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El Rastro es un ambiente, sensaciones, gente, olores… es un estado de ánimo sin el que no se entiende el descanso dominical de la capital. Cuenta la historia que la zona adoptó ese nombre a finales del S.XV, debido al rastro de sangre que dejaban las reses camino del matadero o al llegar a Curtidores.
Más allá de la leyenda, vamos por Cascorro, Ribera de Curtidores, las plazas de Campillo del Mundo Nuevo o del General Vara del Rey… callejeamos por un área que se convierte en un hervidero cada domingo sin falta desde hace décadas. Y, cómo no, hacemos parada en bares de lo más castizo. Porque la hora del aperitivo en el Rastro es lo mejor. Compres, no compres, quedes en grupo o vayas tú solo, estas son algunas paradas obligadas en la zona:
El Santurce te traslada 400 kilómetros al Norte sin moverte del corazón de El Rastro. Un bar sin florituras, con barras atestadas de gente durante toda la mañana, y unas brasas echando humo sin parar. Aquí la especialidad son las sardinas. Con una cañita bien tirada, un poco de pan, y pisando servilletas y palillos, nos entran que da gloria.
A la hora del vermut también nos apetecen unas buenas variantes. Gildas, brochetas de encurtidos, unas aceitunas aliñadas… Justo al lado del Santurce estáAceitunas Jiménez, el lugar donde cumplimos con estas apetencias. En verano tienen un gazpacho de aúpa.
Otra parada obligatoria: Casa Amadeo. Famoso sobre todo por sus caracoles. No hay que perderse unos torreznos y un plato campesino a base de huevos fritos, patatas y chorizo dignos de mención. En temporada hacen cangrejos de río. Si no nos cuesta acertar con la carta, si lo es conseguir un hueco en su concurrida barra.
El Muñiz es un clásico entre los clásicos. Se encuentra justo saliendo de los confines del Rastro, cruzando la calle Toledo, pero nos merece la pena andar tres minutos para llegar hasta allí. Barra portentosa en la que cada vez innovan más con las tapas: que si vichissoise, que si un maki, que si calçots en temporada, que si salmorejo… Eso sí: el rey de la casa aquí es el vermut. Servido en vaso alargado de toda la vida, un vermut en el Muñiz sabe cómo estar en casa. Atención que en San Isidro y en las fiestas de La Paloma sacan a la calle la pianola y un paisano vestido de chulapo se dedica a tocarla a cambio de la voluntad.
Con aires y sabores mucho menos de acá tenemos el sitio cubano de calle Santa Ana, el Bar Santa Ana. Un bar que por fuera te parecerá una taberna de aquí pero que dentro huele a son cubano, a trópico, a ron y a comida sabrosona, ideal para una parada de comida más contundente. Pedir ropa vieja es indispensable. Y para beber, mojito sí o sí.
Otro mítico del Rastro que no nos queremos perder es el Museo de la Radio (sabemos de su tapa gratis). Y el domingo ponen paella. Quedamos y van llegando los amigos, con buen ambiente, cervezas frescas. Nos gusta su colección de radios impresionantes y buena música.
Hasta La Bobia llegamos atraídos por el fetiche cinematográfico. Es imposible reconocerlo con todas las reformas y modernizaciones efectuadas, pero es el bar en el que Fabio McNamara y May Paredes esnifaban esmalte de uñas y bebían alcohol por un tubo (sic.) en Laberinto de Pasiones, la segunda película de Pedro Almodóvar. Las sillas de la terraza nos recuerdan el espíritu de aquel 1982. El mural de la pared del fondo va cambiando periódicamente, comisariado por la galería Swinton and Grant, especializada en arte urbano. Foto obligada al más puro estilo “yo también estuve allí”.
Llega el momento en El Rastro en que todos los puestos se ponen a recoger… El ambiente se va disolviendo. Hora de irse hacia La Bicha mirando los últimos restos de postales antiguas, aperos de hierro y decoración de otra época. La Bicha es un bar que solo abre los domingos, y donde pasamos una tarde animada pero sin agobios ni masas. Un bar de siempre (barra de aluminio, azulejos como de la serie Cuéntame…), pero con algunos toques modernos, como las paredes de pizarra sobre las que leemos las propuestas gastronómicas del día, la pared decorada con vinilos enmarcados, o la música que suena, con lo más granado del indie español.
Para comer, cosas sencillas pero riquísimas, de esas que nos gusta compartir: albóndigas, nachos con guacamole, tortilla, migas, croquetas… y un plato del día que cada domingo encontramos diferente. Buenos vermuts, cervecitas tiradas como corresponde y cualquier licor o combinado que te apetezca completan las opciones que ofrece este personal lugar, todo ello con precios muy ajustados. Una opción más que recomendable para culminar un domingo más en el Rastro, en plan informal, y sin reservar mesa ni importar cuántos seáis.
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