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Manolo, el patrón del ‘Praia de Coira’ llega al mediodía al puerto de Muros. “Deberíamos haber capturado 200 al día pero solo hemos cogido 50, cada vez hay menos pulpos”, dicen sin perder la sonrisa tras pasar la jornada faenando en los alrededores del Louro, mientras sus dos tripulantes muestran satisfechos los ejemplares. A los pulpos de las rías gallegas les gustan los moluscos, crustáceos y pescados azules como el jurel. Quizá por eso tiene un sabor más intenso que los de otras procedencias. Pulpos como estos pueden estar en 24 horas desde la captura en cualquier lugar de España gracias a ‘Fresco y del Mar’, una web 100% gallega que selecciona lo mejor de la zona desde hace 10 años.
Hace un día otoñal día brillante, un lapsus entre temporales que hemos pillado de casualidad. Quedamos con Fernando Ríos, del restaurante más codiciado de la ría de Muros y Noia, ‘Ríos O Freixo’ (1 Sol Guía Repsol). El pescado y el marisco que emplea en su cocina proviene mayoritariamente de lo que Emilio Louro le surte. Normal que Fernando entrara como socio de manera natural hace unos meses, junto con Pablo Insua y Francisco Rama de ‘Mariscos Ramais’, una cetárea de las pocas que quedan con depuradora de circuito abierto, que renueva constantemente el agua del mar. En la que los bogavantes o las nécoras se encuentran como en casa.
La idea es abrir nuevas líneas, como un obrador propio en la nave a la que se van a mudar en Esteiro para elaborar las famosas empanadas o las croquetas que Fernando ofrece en su restaurante, como nos cuenta ilusionado con el proyecto de hacer crecer una web honesta, en la que se avisa cuando las piezas de pescado y marisco se encuentran en su punto óptimo de consumo, y en la que se respetan siempre las vedas y se fomenta el consumo de temporada.
Muros era uno de los puertos de arrastre más importantes de Galicia. Ahora es de pesca artesanal y marisqueo. Se aprende mucho en su lonja. Mientras van descargando los barcos y se vacían los viveiros que se sumergen en la ría con carnaza -jurel, xarda o sardina-, los camarones saltan como impulsados por una cama elástica. “No se debe meter más de cuatro kilos porque hay que permitir que se muevan. Están escondidos bajo las algas y se necesita que el mar esté picado para que revuelva el fondo y aparezcan. Cuando más hay es en invierno. Es el producto que menos aguanta, es muy delicado, la niebla le afecta mucho y se queda atontado” dicen los marineros.
Embutidos en neopreno, regresan los hombres que capturan las navajas por buceo en apnea, extrayendo una a una de la arena en la que están enterradas. Tono Lagos, que lleva 20 años sumergiéndose a diario, nos explica que “están a una profundidad de entre 0 y 20 metros. Hay una cuota máxima de 30 kilos al día por barco, 15 por cada submarinista, que solemos ir de dos en dos. Las apneas son cortas, de entre 30 y 40 segundos, recuperas en 20 segundos y vuelves a bajar, así constantemente. Este producto está a otro nivel que el que viene de Holanda, por ejemplo, donde lo tienen en mallas de acero. El kilo se paga en lonja a entre 12 y 19 euros, a lo que hay que sumar el IVA y la depuradora”. Tono aconseja ponerlas en la sartén y en cuanto abren y sueltan el agua, añadir un hilo de aceite.
Emilio Louro, más conocido como ‘Milucho’ -que arrancó el negocio-, continúa trabajando con los nuevos socios. “El objetivo era una comercializadora de pescado y marisco de pesca sostenible, que es la que se pesca con métodos artesanales, respetando los ciclos biológicos y los tamaños. Aquí trabajamos al día. Salen las embarcaciones a las 6 de la mañana y entre las 12 y las 17 horas van volviendo. Se pesca en la ría de Muros y en otras costas gallegas, se envía ese mismo día y a la mañana siguiente llega a casa, super fresco”.
Los pescados se limpian y evisceran en un espacio de la lonja, donde María Fernández los prepara al gusto del cliente. Las merluzas de Burela con los ojos brillantes y las agallas rojas, síntoma de frescura, pasan por sus manos diestras, así como el rodaballo, la lubina, el lenguado o el mero, siempre salvajes.
Atraca el Blanca Vila. Jorge y Marcos traen faneca, pescadilla, alistado, chopo, pulpo y salmonetes con esa piel vibrante y su inigualable sabor de roca. Santi, que controla la llegada de los barcos y ayuda a transportar con la carretilla el producto, echa una mano descargando las cajas para llevarlas a la lonja donde se pesan antes de poner el pescado en circulación.
Regresamos sabiendo que cada vez que nos apetezca, todas esas maravillas pueden llegar a casa, con la tranquilidad de estar promoviendo la pesca sostenible y de bajo impacto, además de disfrutar de un producto de lujo con todas las garantías.