Almería. Es fin de semana y el verano no tiene por qué acabar aún. Podemos alargar un poco más las vacaciones, aunque sea de dos en dos días y para ello tengamos que esperar cinco.
Nos dirigimos a uno de los enclaves más especiales del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, la población de La Isleta del Moro. Apenas unas cuantas casas y, en sus calles, el privilegio de escuchar el arrullo del mar a todas horas.
Cenamos en un enclave donde las vistas nos hipnotizan y nos salpican las olas: 'La Isleta'. La visión de las barcas de pescadores sobre el mar a la luz de la luna induce a la poesía. "Ya estarán los esteros rezumando azul del mar…", que diría Alberti. Y así, respirando el aroma a salitre se inicia esta excursión nocturna. El paseo por los miradores, por la playa y el espigón trastoca la noción del tiempo y pasan dos horas sin darnos cuenta.
Los que frecuentan esta zona del parque natural saben que las once no es una hora cualquiera. 'Jo Bell' abre su bar un poco antes de medianoche. No hay mejor manera de adentrarse en sus dominios que llevando el reflejo del mar en la mirada porque no somos conscientes del impacto que vamos a sufrir.
Pasamos de la tranquilidad más absoluta a sumergirnos en un ambiente peculiar, en el que el rock y el blues nos llevarán de la mano para que no tengamos ganas de marcharnos de un lugar casi inenarrable. Y es que el 'Bar de Jo' es más poesía que novela, se te cuela en el alma.
Para llegar hasta allí, hay que dirigirse al camping de Los Escullos, a cinco kilómetros de La Isleta, y atravesar sus instalaciones por una carretera asfaltada que pronto pasará a ser camino, acostumbrarnos a que las farolas dejen paso a los cañaverales y a que todo atisbo de tecnología se convierta en un letrero escrito a mano que reza únicamente "JO".
Estamos cerca. Iluminados por los faros del coche y por la luna, a lo lejos vemos una linterna que indica la entrada. Nos ayudan con el aparcamiento. Unos minutos antes nadie habría creído que allí, en medio de la nada, podría existir este oasis tan particular.
Saber quién es Jo Bell forma parte del misterio. Sus ojos delatan a alguien que tiene una historia que contar. Bombillas de colores, banderas piratas, buen ambiente y, en medio de todo ello, Jo, sentado con unos amigos junto a una mesa alta. Jo Bell es francés, de la región de los Alpes. Antes de llegar a Cabo de Gata, a principios de los años noventa, trabajó en discotecas y como pie de cámara en algunas producciones cinematográficas. Su Harley Davidson lo llevó por muchos lugares desde muy joven, pero al acercarse a este rincón del sur, Jo sintió que nunca había visto nada igual y quiso quedarse ahí.
En sus inicios en la zona de Los Escullos, se dedicaba a dar y a guiar paseos a caballo; cuando los excursionistas llegaban de vuelta al establo, les apetecía tomar algo, por lo que a Jo se le ocurrió poner una barra que sería, sin saberlo, el germen de lo que hoy es su bar. Cada vez más concurrido, este aventurero de origen francés fue completando el lugar con enseres personales, regalos que le hacían y objetos adquiridos en el rastro con un imaginario común: el sabor a rock, las motos y las banderas piratas.
Nuestro anfitrión confiesa que nunca ha pensado en publicitar su bar, no le hace falta; funciona muy bien el "boca a boca" en este lugar que abre sus puertas desde junio hasta septiembre, en los meses donde cuerpo y mente se ponen de acuerdo en que lo mejor es pasar las noches bajo las estrellas.
Todo el personal que trabaja en el local son amigos de Jo, como Malko, que lleva seis años cambiando el verano de los Alpes franceses, donde ejerce su profesión como monitor de esquí, por venir a esta tierra que lo es todo para él. Jo tiene claro que quienes visitan el bar "son personas con buen gusto, que quieren sentirse libres y que buscan pasar su tiempo en un lugar especial".
Escuchar al grupo que toca en directo, observar a quienes disfrutan de la noche tomando algo bajo la luna… puede hacerte olvidar la hora que es o que el estío está llegando a su fin, porque en el 'Bar de Jo' el verano termina cuando cierra sus puertas hasta la próxima temporada. Podríamos decir que tiene un pacto con el sol. Hasta entonces, podemos pasarnos por allí a seguir soñando mientras retumba la última frase que Jo nos dedicó antes de marcharnos: "Yo no quiero irme. Almería es vida pura y rock".
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