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Queda fuera de duda la pasión de cualquier ciudad de España por el tapeo. De la misma manera que en todo Madrid no hay un barrio que no cuente con docenas de bares con la barra bien provista. Pero en Retiro, un distrito de ambiente familiar, ese momento se disfruta de mil maneras desde hace años: en pareja, al mediodía, con amigos, al salir de trabajo, con niños... Aquí, de lunes a domingo, no hay bar ni restaurante que no cuente con una clientela habitual. Si a esto le sumamos la cantidad de gente que el parque atrae los fines de semana, el resultado es un agradable y multitudinario ambiente de tapeo en el que se respira un contagioso laissez faire.
Tres hermanos (Miguel, Javi y Dani Laredo) son los responsables de la estupenda evolución de este negocio a pesar de la proliferación de nuevos y numerosos establecimientos de hostelería en la zona. La adaptación de la carta (atención a las chuletillas de conejo, la tempura de langostinos o la tapa de huevo escalfado con guisantes y sobrasada), junto con la calidad y el cuidado tratamiento de los pescados de lonja, dan como resultado que el local siempre esté lleno, a pesar de "la masificación que ahora hay en el barrio y que provoca que el nivel, inevitablemente, baje", dice Miguel.
Basta echar un vistazo a su escaparate para entender por qué 'Rafa' es más que una institución. Los mariscos que se asoman al cristal han seducido a artistas, políticos, vecinos y todo tipo de clientes a lo largo de los 60 años que lleva abierto. Miguel Ángel y Rafa Andrés han hecho un arte de seleccionar el género y cocinarlo en su punto aunque hay tapas, como la ensaladilla, "que a pesar de parecer algo menor en contraste el resto de la carta, son también muy demandadas", apunta Miguel Ángel. "Estamos orgullosos de haber llegado a dar de comer a cuatro generaciones de la misma familia", añade.
Ante la pregunta de ¿qué fue antes, la gallina o el huevo? ¿las Monterías o los tigres?, la respuesta es unánime: las Monterías ya existían para dar nombre a esa delicia de mejillón y bechamel empanada dentro de su propia concha, al menos desde 1963, fecha en que abrieron. Pero este bocado no deja de ser una anécdota ante los platos de cuchara (hay que probar las lentejas al curry), caza, arroces o frituras de pescado marca de la casa. Y es que, como señala Miguel Ángel Román, que continúa con el negocio de su padre y es el responsable de la evolución del establecimiento, "mucho ha llovido desde que nos traían el pescado en avión".
A pesar de ser un sitio bien conocido por la clientela habitual del barrio, para el resto de la gente salió del anonimato gracias a la visita que Michelle Obama y sus hijas hicieron en su última estancia en la capital. Esto, sumado a la recomendación del sitio que el entonces embajador norteamericano hizo del lugar, provocó que 'La Castela' pasara a ocupar un lugar en el mapa, aunque ya antes eran bien conocidas su milhojas de ventresca (tapa estrella), las zamburiñas o las carnes y los pescados en general. Porque a pesar de los clientes "de relumbrón", su éxito, con su estética de tasca de toda la vida, radica en que "es un local para todos los públicos", apunta su gerente José Luis Román.
Este local de culto para los vecinos de siempre, con su responsable Jaime Escobar a la cabeza, se puede considerar el guardián de las esencias de la cocina clásica de la zona. De una cocina, gallega, eso sí, que hace que el arroz con bogavante o el pulpo tan auténticos, parezcan de otro planeta. Sus especialidades, junto a mariscos, carnes y pescados, hacen que la clientela más veterana se mezcle con la nueva. Y es que resulta imposible resistirse a probar la tapa de erizos (gratinados al champán o rellenos de changurro) o la "trilogía de ostras" gallegas y francesas, regadas con champán o un godello, ribeiro o albariño.
Una taberna de las de toda la vida. Eso es 'Casa Martín' que, desde 1940, sigue despachando los botellines más fríos del barrio para degustarlos de pie en frente del parque. Aquí no hay que esperar pinchos de autor ni tapas sofisticadas. Los filetitos rusos o los bocados de lomo empanado, mirando a El Retiro, saben a gloria. Como señala Martín Jiménez, "no es fácil llegar hasta aquí, debemos de ser la taberna más antigua de Madrid que sigue en manos de la familia original". Y algo debe de haber porque es muy llamativa la festiva aglomeración de personas, tanto dentro como fuera, que resalta en toda la calle los fines de semana, con la cerveza o el vermú.
No hay que dejarse llevar por la estética del local. Con sus azulejos de toda la vida, y unas enormes fotos del jugador de fútbol Manolo Sanchís, antiguo propietario del negocio y que sigue dando nombre al local, este bar restaurante cuenta con un género de primera (berberechos, gambas, coquinas, navajas…). Sin olvidar los famosos boquerones en vinagre de Carmen Alcocer, alma mater del bar. Si a esto le sumamos su terraza, enfrente de El Retiro, es difícil no quedarse para probar cualquiera de sus clásicos entre las que también se encuentran los caracoles o los cangrejos de río.
Con poco más de dos años de vida, este restaurante se ha convertido en una referencia de la zona. Sus callos, todos los productos derivados del atún (estupendas las tapas de lomo alto o el taco), así como el arroz o fideuá con conejo y verduras, son ya casi imprescindibles. El secreto, según José Miguel Fuentes, chef junto a Laura López, radica en que "sorprendemos al cliente cambiando la carta a menudo, aunque mantengamos los platos estrella". Algo tendrán cuando, según Fuentes, han sido muy bien acogidos en el barrio por el gremio, donde a pesar de la competencia, se sienten "entre compañeros".
Abierto en 2016, se ubicó en la zona porque la clientela habitual es "gastrónoma y del barrio, algo que se pone de manifiesto los días que no hay colegio, cuando los abuelos se presentan con los nietos", según Begoña Sánchez, responsable de compras. Aunque si algo ha aportado, aparte de calidad, es que "somos de los pocos que además traemos clientela de fuera del barrio", apunta el reputado chef Javi Aparicio. De lo que no hay duda es que su local ya es parada obligatoria para degustar los famosos torreznos y el dim sum de txangurro (entre otras tapas de escándalo), aparte de para rendir homenaje a la abuela de Aparicio, pionera en el arte de la raqueta vasca.
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