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El té es una bebida sutil y saludable que, a pesar de relacionarla continuamente con el Reino Unido, tiene su origen en el lejano Oriente. Ahora que ha ganado popularidad en España, proponemos tres meriendas que combinan a la perfección con la reina de las infusiones.
El té, que se prepara con las hojas del árbol Camellia sinensis, es originario de China y desde allí llegó a Europa a partir de los siglos XV y XVI en los barcos mercantes de Portugal. En Açores (ahora Azores) se sembró el arbusto y con sus hojas se hacía la bebida como en su país de origen y con el nombre basado en el chino, chá.
Los holandeses también se dedicaron a importarlo más tarde, pero su influencia en Europa, en particular en Gran Bretaña, no llegó a alcanzar las cotas de las que hoy goza hasta que los ejércitos británicos trasplantaron la camelia del té a sus colonias de la península del Indostán en el siglo XVIII, violando la prohibición de exportar la planta de China, como habían hecho antes los portugueses. La palabra inglesa para denominar la bebida, tea, con la pronunciación de la t inicial en esta lengua, es lo más parecido a la original china para nombrarlo, algo así como chai.
No sabrás qué elegir: 'shortbread', 'bolinhos' o sandwiches de pepino.
El té es una bebida muy sutil, mucho más que otras como el café o el chocolate, por lo que hay que cuidar mucho los sólidos con los que se acompaña. Algunas variedades son de aromas más robustos y se sirven con alimentos salados muy grasos y hasta ahumados. Las más habituales en los países continentales europeos convienen mejor para acompañamientos más suaves. En este caso es casi imprescindible un toque salado en la oferta de exquisiteces para una merienda.
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1. Sandwich de pepino
Uno de los bocados que no pueden faltar en un tea time al estilo británico son los sandwiches de pepino. También son típicos los de huevo duro o de salmón ahumado con queso crema.
Es muy importante que el pan no sea industrial.
PARA 2 PERSONAS
TIEMPO DE ELABORACIÓN: 15 minutos
Preparación de Sándwiches de pepino
Comenzar por lavar el pepino y frotarlo muy bien para retirarle las pequeñas protuberancias de la piel, sobre todo las de los cortos.
Cortarlo en lonchas finas, sin llegar a ser translúcidas, pero tampoco gruesas.
Colocarlas en un colador y espolvorear con sal, revolver las lonchas y dejarlo escurrir sobre un cuenco unos 20 minutos.
Mientras, batir la mantequilla en un cuenco e ir añadiendo poco a poco la nata hasta que la absorba sin cortarse.
Revolver con un poco de la pimienta que se elija. Yo prefiero la negra, más aromática, pero la blanca no añade color.
Probar el pepino. Si está bien salado, sin exceso, escurrir apretando en el colador y añadir al batido de mantequilla y nata. Si está demasiado salado, lavarlo bajo el chorro de agua fría y escurrirlo muy bien antes de añadir a la crema.
Probar de sal en ambos casos y rectificar.
Remover con una cucharada de zumo de limón antes de mezclarlo con la nata y la mantequilla.
Cuidado con la parte central del pepino, es acuosa y puede empapar el pan.
Rellenar de dos en dos las lonchas de pan de molde con el pepino en su salsa.
Luego cortar los bordes del pan y cortar cada cuadrado en dos a lo largo o en diagonal, según gustos.
Servir sin espera o reservar cubiertos con papel film en el frigorífico, nunca más de 6-8 horas, pero sacar del frío alrededor de ½ hora antes de servir para atemperar.
NOTA: Es importante que el pan no sea industrial, que no tiene consistencia para soportar el relleno. En establecimientos artesanales hay panes de molde de calidad, y aunque lo más clásico es el blanco, puede ser integral o de centeno, por aquello de la renovación. La nata se puede sustituir por mascarpone, que tiene más cuerpo y añade algo de acidez, siempre agradable con el pepino. Queda delicioso y es lo que más se parece a la clotted cream que serviría para este fin. Si el pepino tiene en el centro muchas semillas, conviene cortarlo a lo largo en cuartos y retirar la parte central, muy acuosa, antes de cortar en lonchas en la mandolina.
