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Es uno de los establecimientos con más solera. Su propietario, Javier Gómez, quiso traer "un pedazo de Andalucía" al corazón de la ciudad y lo logró en esta zona donde se traspasaba un bar de referencia del tapeo de los domingos, el 'Madrid', cuyo espíritu ha querido mantener en el nombre, pero que tiró por completo convirtiéndolo en una taberna taurina. Por el local pagó 11 millones de las antiguas pesetas, hace ya 25 años y hoy es un negocio tan consolidado que le ha permitido abrir a la vuelta de la esquina un nuevo 'Camarote', con barra de tapeo, restaurante y hotel, exclusivo y selecto. El único con vistas frontales a la famosa catedral.
Javier se curtió en la marisquería de su familia, la más famosa de la ciudad y con tan solo 18 años ya montó su propio negocio, lo que le ha permitido conocer bien al cliente y ganarse su fidelidad. Él es el primero que llega y el último que se va, pero reconoce que el punto fuerte del bar es la plantilla de camareros y cocineros, con Ana a la cabeza, con los que se siente afortunado. Le acompañan casi desde el principio y han sabido crear un vínculo especial con los clientes, convirtiéndose en una especie de "pequeña familia".
El 'Camarote' ofrece desde el primer día tapas basadas en salmorejo, paella y sopas de ajo en invierno, aunque nunca faltan las patatas y las aceitunas. "Cuando puse el salmorejo de receta tradicional andaluza, nadie sabía lo que era, algunos me pedían salmonetes", afirma Javier, que considera también que "una paella bien hecha y con buena materia prima es algo que gusta a todo el mundo". Pollo, beicon, costilla adobada, chorizo... algunas veces con un poco de jamón, o lacón, son los ingredientes que utilizan con la base de arroz, pimiento, cebolla y con un machacado de ajo y perejil, que le da el color.
Las sopas de ajo también son una receta de la abuela de Javier, una fórmula utilizada por los arrieros en la maragatería leonesa y se hacen usando el caldo de las cabezas de congrio. El 'Camarote' cuenta además con su propia bodega, con dos tintos del Bierzo, y uno de Toro, que sugiere para acompañarlas. El rosado y el Alvarín los recomienda para tomar con las demás tapas.
En enero de 2014 abría sus puertas 'El Clandestino' (Recomendado por Guía Repsol), un bar restaurante distinto a todo y admirado por aquellos que buscan nuevas tendencias. Con una decoración cuidadosamente elegida, y que su propietarios definen como rustic chic, el local ha respetado lo antiguo de un garaje con paredes a medio hacer de ladrillo enfoscado y vigas de madera, pero han incorporado materiales nobles como mármol. En el piso de arriba tienen otro negocio, el primer y único japonés de la ciudad del que asoma un impresionante jardín vertical.
Lita Santín, su hermana Belén y su chico Toni, alma mater de varios negocios hosteleros que reparten entre León y Vigo, están tras esta original apuesta. Cuando te acercas a tomar una cerveza ofrecen, además del típico embutido con queso para las personas de gustos clásicos, algunas novedades.
Los nachos con boloñesa son la especialidad, y la salsa es casera, explica Belén. "Se hace con mucho cariño, con su sofrito de ajito y su cebolla". También tiene mucho éxito la tapa de ensaladilla, siguiendo la receta de su madre, aderezada con salsa de kimchi tailandesa, que se hace con pimienta, col fermentada y un toque de pimentón picante y sriracha, que le dan un toque ligeramente picante. De acompañamiento ponen una tosta de pan casero de masa madre que compran en 'La Flecha' (Santos Ovejeros, 27), una panadería famosa en la ciudad que ha ganado premios por su producto. Lita resalta que, con detalles como el pan o una buena presentación, es con lo que pretenden ir distinguiéndose.
Conscientes del peso de la tapa, Lita y Belén, a las que podemos encontrar tras la barra o en el comedor, aseguran que quieren verlas como "un detalle" que se tiene con el cliente pero que no se hacen, como en otros sitios, con idea de que sea comida única y que llene. En esto coinciden la mayor parte de los negocios de este barrio, que generan un movimiento muy especial y distintivo de gente, que generalmente se mueve de un lugar a otro, de tapa en tapa.
"La situación de un local tiene una importancia vital, que supone más del 50 % de afluencia. También es importante el personal y el producto que tú ofreces", asegura Lita, dejando claro que cuando eligieron abrir en el Romántico, no estaba tan de moda pero el Húmedo les parecía que estaba "demasiado trillado". Ahora se muestran orgullosas de su local, los productos, la plantilla y la acogida del público. "El grado de satisfacción del cliente y su fidelidad compensa todo nuestro sacrificio", explica Belén, que aconseja tomar vinos leoneses como el Prieto Picudo rosado o el Alvarín, y su cerveza, la Estrella Galicia de bodega sin carbono añadido.
Si en tu idea de tapeo buscas algo típicamente leonés, 'La Trébede' es una visita obligada. En el corazón del Romántico, en la plaza Torres de Omaña se sitúa este pequeño barecito, genuino y con la gran personalidad que le impregnan la decoración y su dueño, Jesús González Marcos. Rodeado de telares antiguos (una palabra muy leonesa) que Jesús ha ido recabando de sus abuelos, como radios, teléfonos, planchas o jarras, se prepara una de las tapas más demandadas de la zona, el picadillo con patatas. Aunque cuenta también con un plan B para veganos.
