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Este año el Mercado municipal de los Mostenses ha cumplido 75 años, una solera que no le resta interés, al contrario, le suma, porque este mercado sigue siendo una de las plazas más vibrantes de la capital. Este edificio ostenta el título de ser el segundo mercado más grande de Madrid, después del Mercado de Maravillas.
En sus dos plantas se combina todo lo imprescindible -una amplia selección de productos de temporada a precios competitivos- con lo sorprendente, amén de otros puestos básicos y singulares (arreglos de ropa, cerrajería, afilador e, incluso, retratos al óleo), y una amplia oferta gastronómica donde desayunar y comer tanto in situ como para llevar.
Pero empecemos por la historia de este emblemático monumento vivo de la capital. En 1868, el ayuntamiento de la ciudad decidió construir una serie de mercados que mejoraran el caótico abastecimiento de la población, basado principalmente en la venta de productos en tenderetes callejeros. En 1870, empezaron a construirse los dos primeros: uno en la plaza de la Cebada -por entonces llamado de Riego-; y otro en la Plaza de los Mostenses.
Similar al parisino mercado de Les Halles, el primer Mercado de los Mostenses era un magnífico inmueble construido en hierro y cristal, el cual fue inaugurado por el Rey Alfonso XII en 1875. Con motivo de la creación de la Gran Vía, fue derribado en 1925 -durante la construcción de su tercer tramo- y hubo que esperar hasta 1946 para que el enclave contara con otra plaza de abastos.
El mercado actual, de estilo racionalista, es obra del arquitecto Carlos de Miguel y fue alabado por la prensa de la época como uno de los mejores de España “por su acondicionamiento y modernidad”. Aunque fue bautizado como mercado de Santo Domingo, pronto se le empezó a llamar por la población como “de los Mostenses”, en recuerdo del establecimiento original. Hoy sigue siendo un punto de encuentro de vecinos y foráneos, animado por el arte urbano que decora sus paredes, puertas y escaleras, ya que es es sede del Festival Pinta Malasaña, en el que participaron en su última edición artistas como Teje la araña, Marcos Casero, Dirty1984, Stoolstreetart, Yoshihito Suzuki o Libertad Ballester.
Lo que más destaca del mercado es la procedencia de sus mercancías. No sólo hay productos locales, sino también de África, de Asia o de Latinoamérica. Gracias a las estimulantes fragancias, a los visitantes más viajados se les vienen a la memoria recuerdos de lugares exóticos visitados hace tiempo.
Empecemos a recorrer sus galerías. Grosso modo, la planta de arriba se centra en frutas y verduras, mientras que la de abajo lo hace en carnicerías y pescaderías. Repartidas entre las dos, hay otro tipo de productos como pollerías, casquerías, variantes, embutidos, conservas… y, por supuesto, restauración.
Aunque ahora muchos de los puestos no tienen nada que ver con lo que eran hace décadas, algunos mantienen los letreros originales. Este es el caso de ‘Frutería Jiménez’, que ahora se dedica a los vegetales procedentes de Asia. Además de jengibre, batatas y guindillas, aquí hay papayas verdes, berenjenas chinas, pak choi (una especie de acelga que ya empieza a ser muy conocida por estos lares), pechay o col china, upo (una especie de calabaza de color verde y sabor delicado), la vistosa pitaya o fruta del dragón, o melones -“este verano hemos llegado a tener hasta siete variedades diferentes”, comenta el encargado-.
Llama la atención también ‘Verduras Dimar’ por sus secciones de zumos y de granos a granel. El primero es de parada obligatoria para todos aquellos que quieren regalarse una buena dosis de vitaminas. Al estar integrado en el puesto de frutas y verduras, la frescura de las materias primas es un plus. Así, se pueden elegir varios ingredientes: manzana, papaya, remolacha, zanahoria, plátano, pera, melón, piña, granada… u otros frutos tropicales como tamarindo, maracuyá o fruta de estrella.
El smoothie se puede pedir con leche o agua, endulzado con azúcar -o no- y con hielo. Como apunte, siempre tienen el zumo del día a un euro, por lo que es habitual ver a veraneantes y compradores hacer cola antes de empezar sus quehaceres. Su sección de granos a granel merece una parada y admiración. Hay muchos tipos de maíz -como el chulpi o el cancha-, habas y guisantes secos, soja, quinoa blanca, alubias, papa seca o ají panca para hacer salsas picantes.
