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La fórmula más feliz, la híbrida, que aúna puestos de toda la vida con propuestas de restauración con sentido común, que se nutren de materias primas de las carnicerías, fruterías y pescaderías adyacentes. "Para nosotros el mercado lo es todo. Somos capaces de cambiar la carta cada día con lo que encontramos en él", explica Iago Pazos, de 'Abastos 2.0.', un restaurante ubicado en la parte exterior del Mercado de Santiago de Compostela, que ofrece producto del mar con elaboraciones sencillas, pero originales y sabrosas.
De la misma opinión es Ricard Camarena, cocinero con tres Soles Repsol que posee un bar en el Mercado Central de València. "Es importante que se trate de un mercado tradicional, en el que estés rodeado de productos frescos para que la experiencia sea diferente y con un mayor acento en la parte sensorial".
La Boquería y Santa Caterina (Barcelona), San Miguel y Antón Martín (Madrid), Del Val (Valladolid), Del Olivar (Palma de Mallorca)... La lista ya es larga y sigue ampliándose cada vez que alguien decide montar un restaurante en un mercado tradicional. Para Pazos, esto no es una moda, sino algo que tiene todo el sentido: "Si la clave para conocer un pueblo son sus bares y sus mercados, ¡imagínate un bar dentro de un mercado!".
Tapas y arroces en el mercado más antiguo de la ciudad.
Entre puestos de toda la vida, bares míticos como el 'Pinotxo'.
Típicos almuerzos valencianos y el 'Bar Central', de Ricard Camarena.
Cocina castellana informal y catas y talleres variados.
Ostras, pizza o jamón ibérico en un mercado premium.
Mariscos y pescados de los puestos a la mesa.
Este reportaje aparece publicado en el libro 'Inspiraciones' de Guía Repsol 2018.
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