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Cuando estemos en el mercado, el supermercado o la tienda especializada, aconsejamos comprar pequeñas cantidades de queso, sobre todo cuanto más blando y tierno sea, porque el frigorífico lo endurece muy rápido. Si podemos, además, probémoslo antes de llevárnoslo a casa, para que no haya sorpresas.
Es lo primero que tendremos que tomar en cuenta. Es la huella digital del queso, que nos contará cómo ha sido madurado, si es natural, tratada, pintada o lavada. En España, solemos encontrar los industriales con corteza natural (caso del Manchego o el Mahón), cepillada, untada en aceite o manteca o con pintura de distinto color. En cualquier caso, no afectan la textura y sabor del queso. En los tipos de queso artesanos, es normal que estén recubiertos de su flora natural, que sí aporta matices aromáticos.
En función de su pasta, podemos descubrir la leche del animal del que proviene, su maduración o, incluso, si se ha conservado bien. Los quesos jóvenes de vaca son de color blanco amarillento, los más curados son de un amarillo más intenso. Los de cabra jóvenes son blancos, los de oveja semicurados y tortas blanco hueso (que podría cambiar hasta un amarillo tenue si están más maduros) y los azules deben presentar vetas azuladas y verdosas.
Ya sean casi del tamaño de la punta de un alfiler (minúsculos) o de 2 a 3 milímetros, los agujeros son normales en algunos quesos. Importante: que sean ojos de contorno perfecto, sin fisuras.
Tengan una corteza sucia, agrietada o aplastada, diferencias muy marcadas en el color de la pasta, trozos duros en un queso de torta o moho en el interior.
Amigos, no vale con sacar el queso de la nevera apenas unos minutos antes de tomarlo, porque nos estaremos perdiendo muchos de sus sabores y aromas. Lo mejor, entre 18 y 25º C (los semiblandos más hacia los 18 y azules y tortas más hacia los 25).
La temperatura y la sequedad son dos grandes enemigas del queso. Por ello, tomemos nota: si lo guardamos en la nevera, optemos por el compartimiento de las verduras, envuelto en su envase de origen o con papel film. Los quesos de pasta dura hay que preservarlos entre los 8 y los 12º C, los de pasta blanda y azules entre los 4 y los 8.
Un apunte adicional: si queremos conservarlos por más tiempo, guardémoslos en lugares más fríos (de 4 a 6ºC) envueltos en un paño humedecido con agua.