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Ver en él una sonrisa es casi un milagro. Su mirada, encajada en la siempre severa montura de sus gafas, es la pista certera para saber que la ironía llegará en 3, 2, 1… "Los restaurantes son como las mujeres, puedes tener solo uno. Eso es lo que he dicho toda la vida porque, por lo menos yo, no doy abasto. Por eso estoy en 'La Tasquita' [de Enfrente] en cuerpo y alma", dice Juanjo López Bedmar.
Se refiere a lo que él llama "su casa", a un costado de la Gran Vía (Madrid), donde algún neón aún titila en recuerdo de la movida, como los de 'El Porrón Canalla', "un concepto derivado de cuando mi padre y mi madre hacían bocadillos" y que está a un par de pasos de 'La Tasquita', una cincuentona reinventada donde se come una raya a la mantequilla negra y una ensaladilla con caviar de trucha que paran el tráfico.
Hasta el número 6 de la calle Ballesta peregrinan los feligreses del producto casi desnudo o mínimamente transformado, los escrupulosos de la estacionalidad y los defensores de los restaurantes con alma de taberna y ganas de hacerlo bien.
Porque el origen de 'La Tasquita' es el haber sido una casa de comidas y el de Juanjo el de haberse librado de la corbata y el traje de empresario del mundo de los seguros. "Después de este periplo de muchos años [los últimos 17 a su cargo] estamos muy contentos. Vamos perfilando nuestra oferta, tenemos una red de clientes fieles y seguimos en la busca y captura de lo mejor de cada temporada".
Pero, como nada en esta vida es gratis, los viajes gastronómicos han servido para dar forma a ese concepto. "Son los sitios a los que voy sí o sí y que intento distribuir en mis días libres".
"Me parece que es de los pocos restaurantes en España que hacen lo que yo llamo cocina de investigación y desarrollo". Este año volvió y quedó impactado al encontrar una mesa limpia, "sin cubiertos y donde todo se comía con las manos".
Es otra de sus visitas obligadas por la "delicadeza" con la Víctor Arguinzoniz trata el producto y por su "propuesta primitiva" de usar solo el fuego. "Definitivamente, 'Etxebarri' y 'Mugaritz' me fascinan porque son como el día y la noche".
Allí encuentra "la auténtica cocina del terruño" y la "honestidad máxima". Escabeches, pichones guisados y las recetas de caza y setas son ineludibles.
En un antiguo billar de la zona alta de Barcelona, los hermanos Carlos, Cristina y Adolfo Herrero practican "una cocina absolutamente de mercado y dan lo mejor cada día". Es, parafraseando a Juanjo, una casa de comidas del siglo XXI "con mucho corazón".