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Los pinchos en esta tierra siempre van acompañados de una bebida, preferentemente un buen vino navarro. Si además la visita a Tudela nos pilla en jueves, podemos aprovecharnos del pincho pote, una fórmula de origen vasco que aúna tapa y bebida por un precio más reducido.
El triángulo que forman la Catedral, la calle Herrerías y la Plaza de los Fueros es la zona donde se concentran la mayor parte de los locales, por lo que seguir la ruta es también la manera perfecta para conocer el rico patrimonio artístico de la localidad que abarca, además del templos religiosos, palacetes renacentistas y barrocos. Solo el 'José Luis', uno de los bares insignia de la ciudad, se encuentra fuera de ese área, a pocos minutos a pie. Sus huevos con bechamel bien merecen el desvío.
Sobre los mostradores, como no podía ser de otra manera, abunda el verde. La alcachofa, la borraja y, en general, los productos de la huerta son protagonistas también en las tapas, en una ciudad en la que las verduras se tratan con especial delicadeza y esmero. Por ello, las Jornadas de Exaltación y Fiestas de la Verdura –que este año se celebran entre el 20 de abril y el 1 de mayo– son, sin duda, uno de los mejores momentos para conocer, no solo la ciudad, sino su gastronomía a través de las tapas.
Castizo y modesto. El 'José Luis' es un bar de toda la vida y, quizá, el lugar de pinchos más consagrado de Tudela. 35 años después de que sus padres, José Luis Riega y María Jesús Jiménez, pusieran en marcha el local, Javier continúa al frente de un negocio, que se abarrota de parroquianos en las horas punta y que presume de una extensa lista de reconocimientos en el mundo de la tapa.
En el 'José Luis', Tudela está presente no solo en la mesa, sino en todo el local. De las paredes cuelgan algunas de las escenas más representativas de la ciudad, como el chupinazo que marca el inicio de las fiestas patronales en honor a Santa Ana, en julio. Al otro lado, una extensa barra expone un buen surtido de tapas, aunque no todas las que están disponibles, por eso conviene echar un vistazo a la carta e, incluso, preguntar a los empleados. En ocasiones, hay algunas sugerencias fuera del menú como el tartar de salmón con frutas, una de sus últimas creaciones.
Desde que se puso en marcha la tasca, la oferta de pinchos ha evolucionado en número y en técnica y ahora se pueden encontrar desde los más tradicionales, como el fajico de la Ribera –un rollo de calabacín, panceta, queso y gamba–, a otros más actuales como la croqueta de borraja trufada y la alcachofa con rissotto de hongos. Eso sí, hay uno que se mantiene desde el principio y quien lo prueba descubre el porqué: el huevo del José Luis. Un pincho sencillo que consiste en un huevo cocido rebozado, relleno de una suave y sabrosa bechamel que es la seña de identidad de la casa.
"Nada de fritura". Es lo primero que Marcos Milagro, responsable de 'La Catedral', advierte cuando se le pregunta por sus pinchos. Una ausencia que le distingue del resto de bares de la zona. Hay hasta 42 elaboraciones distintas para elegir y todas se basan en la sencillez, que deja completamente al descubierto la materia prima. Quizá sea eso lo que explique que, a pesar de ser uno de los establecimientos más recientes en comparación con otros de alrededor, el local se haya convertido en uno de uno de los templos del aperitivo en Tudela.
El nombre del bar no es casual. Una gran imagen de la Puerta del Juicio de la Catedral de Santa María –icono del arte románico y símbolo de la ciudad– preside el espacio, que ofrece un aspecto renovado y goza de cierta amplitud. Incluso dispone de varias mesas en el interior para aquellos que prefieran saltarse la tradición y disfrutar del aperitivo sentados.