El mercado es un imán para aquellos chefs -tanto profesionales como amateurs- de la gastronomía latinoamericana. “Aquí nos visita mucha gente de otras provincias para comprar porque a Madrid llegan más cosas”, aseguran en ‘Romy’, un quiosco donde comprar desde harinas (de maca, de huacatay, de arveja…) hasta tamales de maíz e, incluso, Pisku, una cerveza artesanal con un toque de pisco.
La cocina peruana es la más representativa y numerosa en la plaza, no sólo a la hora de comprar ingredientes, sino también en su oferta gastronómica. Teniendo en cuenta, además, que la cocina del país andino es una de las más extendidas, apreciadas y conocidas en España. Ejemplo de ello es ‘Lily’, un pequeño restaurante que ofrece platos tradicionales -como tamal peruano, chicharrón de cerdo, lomo salteado o ají de gallina- y otros con un toque chino -como la sopa wantan-.
Y ya puestos… ¿quién hace el mejor ceviche del mercado? Siendo el plato estrella de la cocina peruana, no podíamos irnos sin probarlo. Después de preguntar entre muchos de los vendedores, la respuesta es unánime: “el de Pedrito”. Así que nos acercamos a ‘Mi Perú’, el restaurante regentado por el chef que amablemente nos prepara al momento uno de sus ceviches.
“El secreto de un buen ceviche lo tengo en mis manos”, asegura el cocinero, “pero, sobre todo, un buen pescado fresco, la verdura y el picante natural”. Mezclar todos los ingredientes en un bocado (el pescado, la cebolla roja -la justa-, la salsa y dos tipos de maíz, uno cocido y otro tostado) es una auténtica explosión de sabor a un precio muy asequible y con la posibilidad de prepararlo para llevar, por si prefieren comerlo en casa. Aparte de en la elaboración del ceviche, ‘Mi Perú’ está especializado en pescados y mariscos, por lo que se pueden pedir otros platos de la carta como parihuela, una sopa con camarones, cangrejos y mejillones, o jalea mixta, una fritura de pescado, calamares y camarones.
Para poner el broche de oro, nada mejor que un dulce. Para ello vamos al puesto de ‘Sarita’, donde sirve desayunos peruanos (con tamales y pan con chicharrón o jamón), pero que cuenta con repostería casera en la que no faltan los alfajores y las esponjosas tartas. En ellas mezcla sabores tan explosivos como chocolate y lúcuma, una fruta también conocida como "oro de los incas" con importantes propiedades antioxidantes. Además, Sarita prepara cócteles, por lo que se puede alargar la sobremesa o alegrar el afterwork.
Una de las secciones que más llama la atención en la planta baja es la de pescados y mariscos. “A nosotros nos sigue viniendo la gente del barrio de toda la vida”, comenta Alba, de ‘Pescados El Bierzo’, “pero un día vimos que había una clientela que demandaba un género que aquí no lo teníamos”. Así que, mientras que en una de sus tiendas ofrece pescados y mariscos de temporada que gustan a los paladares de aquí (gallo, bonito, rodaballo, pescadilla de pincho, merluza…), en otra tiene especies difíciles de encontrar en otras pescaderías como zalema, bagre, raya, cangrejo azul, tilapia, morena o bresca. “Son pescados buenísimos porque son de mar, pero tienen un sabor fuerte que a los de aquí no acaba de convencer”, finaliza Alba.
Entre otros puestos de toda la vida que han pasado de una generación a otra también destaca ‘Villarrubia’, un pequeño estudio situado en el lateral de la escalera donde la artista Maria José Villarrubia vende sus obras en óleo sobre lienzo. En el estudio, Marijose pinta marinas, bodegones, animales, flores, paisajes campestres, infantiles… E incluso realiza retratos por encargo. Pero mejor que contarlo es vivirlo. Comprar alimentos de temporada a precios muy razonables, disfrutar de la riqueza cultural que ofrece la gastronomía, descubrir sabores nuevos o simplemente ver cómo es el Madrid auténtico. Sin duda, un plan muy enriquecedor.