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¡Ay, qué gusto! Cuánto habíamos soñado con este momento. Tocar la copa helada, acercarla a los labios y que la espuma cosquillee mientras dibuja un evanescente bigote blanco. Orgásmico total. Después de más de dos meses de cuarentena alguna cerveza nos habíamos tomado en casa. Pero la primera en una terraza, después de tanto tiempo, nos ha sabido a gloria bendita. Y no solo porque te la sirvieran, estuviera fría y bien tirada –con esos dos dedos de espuma, que marca la tradición–, sino también porque ha tenido ese magnífico regusto a libertad. Poder volver a saborear una caña en un bar, rodeado de los tuyos, significa también esperanza, es otra forma de entender que la vuelta a la "normalidad" está cada día más cerca.
En el mítico bistró galdosiano del 'Café del Nuncio', la luz del atardecer convierte la experiencia de un momento en plena felicidad. Desde que abrieron a las 9.30 de la mañana no ha habido un hueco libre. La gente ha estado esperando más de una hora y media para poder sentarse. Pero una vez que lo lograban no había manera de levantarlos. Xavier Saludes, su actual propietario, nos cuenta que ha habido momentos de más de tres horas sin rotación de mesas. "Un grupo que se ha sentado a mediodía y se han ido a las 23.30 de la noche. Sin dejar de consumir. Primero picoteo, luego cafés y licores, después cócteles, más tarde tres botellas de vino, anchoas y ensaladilla, unas cervecitas, algo de cena...".
Los clientes no parecían muy solidarios a la hora de dejar que otros ocuparan su lugar. Y es que este local de la calle Segovia en La Latina, que reabrió sus puertas el pasado mes de septiembre –con nuevos propietarios– y cuya terraza se sitúa en una escalinata muy característica y popular de la ciudad, tiene un encanto muy particular. Xavier, que conocía a los que durante tres décadas fueron los propietarios, rescató del almacén donde estaban guardadas las mesas, las sillas y las lámparas originales para devolverle su ambiente singular. Sentarse donde lo hicieron tus padres, apalancados con su noviete de turno delante de una caipirinha acabada hace rato, estrujando con la pajita los restos de lima.
En 'Café del Nuncio' se podía reservar para comer o cenar, pero después de la avalancha de este lunes, han decidido no hacerlo. Así evitan problemas con quienes reservan porque al llegar no hay forma de levantar a los clientes, que han decidido consumir todo lo que no han podido en estos dos meses y medio. "Han sido días muy duros, pero hemos vuelto con mucha ilusión de seguir adelante y la gente nos está respondiendo muy bien, tenemos colas de clientes esperando su turno", asegura María, la encargada del local.
La carta te la cantan los camareros y para entrar al baño, que está en el interior, hay que aplicarse gel. Las mesas cumplen la separación y los camareros llevan guantes y mascarillas. Pedimos una caña, un salmorejo y una ensaladilla rusa, que nos sabe a esas noches de verbena de verano de Madrid, aliviadas con una bebida bien fría. Porque sí, también esperamos que vuelvan las fiestas y las verbenas. Aunque por ahora nos conformamos con las terrazas.
De camino al segundo destino, hay que aprovechar lo que queda de tarde, la 'Terraza del Mercado de San Antón' –previa reserva– pudimos comprobar que todos los locales que han levantado la persiana estaban de bote en bote, eso sí, respetando las medidas de seguridad y la distancia social que marca la ley, (al menos, entre mesas, otra cosa es con los amigos).
Se nota que había mucha ganas de volver a los bares y así nos lo confirma también Enrique Lezcano González, director del Departamento de Restauración y Enoturismo del Grupo Osborne, al que pertenece la terraza. "El teléfono no ha parado de sonar desde que se oficializó el cambio de fase, tenemos todo completo para las tres próximas semanas, y he tenido que decir 'no' a mucha gente", señala.
Una vez sentados en nuestra mesa, con la mascarilla puesta, cómo no, nos percatamos de que la mesa vuelve a estar vacía –no hay ni servilletero, ni plantita, ni cubiertos, nada –; el menú se puede consultar a través de código QR. Pedimos nuestra segunda caña y unas tapas, y con ellas llegan también los cubiertos, cerrados en una bolsita individual de papel. Pese a los pequeños cambios, lo esencial sigue intacto: ¡Ir de cañas continúa siendo un plan genial!
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