Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Estamos encima de una pesqueira, observando y escuchando la potencia del río Miño que baja con fuerza a la altura de Arbo, un ayuntamiento de unos 3.500 habitantes situado en el interior de Pontevedra. Brilla el sol de febrero y enfrente, casi tocamos Portugal. Estos muros de piedra, situados en la orilla ligeramente ondulados, oblicuos al río y paralelos entre sí, han tenido una única función desde que fueron construidos entre los siglos XII y XIII: la pesca de la lamprea.
De hecho, es la única función que continúan teniendo estas lenguas de piedra, que bajan en la dirección de la corriente una después de otra, con un tramo superpuesto entre ambas. Es en este tramo, entre ambos muros, donde se sujeta con cadenas la red, llamada biturón, que tiene forma de cono con un extremo rematado en punta y cuya colocación ya es en sí misma todo un arte. La ponen al anochecer, ya que la lamprea solo se mueve de noche, y la retiran con los primeros rayos del sol. Debe quedar bien sujeta desafiando al río con su cilindro inferior, el bocal de la red, más ancho y abierto, mirando a la desembocadura, listo para dejar entrar a la preciada lamprea que durante esta época de capturas se esfuerza en remontar el río para desovar.
"Las redes las hago yo", nos muestra orgulloso Severo Alonso en su finca, señalando los biturones que tiene colgados fuera de la casa de piedra y, a continuación, los que descansan en el interior del garaje. "Estas otras redes son de redeiro o cabaceira, que se colocan extendidas sobre la corriente de agua. Se llevan más en la parte de Sela, que el río tira menos". A este pescador, retirado por motivos familiares, uno de los más antiguos y expertos de la zona, le brillan los ojos y le salta la sonrisa al recordar todo lo que el río y la lamprea suponen para su familia, que extrapolamos fácilmente a toda la cultura del lugar.
En Arbo hay 270 pesqueiras catalogadas, de las cuales están activas unas 120. A pesar de que los permisos para utilizarlas los concede anualmente la Marina –estamos en aguas internacionales del Miño–, las pesqueiras son privadas, de uno o varios propietarios, pasando su titularidad de generación en generación. La realidad es que hay pocos vecinos de la zona de Arbo que no tengan algún que otro derecho sobre alguna de las pesqueiras. Severo, por ejemplo, tiene ocho pesqueiras en propiedad y es patrón de dos. Su hijo, es patrón de las otras seis. "El patrón es el responsable del pesco (pesqueira), de las autorizaciones y de que se cumpla la normativa", nos explica.
"La pesca de la lamprea viene de herencia, ibas con los padres. Yo me recuerdo descalzo y corriendo con un saco de lampreas. Tendría 12 años", cuenta ante su casa, junto a la carretera. En la montaña, al fondo, se asoman las viñas de los vinos albariño y condado, D.O. Rías Baixas, que junto con la lamprea mueven la economía del lugar. "Antes el río era una fiesta. Veías las luces… el río era el que mantenía la zona. Ibas al río, ibas al café, de noche todos trabajando en el río. Ahora ya no", dice con media sonrisa. Por una parte, ya no tanta gente madruga y trasnocha para estos menesteres y, por otra, el embalse río arriba provoca unas oscilaciones importantes de un caudal que antes era estable, llegando a sumergir los pescos por completo. Cada día miran hacia la corriente de agua, a ver si hoy pueden faenar.
Dado que tan solo se pueden poner unas tres o cuatro redes por pesqueira, aproximadamente, los propietarios se van turnando para capturar, organizándose cada pesqueira a su manera. Dos días seguidos al mes, uno a la semana… cada pesqueira es un mundo cuya organización viene de muchos años atrás y se mantiene de forma oral. En el caso de Severo, él ya no baja al río pero otros faenan sus pesqueiras. De vez en cuando, le cae un ejemplar. Esto, el reparto, es algo que se estila mucho en la zona. "En 2001, yo regalé más de 60 lampreas. En la casa paterna se repartían mucho".
Es por esto que verás a pocos vecinos, por lo general, comiendo lamprea en la multitud de establecimientos de la zona. Pero sí a turistas, muchos, que comienzan su peregrinaje hacia Arbo en cuanto se abre la veda. Más de 3.000 visitantes pasan cada año por el Centro de Interpretación del Vino y la Lamprea del pueblo, cuenta Guillermo Gayoso, responsable y guía del local situado en una casa antigua, restaurada, que hasta 1975 fue la escuela del lugar. Aquí se aprende mucho de las no pocas peculiaridades de pesqueiras y lampreas.
