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Lovnis. De los creadores de Arzábal y Club A, apareció hace escasos meses al barrio de Salamanca este amplio local especializado en los platos combinados. Albóndigas, pollo asado y diferentes acompañamientos servidos en formato plato único y con una clientela de lo más diversa. La tradición, en Madrid, también existe entre los novatos.
La Candela Resto. Desde Valdemorillo, la pareja formada por Samy Ali y Sión Calderón viajó hasta el barrio de Ópera para ofrecer su menú degustación en platos de duralex (los de las abuelas amarillos y verdes). Un espacio pulcro para tomar, por ejemplo, un guiso de chipirones y rabo de toro, un gazpacho de diferentes tomates (y un chorrito de vodka) o alguno de sus ya famosos kebabs.
Sala de Despiece. El lugar recuerda a un frigorífico de matadero. Claro, como si fuera una sala de despiece, con los cubiertos colgando de barrotes industriales sobre la barra (único espacio del restaurante en donde comer). Los camareros, que también son cocineros, juegan aquí con el comensal invitándolo a acabar algunos de los platos sobre la mesa. Así ocurre con su chuletón, que sirven en carpacciopara rellenar con trufa y tomate. Invitamos a que el cliente pregunte lo menos posible y se deje seducir por los productos en crudo que aparecen en la carta.
Taberna Pedraza. Carmen Carro y Santiago Pedraza probablemente no se imaginaban el éxito que iban a cosechar en tan poco tiempo. Su cocina sencilla y para compartir se conoce ya en toda la ciudad. Ahora, también en verano, se puede disfrutar de su tortilla al estilo de Betanzos, sus croquetas líquidas o su cecina de vaca vieja con 24 meses de maduración con una copa de vino muy bien seleccionada.
99 Sushi Bar (Eurobuilding). Todo un clásico de la alta cocina japonesa en Madrid, con una carta que recorre la tradición y la vanguardia del país nipón. Pescados desconocidos y sushi elaborado frente al comensal son solo un pequeño avance de lo que podemos encontrar en este restaurante, con recetas japonesas preparadas con productos españoles, como las ortiguillas.
StreetXO. Barra, barra y más barra (pocas mesas y una terraza), con firma de alta cocina, en la séptima planta de El Corte Inglés de la calle Serrano. Quien se ha convertido en el cocinero más popular del momento se divierte aquí con platos que unen churros y tuétano o fresas y orejas de cerdo. Un restaurante canalla y callejero, tanto, que los platos escasean y los cubiertos son de plástico. Como novedad en este nuevo emplazamiento, una carta de cócteles para que cada uno encuentre su mejor opción.
Ponzano. Los escabeches tienen cerca de dos siglos de historia. Ya fueran árabes o romanos quienes inventaran esta preparación, hoy en día no hay quien pase un verano sin tomarlos. Bien lo saben en este restaurante (también con amplia barra) en donde tomar hasta finales de agosto los de lengua de ternera, perdiz, chicharro o atún blanco.
Caballa Canalla: el joven cocinero Guillem Rofes dirige la cocina de este restaurante (y también bar) que se ubica en el mercado de La Barceloneta, con su terraza abierta a la plaza Poeta Boscà. Los platos que ofrecen son conocidos: boquerones en vinagre, bravas, bombas, cochifrito y un arroz negro de mar y montaña con sepia y costilla de cerdo.
ABaC: Jordi Cruz dirige las cocinas de este establecimiento desde finales de los 2000, que ahora se ha convertido en una de las grandes mesas de la vanguardia catalana. Modernidad y tradición se juntan tanto en su menú a la carta como en el degustación. Un ejemplo son las recetas de tartar de calamar a la romana con cítricos o su versión atemporal de los calçots: puerros confitados con romesco helado y carbón ahumado.
Davita Gastro Market: en este espacio no hay camareros ni menú, sino cocineros que, tras amplios mostradores, cocinan al gusto del comensal con varias cartas que ayudan a elaborar menús personalizados. El hilo conductor es la cocina italiana y cuenta con seis tipos de pasta con salsas de funghi e tartufo nero, ragú o carbonara de salmone, entre otras. También hay antipasti –vitello tonnato, flores de Bresaola o burrata fresca di Puglia- y más de diez pizzas. El sistema es simple, a la entrada el cliente recibe una tarjeta en donde se cargarán los platos y el pago se efectúa a la salida.
Suculent: los dueños se definen como casa de comidas. Unas comidas inspiradas en la historia de Barcelona, también presente en la decoración. Mar y montaña –calamar con foie a la brasa- y recetas de toda la vida –all i pebre, suquet de rape o raya a la mantequilla negra- para disfrutar con vinos y cavas de la zona en plena Rambla del Raval.