El shortbread es una de las mejores pastas de mantequilla del mundo, exquisita, de sabores puros, sencillos pero majestuosos, tal como es el estilo escocés. Una maravilla ideal para acompañar la finura de un buen té y que, además, no es difícil de hacer.
Estas son las pastas que las familias o los pasteleros marcan con el escudo o el sello que identifica con orgullo sus ancestros, ¡son escoceses! Se pueden cortar en pastas rectangulares largas, como dedos, uno de los formatos más clásicos, o en círculos precortados en gajos, lo que mejor parezca a la hora de servir. En todos los casos, extraordinaria.
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PARA 4 PERSONAS
TIEMPO DE ELABORACIÓN: 1 hora
Preparación de 'Shortbread'
Encender el horno a 165 ºC y preparar la bandeja del horno con papel engrasado con mantequilla o silicona.
Si el azúcar es de grano muy grueso, como suele ser en nuestro país, España, molerla un poco en un robot de cocina. No cuesta nada y facilita mucho el trabajo.
Mezclar las harinas con el azúcar.
En el centro de la masa hacer un pequeño hoyo, echar la yema, la mantequilla no muy dura pero no fundida, la nata y amasar los suficiente para unir todos los ingredientes.
Sobre la mesa enharinada amasar un poco para igualar la masa, porque tiene harina de arroz, que tiende a desintegrarla.
Un dulce elegante y fino, perfecto para infusiones.
Enharinar la mesa limpia y estirar con el rodillo la masa en un rectángulo lo más regular posible y a un grosor uniforme de 1 cm.
Con un palillo pinchar la masa por todas partes.
Con un cuchillo o una rueda lisa cortapastas cortar la masa en rectángulos del tamaño de 1 dedo índice, más o menos, unos 7-8 cm de largo y unos 2,5 cm de ancho.
Con una espátula ir trasladando los shortbread a la bandeja del horno, un poco separados.
Otra posibilidad es estirar la masa en el papel o silicona que va a ir sobre la bandeja del horno en una o dos circunferencias más o menos iguales.
Marcar los cortes en gajos desde el centro con un cuchillo o la rueda, sin llegar hasta el fondo de la masa después de pincharla con el palillo y, si se desea, marcar con un sello en la parte más ancha de los gajos.
Cocer en el horno hasta que estén dorados.
Fuera del horno terminar de cortar las pastas cuando se han cocido juntas y no se ha cortado hasta el fondo.
Dejar enfriar antes de trasladar a la fuente de servicio.
Al ser una pasta uniforme, se puede cortar como más nos guste.
3. 'Bolinhos de pinhoes'
Estos bizcochitos de Portugal de sabores sencillos acompañarán muy bien un té, el chá que llegó con los navegantes portugueses a las islas Azores hacia el siglo XV. El piñón es uno de los frutos secos más refinados de la despensa mediterránea y peninsular. Y tiene la virtud de ennoblecer los dulces más humildes, como estos.
La última propuesta viene de los vecinos portugueses.
PARA 4 PERSONAS
TIEMPO DE ELABORACIÓN: 1 hora 30 minutos
Preparación de 'Bolinhos de pinhoes'
Mezclar la harina con la sal, la canela y el azúcar.
Amasar con la mantequilla hasta conseguir como un conjunto de migas.
Añadir los piñones, la yema de huevo y la clara necesaria, cucharada a cucharada, hasta hacer masa sin trabajarla demasiado.
Dejar reposar a un lado de la encimera durante 20-30 minutos.
Un plato bonito, la luz entrando por la ventana y un té con 'bolinhos' al llegar a casa.
Encender el horno a 165 ºC para que se caliente mientras la masa reposa.
Formar bolitas del tamaño de nueces y colocarlas, no demasiado juntas, sobre la bandeja del horno guarnecida con papel de horno o silicona.
Introducir en el horno y cocer unos 15-20 minutos, hasta que estén apenas dorados.
Espolvorear de azúcar molida al sacarlos y aún calientes.