Solo hay lamprea en los ríos atlánticos, especialmente en Galicia –con el río Miño a la cabeza– y en Portugal. Para aquellos que quieran saber qué se llevan a la boca, la lamprea se sitúa en el origen de los vertebrados y más que menos continúa igual que entonces, sin pertenecer a ninguna de las grandes familias animales.
No es pescado, no es reptil ni tampoco mamífero. Vive unos 7 años, tres de los cuales se los pasa enterrado en la arena en lo alto del Miño y otros ríos atlánticos, cerca de dónde nació. Cuando se desentierra, baja río abajo hacia el mar y, después de un poquito de aclimatación al agua salada, se adentra en el océano en busca de su presa. Escoge lo mejorcito de entre los grandes pescados, como tiburones o atunes, y usa su terrorífica boca cilíndrica, con hileras de dientes, para hacer ventosa sobre su víctima y chupar su sangre. Y ahí se quedan, porque las lampreas son escurridizos vampiros acuáticos que se pasan unos 30 meses parasitando en una misma pieza para después, cuando ya son totalmente adultas, soltarse y por instinto volver al río que las vio nacer.
La lamprea solo se pesca en este momento, cuando se acerca el fin de su ciclo vital y remonta el río para desovar. Es por esta razón que la veda se abre por tramos. Primero, en enero, empieza en las desembocaduras, para después ir abriendo poco a poco tramos del río hasta llegar al último, en este caso en la zona de Arbo, donde comienza el 15 de febrero y se extiende hasta finales de abril. Las presas en Arbo son preciadas porque llegan potentes, después de kilómetros de duro ejercicio en el que superan incluso sus escasas dotes nadadoras haciendo parones en las rocas, gracias a la ventosa que tienen por boca, para descansar. Al llegar a la zona alta del río, se aparean, desovan y se dejan caer al río a morir.
Por si toda su historia no es suficiente, señalar que las recetas tradicionales de la zona, tan antiguas como las propias pesqueiras, la cocinan en su propia sangre, aderezada con alguna verdura y vino tinto (a la bordelesa o arbense). Suponemos que por eso se afirma que la lamprea es especial y que o la amas o la odias. Lo que sí es cierto es que seduce a los miles de comensales que se desplazan a esta zona de Galicia para degustarla, porque, a menos que pases por A Guardia, no encontrarás este feo y curioso animal en tu lonja habitual. La lamprea, vecinos con pesqueiras aparte, es un plato para compartir en restaurante y muchos de ellos, siempre en Galicia –de A Coruña a Pontevedra, pasando por Padrón– la incluyen en sus cartas en temporada.
Si eres fan de multitudes, es especialmente conocida la Fiesta de la Lamprea, que Arbo organiza el último fin de semana de abril para celebrar el fin de la temporada de capturas. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, y una de las más antiguas de Galicia, vive este año su 58 edición. Hay una comida oficial, abierta a todo el mundo bajo inscripción, y una degustación popular en una carpa, donde restaurantes conviven con puestos de las bodegas y del resto de motores económicos y sociales de la región.
"En la temporada de pesca sales a tomar un vino y la tertulia de la taberna habla de cómo ha ido el día, las perspectivas para esta pesqueira, si hoy el caudal es apropiado para capturas o no…", nos cuenta Horacio Gil, alcalde de Arbo que, pese a no ser pescador, tiene derechos en la familia y le cae un ejemplar de vez en cuando. "Aquí la pesca es tradicional y sostenible, porque el sistema de pesca permite que gran parte de los ejemplares sigan subiendo el río para el desove. No todas entran en la red", añade, defendiendo también su plan ideal si te atreves con la lamprea de Arbo: darse una vuelta por el pueblo, irse de vinos, ir a comer y pasear de sobremesa por la idílica ribera del Miño, puede que haciendo alguna de las rutas para ver pesqueiras. Toda una tradición viva en Arbo.
En general... ¿cómo valorarías la web de Guía Repsol?
Dinos qué opinas para poder mejorar tu experiencia
¡Gracias por tu ayuda!
La tendremos en cuenta para hacer de Guía Repsol un lugar por el que querrás brindar. ¡Chin, chin!