Espai Kru: el restaurante del Grupo Iglesias (dueños de Rías de Galicia) inauguró en su planta alta este pequeño bistró en donde el producto se presenta lo menos tratado posible. En su carta se recorre la historia de la cocina desde el principio, cuando el fuego no existía –calamar kru o tartar de solomillo de ternera gallega-. Después llegaron los marinados, los aliños y los salazones –aguachile mexicano de gamba de Palamós, carpaccio de toro con aliño de manzana y jengibre- para acabar descubriendo los poderes del uso de las llamas para la cocción –sopa fría thai con centolla y mango o costillita de ibérico lacada con salsa de ostras-.
Gresca: una cocina moderna, pero muy mediterránea, es la que ofrece el cocinero Rafa Peña en este restaurante, que comenzó con un equipo mínimo y que, poco a poco, se está convirtiendo en lugar de referencia en la Ciudad Condal. Destacan dos menús, el diario, por 19 € y el degustación, con platos como los guisantes del Maresme con tendones y trufa, la ensaladilla rusa con buey de mar o la caballa marinada.
Bar Cañete: Cañete son dos espacios diferenciados, uno de mantel y otro de barra, que es el que ahora nos compete. Una carta para compartir en el que es el bar de moda de Barcelona, por lo que aprovechar para visitarlo en agosto no parece mala idea. Las raíces andaluzas de su dueño, José Parrado (de padres sevillanos que emigraron a Barcelona) se plasman en un menú con salmorejo y frituras de pescado pero en el que tiene cabida el clásico canelón, aquí de pularda rustida ybechamel de foie.
La Taberna del Alabardero: en una casa palacio del siglo XIX se ubica la sede del Grupo Luis Lezama en la capital hispalense. Sus salones son consecuentes con el espacio, con una decoración sobria y clásica. Juan Marcos, el cocinero, cambia la carta según la estación del año, manteniendo siempre platos y elaboraciones de toda la vida. En verano los almuerzos y cenas pueden hacerse en la terraza, con vistas sobre los tejados sevillanos.
Abades Triana: en el barrio de Triana, junto al Guadalquivir y frente a la Torre del Oro, se erige este restaurante acristalado que permite cotillear todo aquello que sucede alrededor el río. El cocinero Elías del Toro propone su menú de tapas, el degustación o el gourmet degustación, además de un menú ejecutivo para tomar entre semana. Aquí la alta cocina venera a lo clásico, con cochinillos asados a baja temperatura, atún rojo y cúpula (rabo) de toro de lidia.
Los Palillos: este no es un bar común. Es más, sus intenciones quedan claras con el nombre completo del local, “sushi jamón bar”. Un español y una japonesa han unido fuerzas para preparar sashimi de jurel, uramaki de jamón ibérico y rúcula selvática o wonton de pringá casera. Muchas de las propuestas están pensadas para tapa o en tamaño ración.
DMercao: el sevillano Jorge Manfredi deja Málaga para volver a su ciudad natal con este restaurante que junta las recetas de la abuela con su conocimiento de la gastronomía asiática. Un local coqueto, con vajilla loza y suelos hidráulicos que fomenta el consumo de vinos andaluces para acompañar el risotto de miso y algas con tempura de choco en su tinta o la lasaña de centollo al kimchi.
No Kitchen: a partir de la segunda quincena de agosto se pueden tomar las locuras que, a falta de cocina, ideó Juanjo López (La Tasquita de Enfrente, Madrid). Quesos, embutidos y conservas de pescado en un local con mucha barra donde los fuegos no tienen lugar. Más allá del laterío, este restaurante cuenta ya con un plato famoso: falso spaghetti de calabacín al pesto. De beber, vermut simple o en cóctel (negroni o dry Martini) además de bloody mary o, mejor todavía, sherry mary.
Ena By Carles Abellán: discípulo de Ferran Adrià en elBulli, donde trabajó 15 años, Carles Abellán se ha convertido con los años en todo un empresario de la restauración. El pasado año llegó hasta Sevilla, donde vio la luz este restaurante en el que, en su día, estuvo considerado como el hotel más lujoso de España, el Alfonso XIII. Tapeo barcelonés y sevillano a partes casi iguales –picos y regañás junto a pan con tomate, queso payoyo y longaniza de Vic o bomba de la Barceloneta y gazpacho- amenizado los jueves por la noche con música en directo. ¿Queremos más? En verano se puede disfrutar de su terraza en la piscina.
Mercado Lonja del Barranco: el de 2015 será el primer verano de este mercado con el que se ha restaurado el antiguo edificio de hierro de finales del siglo XIX que permanecía cerrado. En Madrid el modelo de tapeo de mercado triunfó con el de San Miguel, una estela que seguro pretenden continuar los dueños de este enorme espacio. Hasta 20 locales se asoman al Guadalquivir con una oferta que abarca desde el marisco de Distribumar cocido al momento, al queso de Poncelet, los jamones de Consorcio Jabugo o los salmorejos de La Salmoreteca.
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