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“En los foodtrucks no vas a encontrar los platos que sirven los restaurantes habitualmente en sus locales. Esto es diferente. El reto de cada chef consiste en dar una vuelta a su propuesta y adaptar su producto más tradicional a una comida a pie de calle. Y todo con la dificultad de hacerlo en un espacio muy reducido”, me cuenta Pablo Giudice, del restaurante PICSA, al tiempo que introduce una de sus pizzas calabresas en el horno. Su foodtruck es uno de los que nunca faltan en MadrEat.
El horno suena. La pizza ya está lista. Sobre su masa gruesa y esponjosa reposa el chorizo picante, una mezcla de quesos artesanos bien derretida, aceitunas negras y unas grandes piparras en vinagre. El primer bocado sorprende. El segundo, con ese toque picantón, engancha. Para quienes pasen del picante, la pizza napolitana, con tomate, queso picsa, cherrys, ajo arrebatado, albahaca y aceituna arbequina es otro manjar de Dioses, donde la masa elaborada con tres harinas diferentes (y mucho mimo) es el auténtico secreto de su éxito.
Comienzan a caer las primeras gotas de lluvia de la mañana, y me refugio junto a Pablo bajo un toldo improvisado donde termino de saborear la pizza. Aquí Pablo me explica que “MadrEat es también un escenario donde los chefs ponen a prueba sus nuevas propuestas ante el público. En este mercado se dan cuenta si realmente encajan o no”. La gente comienza a sacar los paraguas, pero nadie se mueve del recinto.
Entre las más de 40 furgonetas que participan en la feria, sirven comida de diferentes partes del mundo, desde Indonesia a Perú, pasando por México, Japón o nuestras queridas Islas Canarias. Es realmente difícil decidirse por cuál empezar. De todos, hay uno cuyos colores atraen todas las miradas. Es el brasileño MeRIO. Su furgoneta de rayas amarillas y verdes compite con las pizarras pintadas de tiza de colores, las limas amontonadas y un desfile de más de una decena de salsas que decoran la barra. Tras ella, Juan y Héctor me reciben con una alegría contagiosa mientras sirven uno de sus salgadinhos recién hechos. Su menú es una degustación de la mejor cocina de buteco, muy típica de las tabernas y bares de las grandes ciudades brasileñas, que fusiona los orígenes criollos con raíces hispano-portuguesa. Incluso árabes.
“Tienes que probar el Quibe frito”, me incita Juan, una especie de albóndiga de carne de ternera picada en trigo integral con hierbabuena, cebolla, especias y salsa de sésamo. Procedente de El Líbano, esta receta fue una de las que importaron los portugueses a Brasil y en MeRIO la preparan con toda su esencia. Aún más deliciosa si le añades unas gotitas de lima por encima. Para acompañar, Héctor me sirve un Pao de Queijo, un esponjoso pan hecho con polvito de yuca y horneado con queso. Aún está caliente cuando le doy el primer mordisco. El siguiente plato que me preparan es un Rissone de Camarao, un cucurucho relleno de besamel, gamba y gambón, con un toque de piripiri. Cremosidad en estado puro con ese toque crujiente que estalla en la boca. Sin duda, mi favorito.
De Brasil salto a México para aterrizar en el foodtruck de Tepic, una taquería que elabora una cocina mexicana con mucha personalidad, alejada de clichés y estereotipos. En el interior de la furgoneta, Ángel prepara con maestría unos auténticos tacos al pastor, un platillo originario de Puebla y muy popular en todo México. “El secreto de esta receta está en marinar la cabeza de cerdo durante 24 horas con un aderezo especial hecho a base de vinagre y achote. Se coloca en un trompo artesanal y se baña con jugo de piña, lo que aporta a la carne un toque cítrico”. Imposible resistirse. Me lo sirven con una guarnición que lleva lima, trocitos de piña, cilantro y cebolla. Aún no me lo he terminado cuando Ángel me prepara un segundo taco: el de tinga de pollo, un guiso con chile ahumado y chipotle. “Todos nuestros tacos están servidos con tortillas de maíz artesanales”, me dice orgulloso. La jugosidad de este segundo taco me deja sin palabras.
“No existe modernidad sin tradición”. Este es el lema de Graciana, un foodtruckespecializado en empanadas argentinas. Doradas, brillantes, sabrosas y hechas con muchísimo cariño, como las hacían la tatarabuela, la bisabuela y la abuela de esta familia de Buenos Aires, que curiosamente se llamaban todas Graciana. “Nosotras no quisimos seguir con la tradición de llamarnos Graciana, pero en honor a la familia, bautizamos así nuestro negocio”, me explica Flor, mientras saca del horno una empanada de ternera que deja enfriar sobre un mantel de cuadros.
