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Es casi seguro que todos recordemos la frase “en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”, pero es menos probable que rememoremos la siguiente, que viene justo después de la primera “una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos”.
Así empieza El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, punto de partida para compartir algunos detalles sobre las referencias a alimentos, bebidas y recetas que hay en el libro, aunque no sea uno particularmente dedicado a rimbombancias gastronómicas, de las que Cervantes huyó, en esta novela se nombra “cena”, “cenar”, “cenaron” y “comida” en 19 oportunidades.
Figuran la olla podrida (sopa con tres vuelcos, el líquido, las verduras y las carnes) de la época tenía más vaca que carnero y recibía con los brazos abiertos las sobras de garbanzos y otras legumbres; otros platos de cuchara y potajes, como aquel que hizo exclamar a Sancho “dos manos de ternera que parecen uñas de vaca están cocidas con sus garbanzos, cebollas y tocinos, y a la hora de ahora están diciendo cómeme, cómeme”.
También los duelos y quebrantos (huevos con chacinas de cerdo y sesos), el cordero y los platos de caza (en especial de la menor) sobre los que Cervantes escribió “aquel plato de perdices que están allí asadas y, a mi parecer, bien sazonadas”.
El pan aparece 65 veces, la cebolla unas 10, el tocino nueve, los huevos ocho (de las que dos ocasiones son de avestruz y otra de pescado, el “cavial”), las aceitunas en un par de momentos (en uno de ellos dice que “secas y sin adobo alguno”), el queso figura en 19 referencias y el requesón en nueve.
A pesar de no tener comidas sustanciosas ni copiosas, sí bebían. De hecho, Cervantes menciona al vino en 44 situaciones y parecía estar bastante al día en alimentación y salud, sobre todo porque Don Quijote recomendaba a Sancho: “Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”.
Algo, igualmente, conocía de modales pues sugería a su escudero que no comiera ajos ni cebollas para que no sacaran por el olor su “villanería”, ni “erutar delante de nadie”.