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Con un cerebro que va a mil y la ilusión de quien habla de lo que hace como de sí mismo, Yong Ping Zhang (o Julio, para hacernos la vida más fácil) elabora una cocina china rabiosamente suculenta, en la que todo "tiene sentido" y se percibe su interés por lograr una rica fusión. Acaba de inaugurar 'Soy Kitchen Madrid', su nuevo restaurante en la calle Zurbano.
Hasta ahora, su buque insignia era 'Lamian', un espacio en el Mercado de los Mostenses que lleva gestionando más de dos años y donde empezó a dibujar el alma asiática de la que haría gala después. Entre periodistas especializados se comentaba del 'chino de los Mostenses' y las reservas empezaban a llenarse a la misma velocidad a la que Julio salía a explicar los platos y la no-carta (lo que había cada día dependía de lo que consiguiera en el mercado de la calle de enfrente).
Este cocinero, que nació en Beijing, aprendió a cocinar en Hong Kong, pasó por Pamplona (de hecho, "Julio" es el sobrenombre que le pusieron los navarros que llamaban para asegurarse una mesa en los Sanfermines ante el esfuerzo de deletrear Yong Ping), se vino a Madrid para "hacer más que rollitos" en 'Soy Kitchen', en la trastienda de la Gran Vía.
La gente hablaba de su fusión, sus atrevidos picantes, de las texturas contrastantes, del sabor... y de una salsa (de receta secreta) que era capaz de dar vida a cualquier producto con el que lograra un roce mínimo, cargada de matices y especias. "La gente está buscando cosas hechas con el corazón y platos con mucho sabor. Yo también", sentencia el cocinero. Estos son los rincones donde lo encuentra:
Asegura Julio que Gonzalo García y Luis Gómez-Bua (de 'Nakeima') y José Fuentes y Laura López ('Kulto') "tienen muy buena mano". Es decir, que fusionan la cocina hispana con la asiática logrando un entramado de sabores y texturas muy original. "En ambos restaurantes está todo riquísimo".
Cuando habla de David Muñoz un destello de admiración sobresalta la mirada de Julio, porque del cocinero madrileño rescata su capacidad de trabajo, el ritmo con el que opera su equipo y la propuesta gastronómica de cocina asiática callejera con fusión hispana.
"En total confianza tengo que admitir que, para mí, Diego Guerrero es un número uno. Es muy, muy bueno". Cuenta que le gustan especialmente sus sabores contundentes pero muy finos y ese juego de culturas que llega a la mesa que "está muy bien hecho" y que es evidente en recetas como el pichón asado en anticucho de ají y quinoa negra.
"Me fascina su carácter muy vasco", que Juan Mari y Elena transforman, con productos del extranjero, en platos "increíbles". Eso sí, apunta, "está siempre lleno y las reservas son imposibles".
Según él, Joan, Jordi y Josep Roca han logrado configurar un restaurante gastronómico de lujo, completísimo, con una carta de vinos absolutamente impresionante. "Estos tíos están por encima de todos los demás. Y son majísimos".
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