“Te puedo decir los ingredientes, pero no el secreto de cómo lo hacemos”, me dice entre risas. Tienen un pequeño local en el mercado de Vallehermoso y en todos sus productos imprimen las iniciales de cada sabor. También en la masa de sus empanadas. Sorprende lo bien que mezclan en algunas de sus recetas la tradición con la fusión, como la empanada de setas de temporada con trufa y queso gouda. “Es una de las que más gusta de todas”, dice Flor. Y doy fe.
Dos pasos a la derecha y llego a Japón. Ante mí un cocinero enrolla con sus manos (y mucha habilidad) un cono relleno de sushi. Es el foodtruck de Kirei, segunda marca del famoso restaurante Kabuki. Lo que está preparando Justiano es un temaki de atún picante, una de las especialidades que triunfa en esta edición de MadrEat. Adoro el atún, pero en el menú veo que también sirven temaki de pez mantequilla con toques de trufa. Esa es mi elección. Justiano me lo prepara en cuestión de segundos. Es todo un maestro. Una vez en mis manos, intento comerlo despacio, en pequeños mordiscos que me permitan saborear sin prisa la perfecta fusión entre la delicadeza del pez mantequilla y el intenso sabor de la trufa, mientras el alga nori cruje en cada bocado. Mi pena llega cuando se acaba.
Pienso por un momento en reposar la comida, pero un olor intenso a carne me vuelve a abrir el apetito. El aroma me arrastra directamente hasta MEAT, el foodtruck de la Finca, al que ellos mismos definen como la caravana de la felicidad.Se identifica fácilmente gracias a cuatro grandes iniciales iluminadas con bombillas. Bajo ellas, los cocineros con delantal negro no paran de echar carne sobre dos planchas humeantes. Una larga fila de comensales esperan su turno para hincar el diente a sus deliciosas burgers de buey y ternera. “Servimos hamburguesas con una carne de gran calidad. Llevan pan de leche tostado, un poco de lechuga y tomate. Lo justo para que la carne sea la gran protagonista y lo demás no esconda su sabor”, me cuenta Natalia, una de las encargadas de que todos los pedidos salgan a buen ritmo. La hamburguesa de ternera pesa 110 gramos y la de buey 160. Es fácil diferenciarlas: la de buey sobresale del pan.
Pido la mía al punto y la acompaño con una caña bien tirada de La Virgen, cuyo foodtruck está justo en frente de MEAT. Su cerveza jamonera marida a la perfección con las carnes rojas, con su sabor tostado, algo amargo y con toques dulces como caramelo. “Es una cerveza artesana hecha sin prisas que rompe esquemas”, me explica Aitor. ¿Y el nombre de la cerveza? “Se llama así porque se nos ocurrió mientras comíamos un bocata de jamón”, me dice entre risas. Con las cervezas bien frescas en la mano, brindamos.
Son algo más de la cinco de la tarde y el sol brilla por fin sobre el cielo de Madrid. Hay mucho ambiente y la música del foodtruck de Arzábal pone la banda sonora a las últimas horas de MadrEat. Junto a la furgoneta de color morado me encuentro con Álvaro Castellanos, uno de los emprendedores de la taberna Arzábal, y cuyas propuestas a pie de calle son unas de las que más me han sorprendido. Para empezar sus croquetas ibéricas son ESPECTACULARES (sí, en mayúsculas). “Es el plato que más éxito tiene de todos”, me asegura Álvaro, mientras le pide a Raúl, tras la barra, que vaya echando un par de raciones más a la freidora.
Las sirven pequeñas y redonditas, para poder comerlas de un sólo bocado. Su sabor y cremosidad son de escándalo. ¿El secreto? “La leche de oveja y la falta de harina. Para elaborarlas, se reduce la leche de oveja durante horas. La masa espesa por la propia evaporación del agua, y la grasa de la leche ayuda a conseguir esta textura”, me detalla el cocinero. Otro plato para recrearse es el perrito de oreja, “una oreja confitada a baja temperatura servida en pan de perrito crujiente y salsa de callos madrileños”. Jugosa, con un sabor suave y sobre todo muy castizo. Suena Duele el corazón, el último éxito de Enrique Iglesias, y Álvaro descorcha la primera botella de champán, convirtiendo la clausura de este mercado callejero en una auténtica fiesta.
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