Dos de los bocados más demandados son la gilda –una tradicional brocheta de guindillas y aceitunas encurtidas con anchoas– y el canapé de anchoa sobre una cama de tomate macerado en aceite y pan tostado. La oferta de vinos por copa es amplia y roza la veintena de referencias con precios que oscilan entre 1,50 y 3 euros.
Este bar debe su nombre al famoso pico ubicado a pocos kilómetros de Tudela. Aunque a juzgar por las montañas de pinchos que adornan la barra a mediodía bien podría establecerse algún paralelismo. En las horas en las que más aprieta el hambre, los clientes pueden encontrar alrededor de una veintena de pinchos ya elaborados sobre un pequeño pero bien aprovechado mostrador, además de los que se cocinan bajo demanda.
El interior del 'Moncayo' es el de un bar al uso, modesto, de aspecto rústico y de ajustado tamaño, por lo que es habitual encontrar a muchos de los clientes en las mesas que suelen tener disponibles en la calle. Una posibilidad a tener muy en cuenta en los días soleados o en el caso de los grupos numerosos.
Basta una ojeada para saber que en el 'Moncayo' las frituras y los pinchos rebozados son los reyes, en especial, los de verduras. Calabacín relleno de setas gulas y gambas, pimiento con beicon y queso, y alcachofa con carne picada son algunos de los clásicos, siempre sobre un pan, y con una crujiente cobertura de huevo y harina. Sin embargo, y aunque esta técnica es mayoría, el pincho más popular es el de foie fresco a la plancha sobre una rebanada de pan y aderezado con sal gorda. Un bocado exquisito que sale sin parar de la cocina. Los días de pincho pote (juevintxo) ofrecen bebida más tapa por 2 euros.
No todos los pinchos se comen con palillo. Para los que quieran escapar de las combinaciones más típicas y busquen, además, un ambiente joven y más cool tienen que dirigirse a 'L&Ele'. La decoración con luz tenue, las cadenetas de bombillas y sus espacios diferenciados –con una sala con mesas altas en la entrada y otra con mesas bajas y ambiente más recogido en el interior– marcan diferencias con los locales de alrededor.
El alma foodie de su dueño hace que la carta incluya algunas apuestas más arriesgadas que las de sus competidores. Una muestra del empeño por incorporar nuevos sabores al circuito de tapas de la localidad es el pincho de pak-choi –una col asiática cuya apariencia se asemeja a la de la acelga– que se sirve salteada con una emulsión de aceite de oliva y salsa de soja.
Para aquellos que se inclinen por sabores más tradicionales, que no cunda el pánico, también hay opciones para ellos. Es el caso de la cebolla estofada con vino blanco Chardonnay rematada con brotes. Un bocado de elaboración sencilla pero exquisito, al igual que la penca de acelga rellena de foie con reducción de vino tinto y oporto. Y si queremos rematar la ruta con una copa, el 'L&Ele' ofrece una amplia variedad de combinaciones, incluidos algunos cócteles como el Spritz.
Las paredes de 'Casa Lola' no dejan indiferente a nadie. Sus muros son un museo del deporte en el que cuelgan equipaciones y fotografías de todo tipo de disciplinas y equipos. Su condición de restaurante y no solo de bar, hace que el espacio destinado al picoteo también sea amplio.
Los pinchos van desde los más sencillos, como el de queso con membrillo y nuez o el montadito de tortilla de patata, a otros más elaborados como el de migas con huevo y pimiento verde. Este último es uno de los más icónicos de la casa. Todo acompañado de un chato de sidra.
Aunque seamos honestos. Hay algo aún mejor en 'Casa Lola' que sus pinchos. Si tenemos tiempo y hambre, no podemos dejar de probar algunos de los platos de su carta. El restaurante es especialista en carnes a la parrilla, pero una cucharada de las pochas con verduras –con una salsa espesa, sabrosa y sin pizca de grasa– o un bocado de la tortilla de bacalao es más que recomendable. Entre semana existe la opción de comer de menú por 16 euros.
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