Leonés de pura cepa, (nació en Puebla de Lillo) y de familia hostelera, Jesús tuvo varios años un restaurante en Madrid, hasta que una Semana Santa descubrió el local, se le "cruzó el cable" y se escapó a León en busca de una mejor calidad de vida. Desde entonces, hace ahora 14 años, su trabajo no ha dejado de cosechar buenas críticas. "El Húmedo es el mejor de los reclamos que tenemos y se está poniendo las pilas, pero está un poco machacado por el turismo. Los leoneses se han ido retirando a esta zona", asegura Jesús que cada día compra el género, prepara las tapas y sirve tras la barra junto a su mujer Ana y Sandra, la chica que les ayuda desde hace muchos años y que para ellos es casi una hija.
El punto fuerte del establecimiento es sobre todo la tapa de picadillo con patatas. Así querían sus propietarios que se les identificara y lo han conseguido. "La patata se fríe a baja temperatura para que no se llegue a tostar. Queda casi cocida y luego se congela. Después se fríe muy fuerte para que se haga dorada por fuera", desvela Jesús. "El picadillo, típico en las zonas de matanza, se hace con magro de cerdo aliñadas con especias", señala Jesús que tiene su propia receta a la hora de condimentarlo con orégano y pimentón agridulce.
El propietario deja claro además que si alguien repite su consumición en 'La Trébede' nunca le sirve la misma tapa. "También ofrezco chorizo a la sidra al mediodía. En verano, que es la época, doy tomate de la huerta de Mansilla de las Mulas que aliño con aceite bueno y sal. No tienen nada más pero están para chuparse los dedos". En este barrio los veganos tampoco se quedan sin tapa. Jesús ofrece patatas bravas o con alioli o queso curado, siempre de la zona. Los viernes y sábados hace además una ensalada de berza que según cuenta el hostelero, "tiene mucho éxito". Aliñan la berza con aceite, vinagre, sal, ajo y comino. "La corto juliana y hago mucha cantidad. Con dos o tres repollos tengo para 300 tapas", afirma.
Los propietarios de 'La Trébede' siguen tres principios para destacar. El primero es "hacerlo bien", el segundo: "el cliente siempre tiene la razón, y si no, hay que dársela igualmente", y el tercero: "mantener los baños limpios como los chorros del oro". Además, Jesús recomienda tomar el picadillo con un buen vino de León. "El Prieto Picudo es una variedad de uva muy buena, pero poco conocida y exportada fuera de la comunidad. Trabajamos además con los del Bierzo, que tienen unos tintos perfectos para el tapeo", explica.
Situado en una de las mejores zonas de la ciudad, en la calle Ancha que nace en la catedral, es uno de los locales con más nombre y tradición. Famoso por el embutido, de elaboración casera, tienen en Villamanín, en plena montaña leonesa, el primero de sus tres restaurantes, que abrió en 1945. Tras el éxito de este establecimiento, con amplio restaurante y terraza, está César González que con tan solo 14 años ya ayudaba en el bar del pueblo y que desde hace seis años se asoció con la familia fundadora. César tiene claro que en su negocio funciona el boca a boca y que son los propios leoneses los que lo recomiendan.
Con un corto de cerveza o un vino se sirve un plato que tiene jamón, salchichón, chorizo y cecina o lomo y un poco de pan. "Los embutidos se hacen tal cual se han hecho en el pueblo siempre, sin conservantes ni colorantes", señala González. Explica que la clave está en la curación, que se hace en la montaña, en un clima frío y seco, perfecto para ello. El gerente recomienda acompañar su tapa de vinos de la tierra, "un Prieto Picudo rosado, un Bierzo para el que tome tinto, o el nuevo Alvarín como un blanco afrutado que nunca decepciona", señala César.
Además cuenta con una gran variedad de tapas para el que repite. "Se pide mucho el plato de cuchara y somos especialistas en patatas guisadas con pulpo, o garbanzos con callos o con bacalao, guisos tradicionales con recetas de las abuelas y buenas materias primas de la zona" afirma César. Estos guisos se pueden encontrar tanto en verano como en invierno y a cualquier hora del día porque su cocina funciona de forma ininterrumpida.
¿Quién dijo que en León no se podía disfrutar de las terrazas? 'El Patio' ofrece un reclamo único: tapas y un bonito jardín para todo aquel que quiera disfrutar tomando algo al aire libre en el centro de la ciudad. Guillermo es uno de los encargados más jóvenes de los bares de la zona. A sus 24 años ya es uno de los veteranos del local y reconoce que uno de los encantos del Romántico es que deja a un lado los locales nocturnos y los pubs para ofrecer un ambiente familiar donde también puedes llevar a tus hijos.
"En esta zona la gente viene buscando la tapa nueva, pero luego está tan a gusto que se queda a comer o cenar unas raciones", explica Guillermo, que desde las 8.30 de la mañana que 'El Patio' abre sus puertas, organiza los desayunos, otro de los puntos fuertes del bar. Con el café con leche, que cuesta 1,40 euros, te ponen de forma gratuita un cruasán o un pincho de tortilla del tamaño de un plato de postre.
Las especialidades que 'El Patio' "regala" a sus clientes son productos típicos como la cecina, picadillo, chorizo o la morcilla de cebolla, pero lo hacen de una forma distinta, a modo de croqueta. "Tenemos una gran variedad, como las croquetas de txangurros o jalapeños con un ligero toque picante que junto con la de morcilla, son el producto estrella", afirma el encargado insistiendo en que "su elaboración es totalmente casera y ha ido mejorando la fórmula con los años".
Los clientes allí también pueden tomar aros de cebolla, tiras de pollo empanadas o patatas bravas; la cocina no para. El bar, que también es restaurante, tiene su punto fuerte los domingos al medio día, la conocida como "hora del vermú" y las noches de los fines de semana.