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Es, valga la redundancia, una historia achocolatada. Él suizo, ella venezolana, unidos por el amor al cacao. En su haber, años de investigación a ambos lados del océano para dar con el producto perfecto. En la actualidad, un pequeño obrador en Madrid donde elaboran de manera artesanal tabletas, trufas y bombones de la más alta calidad. Es lo que pasa cuando se juntan una de las mejores materias primas del mundo y un proceso de elaboración que define la esencia de un país.
Ardiel Galván y Karem Molina nada tenían que ver con este dulce universo cuando decidieron estudiar, respectivamente, márketing y farmacia. Pero la vida les llevó a aunar el buen hacer de los que más saben del chocolate: la espiritualidad de la tierra que vio nacer a Karem, entre enormes plantaciones de cacaotales, y el rigor suizo con el que creció Ardiel, materializado en una hermana que es maestra chocolatera.
"Hace ocho años comencé unos estudios minuciosos sobre el cacao de Venezuela, que es uno de los que goza de mayor reputación del planeta. Un cacao que crece de manera silvestre, que encuentras en los campos y las ciudades y que, incluso, las familias cultivan en sus casas junto a árboles de cocos o plátanos", cuenta Karem, orgullosa de su procedencia.
Del campo a la universidad, de los agricultores a los científicos y tecnólogos de la alimentación, se fue nutriendo la investigación de Karem. Preguntando, trabajando muy de cerca con los productores de cacao en busca de la variedad genética más fina, tanto de aroma como de sabor, para que el resultado final resulte de lo más exquisito.
"Recorrí plantaciones, visite Chuau, Sur del Lago, la zona de Barlovento... Hablé con profesores y campesinos que están desarrollando una labor exigente para mantener la calidad del producto, tratando de sembrar siempre las variedades trinitaria y criolla", explica. Variedades que son las más sensibles a las plagas y, por ello, las más delicadas pero, también, las que exhiben una calidad suprema.
"Entonces, según fui profundizando en mis investigaciones, surgió mi pasión por este mundo porque entendí el duro trabajo que hay detrás, las condiciones climáticas que ha de tener esta planta: después de ser polinizada su flor, aún tienen que pasar de cinco a siete años para que nazca el fruto del cacao… ¡Imagina la paciencia que implica!", profiere, para añadir después el que fuera su descubrimiento crucial.
"Venezuela tiene una materia prima excelente que crece rodeada de lima y de maracuyá, absorbiendo estos propios aromas. Pero el problema es que no se llega a procesar fino". Y es ahí cuando entra la sabiduría chocolatera de Suiza (que no tiene rival en este campo) a través de su pareja, Ardiel, con tradición familiar en el tratamiento del cacao.
El reto era traer a España este fruto selecto y transformarlo en chocolate como en el país de los relojes. Y con esta idea nació 'Flor D'KKO', un obrador en pleno barrio de Salamanca con aspecto de pequeña boutique. Aquí, en este local cuyo nombre hace honor al origen natural del producto (esa flor que es como una orquídea diminuta) se trabaja a la manera de los artesanos chocolateros suizos pero, eso sí, con la mejor materia prima.
Y además, se hace en directo, a través de una vitrina por la que el cliente puede ser testigo del proceso. "Queremos ofrecer un producto recién hecho, mostrar cómo se hace y que el secreto del cacao, que tiende a ser reservado, esté completamente a la vista. Que se pueda ver de forma transparente cómo se transforma", detalla Karem.
Para ello está la enorme cristalera a pie de calle, ideal para comprobar cómo todas estas delicias están exentas de gluten, así como de conservantes o azúcares añadidos. Cómo todo es natural, orgánico y hasta zen. Desde las simples tabletas de chocolate sin más hasta las que adoptan figuras divertidas (corazones, zapatos de tacón…), pasando por las que incluyen sabores en un maridaje saludable: pimienta roja, sal en escamas, rosa del Himalaya, semillas de chía, sésamo y lino, wasabi, té matcha, pipas de calabaza…
"Todos los ingredientes que son ricos en omega 3, que tienen propiedades estimulantes, que resultan altamente antioxidantes –aclara, desechando también para sus productos todo lo frito y procesado– somos nosotros mismos quienes tostamos los frutos secos, quienes deshidratamos las frutas (arándano, manzana, pera, piña…) que empleamos en nuestro bombones".
Aunque el producto estrella sigue siendo el chocolate venezolano al 72 % de pureza, el repertorio de 'Flor D'KKO' es de lo más completo y variado. Destacamos un delicioso chocolate caliente con canela y otras especias, unas irresistibles naranjas confitadas y bañadas en chocolate y unas trufas para chuparse los dedos con diferentes porcentajes de cacao y coberturas creativas (almendra caramelizada, canela de Ceilán, café de origen, praliné de almendra...). Todo para tomar directamente en la tienda o, lo más habitual, llevar como take away.
Los golosos impenitentes verán aquí un paraíso al que no debieran renunciar. Lo dice Karem, avalada por sus años de estudio. "El cacao es un alimento de base y eso es así desde la época de los mayas y de los aztecas y de todos los indígenas que han poblado el Amazonas". Un alimento que, pese a que en su evolución ha visto cómo se le incorporaba demasiada azúcar y productos lácteos ("una tendencia muy europea") todavía en los países de origen se concibe como sanador. "Hay creencias ancestrales sobre sus beneficios que se respetan hasta el día de hoy", advierte.
Mística aparte, lo cierto es que al chocolate se le atribuye un poder estimulante muy cercano a la felicidad. Según los expertos, sus altos niveles de teobromina y serotonina redundan en vitalidad, reducen la presión arterial, disminuyen el colesterol malo, regulan las hormonas del estrés y mejoran el metabolismo de la flora intestinal.
"Tiene más de trescientos principios activos con infinitas propiedades saludables", remata Karem. Entre ellas, la afrodisíaca como demostraron en 'Flor D'KKO' en el último San Valentín. Para la ocasión elaboraron trufas al 85 % de pureza y les añadieron champagne rosé. Una bomba explosiva que están dispuestos a repetir si el cliente se lo solicita. Por lo visto, como excitante, fue una solución infalible.