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Hoy el esquí no es solo deporte, sino, además, todo lo que rodea las pistas. Las estaciones lo saben y se han puesto las pilas abriendo barras irresistibles y colocando mesas exquisitas en los mejores rincones de sus dominios.
Hasta la cota de 1.800 m, la entrada principal de la estación aranesa, y hasta el interior de este chalet de montaña llega el mejor ibérico directamente desde Jabugo, en la otra punta de España. Bajo una pared repleta de perniles enfundados en negro y oro, los cuchillos de Jose son la batuta que gobierna con el mejor tino la música de los pata negra.
"Hay días que preparo más de 100 fuentes y en una temporada caen 400 jamones", explica este cortador incansable. Ya son tres temporadas subiendo desde Huelva para pasarse el invierno cortando embutidos en el valle de Arán.
"A más de un cliente le tenemos que enseñar nuestras carnes porque no se cree que sean de cochino. Dicen que el sabor que tiene es de otra cosa", cuenta ufano sin dejar de darle al cuchillo.
Su música y refinado ambiente son como un semáforo: todos los que van y vienen entre Baqueira y Beret hacen un alto en sus asientos bajo el calorcito que destilan las estufas. Estamos en Orri, zona a la que se accede en coche, lo que justifica el atuendo no esquiador de algunos clientes.
Ya repantigados en los sillones, nada mejor que una docena de deliciosas ostras Amélie regadas con Moët & Chandon. De postre las no menos irresistibles trufas del afamado Oriol Balaguer, creadas en exclusiva para este lugar. A ver quién es el guapo que sigue esquiando ahora.
Situado en el puerto de La Bonaigua, entrada a Baqueira desde el Pallars, este antiguo refugio caminero es adecuado para un alto en mitad de la esquiada.
"Llevamos años potenciando nuestra oferta gastronómica. Antes la gente comía por necesidad o ni siquiera comía, por seguir esquiando. Ahora hay clientes que suben hasta aquí solo para degustar los menús de alguno de nuestros restaurantes.
El 'Refugi San Miguel' es un restaurante a base de tapas salido del oficio de Paco Roncero, Dani García y Paco de Paz", asegura Javier Deobarro, jefe de restauración de Baqueira Beret.
En el punto que regala las vistas más espectaculares de Candanchú, que, dicho sea de paso, es una de las estaciones de esquí ubicada en uno de los más hermosos escenarios de las montañas españolas, se encuentra este restaurante.
Contemplando un panorama tan alpino a través de los ventanales, descensos como el de la Zapatilla se muestran más seductores que desde ningún otro lugar. Antes de meterle mano, nada mejor que coger fuerzas con las cuidadas raciones de alta cocina que se ofrecen en este local.
Cenar a 2.000 metros de altura en la cima de la montaña no es asunto corriente. Esta borda pastoril se ha reconvertido en el punto gastronómico con más encanto del Valle de Tena.
Solo es posible llegar hasta él durante el día a bordo de una skiratrack, las máquinas quitanieves que pisan las pistas cuando ya están solitarias pero, a pesar de la aparente inaccesibilidad, tendrás que hacer reserva previa si quieres probar su menú a base de especialidades altoaragonesas como carnes a la brasa y potaje montañés.
Mediante el telearrastre llegas hasta un paraje virgen por el que deslizarse y allí, en medio de la pista roja –aunque también hay varias pistas negras– se encuentra la coqueta cabaña.
También podrás subir a cenar de noche pero esta vez tendrá que ser en una máquina pisapistas cuya cabina está adaptada para una quincena de personas. El trayecto, el paisaje y la cena se convertirán en toda una experiencia.
Menos contundente pero igual de exquisita es la barra de este punto gastronómico situado en el sector de Formigal que le da nombre. Sus brochetas de langostinos o sus platillos de frutas con chocolate dan fuerzas suficientes para bajar los 'fuera de pista' de la ladera de Escarra. Si se acompaña con una copa de champagne Mumm tal vez sea mejor regresar por las más amables palas de Escarra y Lanuza.
Platillos como la cazuela de lentejas con foie, el ravioli de merluza con salsa de cigalas y el rollito Astún, que incluye langostinos, puerros y queso, dejan tan buen sabor como las mejores bajadas de la estación altoragonesa.
Desde el centro del dominio, este restaurante es un imán para los esquiadores. El champán Henri Abelé es el denominador común, pero si se prefiere regar el menú con otro caldo, la carta de vinos nos presenta el dilema de quedarnos un rato más a cambio de sacrificar un par de bajadas.
No está en las pistas el restaurante que regenta Francis Paniego, pero no importa. Rumbo a la estación riojana hay que pasar por su puerta y muchos de los que lo hacen son esquiadores, aunque otros se confiesan simples acompañantes.
Llegan atraídos por la cocina que prepara con inconfundible innovación este tres Soles Repsol y dos estrellas Michelin. Aunque tampoco hay que olvidar sus básicos como las irresistibles croquetas. "La receta me la enseñó mi madre. Yo no tengo ningún mérito", reconoce con toda la humildad el laureado chef.
En esta terraza situada en Borreguiles no falta nadie. Punto de encuentro de la beatiful people que pasa por la estación andaluza, esquíe o no; por aquí han desfilado Carmen Lomana, Antonia Dell’Atte, Norma Duval y una legión de rostros conocidos como, entre otros, Álvaro de Marichalar o Felipe VI (una confesión que nos hizo un camarero después de rogarle que nos diera nombres).
Que tanta fama no haga olvidar lo rotundo de las especialidades que aquí se sirven: lentejas con morcilla de piñones y garbanzos con langostinos son algunos de los más recomendables platillos. Como todos, se riegan con el reconocido champán que da nombre a tan acogedor garito.
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