Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Quién piensa que en una gallina o un gallinero no hay elegancia, es que no sabe quién fue Deborah Mitford, la pequeña de las famosísimas hermanas Mitford. Ella sí que era una influencer de la época. Las imágenes de la condesa de Devonshire en su castillo de Chatsworth -una residencia a lo Downtown Abbey-, con sus gallinas siguiéndola por los parques de su increíble propiedad, o con alguna gallina entre sus brazos y vestida de gala, se acumulan en el imaginario de los interesados por la historia, la literatura y la elegancia. Decía Decca -otra de las hermanas- que Debo había pasado horas en el gallinero, estudiando la concentración de las gallinas cuando ponían un huevo para trasladar esa expresión a su cara y figura, siempre elegantes.
Hay otros nombres mucho más mediáticos, pero menos aristocráticos, como Nicole Kidman y Julia Roberts, que también tienen gallinas propias, por aquello de tomar huevos frescos y porque quedan muy bien paseando por sus jardines. O por ambas cosas a la vez. A los más apegados al suelo patrio, solo hay que recordarles el placer del marqués de Leguineche -Luis Escobar en La escopeta nacional (ver vídeo)- destacado aristócrata español en decadencia, que sorbe con deleite un huevo fresco sacado de sus gallinas enjauladas. Viajaba con ellas para tener huevos a mano, como reyes y aristócratas en tiempos pasados.
Realizado el repaso que pone a gallinas y gallineros en el puesto que les corresponde, bajemos el listón a la vida real. A las gentes que regresan de la urbe al campo y se permiten tener gallinas y huevos frescos propios; o a quienes disfrutan de una segunda residencia, sea casita de pueblo o “chale”. O entre los llamados “neorurales”; o grupos urbanos que comparten huerto y gallinero. El amor por las gallinas y sus huevos criados en libertad vuelve poco a poco. Muchos comenzaron su afición de la mano de un abuelo o de un padre, con un par de gallinas en el pueblo. Otros, en una escapada de casa rural con amigos y niños, donde había ¡¡gallinas!!.
Para entender a estas gentes que aman las gallinas y a todo el sorprendente mundo que las rodea, un día nos acercamos a Zamora, a buscar a los expertos. Allí se celebró el Concurso Nacional de Avicultura, Colombicultura y Cunicultura de Raza (tiene lugar en diferentes lugares de la península cada año). Y la impresión fue de alucine, allí se ama a las gallinas y demás aves de corral por encima de casi todas las cosas.
Jóvenes que han cambiado de vida o lo están pensando, cuarentones o cincuentones que llevan años con esto y sonríen cuando se les pregunta por qué, en los últimos años, las gallinas y los gallineros están de moda… Jubilados que siempre soñaron con tener media docena -o decenas hemos visto- de estas aves. Y no sólo para desayunar un huevo fresco, también por amor a una raza de gallinas o a su historia.
Vamos a la española cara blanca, es de las más antiguas y estuvo a punto de extinguirse. Miguel Ángel de Diego, un vasco de Bilbao con más de 20 años en ferias y concursos, un histórico respetado por todos los colegas que le abrazan y saludan cuando se encuentran en el evento, lo tiene claro. “Esta raza -la cara blanca que tiene en brazos- hace unos años protagonizó un billete de lotería. Estaba en peligro de extinción aquí, mientras que en países como Gran Bretaña la cuidaban mucho”.
Miguel Ángel es un amante de las causas perdidas y se enamoró de la “cara blanca”, que tiene otras virtudes. No solo es hermosa, es que también es “ponedora, hasta 180 huevos al año, como la castellana negra, una de las habituales en gallineros”. Su recuperación fue peculiar. A los jueces no les gustaba que la cara blanca no tuviera pelo; o que el babero blanco le cayera tanto. Ahora, para concursar es necesario que su babero blanco quede por debajo y que las orejillas blancas estén por debajo de lo rojo, asomen; la cresta del gallo tiene que ser tiesa, recta, cinco puntas y en la gallina, la de la hembra, inclinada” resume.
A los jueces no les gustaba que la cara blanca no tuviera pelo; o que el babero blanco le cayera tanto. Ahora, para concursar es necesario que su babero blanco quede por debajo y que las orejillas blancas queden por debajo de lo rojo, asomen; la cresta del gallo tiene que ser tiesa, recta, cinco puntas y en la gallina, la de la hembra, inclinada” resume.
Hace años a un campeonato español o una feria “no acudían más de 1.100 animales, ahora más de 3.000... bien cuidadas, se piensa en el bienestar animal, las jaulas y las aves limpias; los concursos son serios”, cuenta el criador vasco quien recuerda que nobles que se ocuparon de las aves, los hay y los hubo, como fue el caso de los Marqueses de Urquijo, “quienes tuvieron un papel importante en la recuperación y consolidación de la raza de gallinas de Llodio”.
Suso Soneira es juez, pero su negocio es criar vino en la Ribeira Sacra. Las gallinas “Soneira” son un hobby. Le encontramos haciendo de profesor ante otro aspirante a juez y nos explica las claves para juzgar una raza: “Hay un estándar en España y en Europa para las razas: cómo tienen que tener la cresta, medidas de altura de arriba a abajo, el plumaje y su calidad. Estamos en un campeonato, pero cada concurso tiene su novedad".
Esta vez ha llegado “la camerana“ de la Sierra de Cameros (Rioja), que es la primera vez que se presenta y está en peligro de extinción. "La Federación tendrá que decir si cumple ya los estándares para ser raza; un pedigrí completo, de su historia incluso de siglos”, puntualiza el juez, un profesional viajado, que se molesta en acudir a los concursos internacionales de Europa.
Julián Salinas está entregado a las gallinas desde pequeño. Él ha venido hasta aquí con su Castellana Negra y la Pardo de León “de cuyas plumas se hacen moscas para pescar trucha”. Además, la Pardo de León pone unos huevos de buen tamaño. Aunque se queja de la burocracia para montar algo que debería ser sencillo, un gallinero, no va a dejar está afición por nada del mundo. Daniel García Benito ha llegado desde Barbate (Cádiz), con sus gallinas sureñas. Aspira a convertirse en juez, por eso presta atención a todo lo que se dice en los alrededores, por jueces y expertos. Es otro de los jóvenes que se ha embarcado en esta historia de las gallinas.
Los expertos consultados están de acuerdo en que, en los últimos años, la media de edad de jueces y aficionados ha bajado. Ahora además han salido fuera a aprender al extranjero, a lugares como Alemania y Francia, que son pioneros. Y Gran Bretaña, un clásico en la historia de gallinas y gallineros.
Al lado de Daniel se mueve feliz Miguel Machado Villacañas (de Jaén puntualiza), que se declara amante de las gallinas desde los cinco años y también ha traído sureñas. “Cuando en casa no me encontraban, sabían que estaba metido en algún gallinero”, señala Miguel, señor maduro para quien no es problema tener una edad para aspirar a juez. Es un corredor de la vida, “he sido peluquero en Burgos y he vivido en Ruanda”. Una muestra de que los amantes de gallinas y huevos no tienen perfil determinado.
Suso nos da consejos para montar nuestro primer gallinero:
En general... ¿cómo valorarías la web de Guía Repsol?
Dinos qué opinas para poder mejorar tu experiencia
¡Gracias por tu ayuda!
La tendremos en cuenta para hacer de Guía Repsol un lugar por el que querrás brindar. ¡Chin, chin!