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Adentrarse en la Alpujarra almeriense tiene algo de viaje en el tiempo. Sus paisajes desérticos invocan a las diligencias de las películas del oeste y forasteros a caballo. La tranquilidad de los pueblos evoca también otras épocas donde todo iba más lento. Menos conocida que su hermana granadina, esta comarca esconde, sin embargo, bellos rincones, ríos que devoran lentamente las tierras áridas y una gastronomía de marcado sabor tradicional. De la olla de trigo a las migas de sémola, pasando por buenas carnes y vinos, la zona merece una escapada. Nosotros nos adentramos en el triángulo formado por Padules, Canjáyar y Ohanes, pequeños municipios a escasos minutos entre sí, junto al río Andarax y cercanos al desierto de Tabernas. Cuentan con un puñado de bares y restaurantes donde saborear las tapas típicas almerienses, la producción de los viñedos y el aceite local.
"Tenemos más de 30 variedades de croquetas", anuncia el equipo del 'Restaurante Abad', que dirige Antonio Abad. Es uno de los establecimientos con más solera de Padules, localidad que no llega a 500 habitantes. Allí el tapeo se practica al estilo de Granada, es decir, se sirve junto a la bebida, pero no se puede elegir. "Hay una primera, una segunda, tercera… hasta donde llegues", subrayan desde el establecimiento. Ahí caben desde un pulpo frito acompañado de col lombarda a unas migas con tomate, pimiento, chorizo y morcilla.
También el amplio catálogo de croquetas, con una diversidad que va desde las de queso de cabra con mermelada de tomate a las de sepia en su tinta, boletus con foie, espinacas y piñones o algas de la bahía de Cádiz. Ojo, que hay hasta dulces: croquetas de chocolate y croquetas de torrija. Más allá, en la carta hay cocido de hinojo y acelgas esparragadas entre otras delicias locales que Antonio Abad, el propietario, también vende a la hostelería a través de su empresa Sabores Abad.
Azulejos con imágenes de vehículos antiguos, un coqueto salón comedor de ladrillo visto y una pequeña terraza forman parte del 'Restaurante Abad', donde los calamares fritos y el pescado procedente del Mediterráneo –Almería, y su puerto, está a apenas una hora de viaje– son algunos de los platos más solicitados por los vecinos del pueblo que charlan pausadamente. Entre semana tranquilo, el espacio revive sábados y domingos, incluso en épocas de confinamiento, con turistas que buscan una escapada desde la capital. Muchos, además, llegan en busca de Las Canales de Padules, una refrescante ruta por el cauce del río Andarax.
Su culebreo por estas tierras pasa desapercibido a simple vista desde el Mirador del Tajo Faraite, en el propio casco urbano del pueblo. La vista es clara: no cabe duda de que estamos en el desierto. A pesar de ello, hay amplias plantaciones de viñedos en la zona en las que se elaboran vinos bajo la indicación geográfica Ribera del Andarax. Destacan algunos como los de la bodega local 'Pagos de Indalia' o los de la bodega 'Barea Granados', que dispone además de un restaurante a base de raciones y buena cocina casera.
Desde Padules y su casco histórico de influencia morisca, la carretera AL-4402 ofrece un paisaje de pequeñas huertas y plantaciones de almendros. Transcurre junto al municipio de Beires, de apenas un centenar de habitantes, para ascender en dirección a Sierra Nevada. Durante el trayecto, en la radio vienen y van las emisoras marroquíes que se cuelan desde el otro lado del Estrecho. En los arcenes hay chumberas y de fondo se escucha el rumor del río Chico, que viene directo desde el corazón de las montañas.
Superados varios barrancos –el de Jalí, el De los Términos o el Del Hornillo, entre otros– se alcanza Ohanes, primer municipio europeo en ser declarado ecológico, allá por el año 1999. Su fisonomía recuerda a los pueblos alpujarreños como Trevélez o Bubión, un poco más al noroeste y cerca de las cumbres de la enorme sierra. Asomado al barranco de Ohanes, la localidad es pura cuesta. En una de ellas se levanta el 'Café-bar Patry', una antigua hospedería que en su planta baja tenía, hasta hace no mucho, pesebres y comederos para las bestias.
Hoy es un humilde bar regentado por Víctor Fernández y su familia. Un pequeño salón, una minúscula terraza en la calle y otra en la planta alta del edificio se reparten a la clientela. La especialidad de la casa son las carnes a la brasa, las frituras y los platos de cuchara. "Prácticamente todo se sirve en formato tapa, como el secreto, las costillas, revueltos de setas, el arroz o las migas", cuenta Fernández. En pequeñas raciones también se pueden degustar dos de los platos más típicos de la zona: la olla de trigo (potaje a base de carne de cerdo, garbanzos, hinojo y, claro, trigo) y las patatas al ajopollo (cuchareo con la patata como base y muchos productos de huerta como tomate, ajo y pimiento, además de huevos y almendras). La rica ensaladilla rusa o el pisto con carne, de inspiración moruna, son dos buenas ideas para completar el menú.
Desde su azotea se puede disfrutar de una bonita panorámica del pueblo y las estribaciones montañosas del sur de Sierra Nevada, con sus cumbres blancas buena parte del año. De hecho, desde esta localidad parten también algunos senderos que se adentran en el Parque Natural. Cuidado con el invierno: "Aquí siempre nieva", dice Fernández.
Patear Ohanes es sinónimo de subir y bajar pendientes, de pasear por callejuelas tranquilas donde los gatos dormitan sobre viejos sarmientos. Merece la pena dejar el coche a la entrada del pueblo para evitar sustos con las estrecheces y porque estos pueblos se descubren mejor a pie. Ya sea para refrescarse en la fuente junto a la enorme iglesia de la Inmaculada Concepción, construida a finales del siglo XVIII sobre un templo anterior de estilo mudéjar, como para descubrir el mesón 'Los Casteles’, donde la cocina tradicional es también la reina de la casa, al igual que ocurre en el restaurante 'La Orza'.
Con mucha calma, la carretera AL-3404 desciende entre mil y una curvas entre un pinar hacia el río Andarax. A sus pies se levanta Canjáyar, que supera el millar de habitantes y que ofrece unas bonitas vistas desde la ermita de San Blas, ubicada en la parte alta de un cerro, con los olivos y pinares como protagonistas. Existe un museo histórico a lo largo de sus calles, con indicaciones en el pavimento que dirigen hacia una veintena de murales que recuerdan la historia local. Batallas, personajes, tradiciones o la exportación de uva sirven para conocer mejor el municipio.
Algunos de ellos se ubican en la plaza de la Constitución, donde están el ayuntamiento y el restaurante 'El Canario', que forma parte del alojamiento 'La Posada de Eustaquio'. Muy cerca se ubica , 'La Tahá' otro local con menú del día y ricas tapas. Y un poco más arriba el 'Café-bar Joaquín', uno de los favoritos de la población local. En su interior, una gran plancha sirve para cocinar la carne que –en formato muy variado– forma parte de las tapas de buen ver que sirven en esta casa, una estupenda parada para completar una sabrosa ruta de tapeo por la alpujarra almeriense. Ojo, que hay más: la comarca tiene 22 municipios y 800 kilómetros cuadrados, así que aún quedan muchos bocados por descubrir.
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