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El Paseo del Borne es uno de los espacios palmesanos más representativos y concurridos. Sus 257 metros de tiendas de lujo y edificios históricos hacen de esta calle la favorita de locales y turistas. A principios del siglo XIX formó parte de los planes de remodelación de la ciudad; diseñados por el arquitecto madrileño Isidro González Velázquez, conserva ciertas características que la asemejan con el Paseo del Prado de la capital española.
El paseo comienza en la Plaza de Juan Carlos I, o, como popularmente se la conoce: “Plaza de las Tortugas”, por la fuente que la preside, con un gran monolito sujeto por cuatro tortugas en su base. Allí encontramos uno de los bares más emblemáticos y antiguos de la ciudad, el ‘Bar Bosch’.
Este establecimiento abrió sus puertas en 1936 de la mano de Jaume Bosch Coves, con la intención de ofrecer a los palmesanos sus habilidades en el arte culinario. En 1979, Coves vendió el local a la familia Flexas, actuales propietarios, quienes durante todo este tiempo han mantenido la esencia del ‘Bar Bosch’.
Su nombre se hizo tan popular que celebridades del mundo del arte, como Joan Miró, Fernando Fernán-Gómez, Alfredo Landa, Camilo José Cela y un largo etcétera quisieron acercarse a este mítico café. Prueba de ello es su libro de visitas, que cuenta con más de cien firmas de los personajes más ilustres que han pasado por allí. En sus paredes hay muestras en forma de cuadros. Sin ir más lejos, el día que se elaboraba este reportaje, se encontraba en la terraza el pintor internacional Domingo Zapata, tomando una cerveza junto a su familia.
El ‘Bar Bosch’ es el típico lugar de encuentro y el rincón perfecto para merendar su producto estrella: la langosta, un panecillo (llonguet) de miga sabrosa, templado a la plancha, servido con productos típicos de la isla y cortado en tres porciones. Un grupo de personas se sienta en una de las mesas de mármol; son trabajadores de una Conselleria cercana y comentan los nuevos cargos políticos que han entrado en su departamento. Son las 11 de la mañana y han parado a berenar, almorzar en mallorquín.
María y Miguel, vecinos y clientes del establecimiento desde hace más de 30 años, piden un variat, una combinación de platos de la gastronomía mallorquina (ensaladilla, pica-pica, frito mallorquín de marisco, albóndigas, croquetas de pollo, jamón o bacalao, y coliflor y calamar rebozado). Su terraza es un hervidero de turistas y mallorquines que mezclan mochilas de viaje con bolsas de compras.
El paseo que nos conduce de esta plaza a la Plaza de la Reina adquiere el aspecto de un clásico bulevar. Flanqueado por frondosos árboles que cubren la parte peatonal de una agradable sombra, el paseante puede recorrerlo mientras se recrea en la visión de los hermosos edificios que se erigen a ambos lados. El estilo predominante es el tradicional mallorquín, aunque tampoco faltan ejemplos de edificios de inicios del siglo XX, alguno de ellos firmado por el famoso arquitecto mallorquín Gaspar Bennàssar.
Uno de los edificios más conocidos es el Casal Solleric, palacio de la segunda mitad del siglo XVIII, de estilo rococó en el tránsito al neoclasicismo, que perteneció al marqués de Solleric. En el año 1975, el Ayuntamiento de Palma lo adquirió y fue inaugurado diez años después como centro de exposiciones. La diversidad de sus espacios permite llevar a cabo un amplio programa de exposiciones y actividades culturales.
El bar del Casal Solleric ha sufrido una reforma y ha mejorado tanto su aspecto interior como su gastronomía; en el interior, una réplica de una cafetera italiana antigua corona la parte central de la barra. A los lados se exponen algunas litografías, que es lo único que se puede colgar en sus históricas paredes.
La carta es de comida informal, a tono con el espíritu del gastrobar. Aparte de todo tipo de cafés, refrescos y bebidas, tienen una buena carta de sándwiches, ensaladas y pastas. Los clientes de este establecimiento suelen ser extranjeros residentes en la isla o turistas que hacen un alto en el camino para descansar sus pies después de ver una exposición. O comprar un libro de arte en la librería del Casal, y de paso, tomarse una limonada casera o una sangría.
Una de las curiosidades que presenta el Borne son cuatro esfinges, dos al principio y otras dos al final del paseo. Las leonas del Borne son fruto de una de las varias remodelaciones de este paseo, la del año 1895. En ella se restauraron las esfinges, ya que los pechos de las leonas fueron considerados como excesivamente provocativos y se alargaron los dos triángulos delanteros del tocado que llevan hasta que se taparon.
Hace un año y medio este local reabrió como ‘Burger Lab by Adrián Quetglas’. Adrián, cuyo restaurante homónimo en Palma (Recomendado por Guía Repsol) tiene varios premios internacionales, es el asesor culinario de Ginza Project, la empresa propietaria de este nuevo restaurante de hamburguesas de alta calidad. “Me pidieron un nuevo concepto de restaurante, con una cocina de calidad. Hablando con mi jefe de cocina nos decidimos por la variante de las hamburguesas rusas, que además de carne, llevan cebolla, leche, una mezcla de panes... Me gustan más porque tienen mucho más sabor”.
El 'Burger Lab’ cuenta con una de las decoraciones más elegantes de restaurantes de hamburguesas que se ha ofrecido en Palma hasta la fecha. La zona frontal tiene una amplia barra con taburetes altos donde puedes sentarte, aunque también están las típicas mesas para dos comensales junto a la pared. Y para aquellas personas que quieran comer o tomar algo al aire libre, sigue existiendo la terraza junto al paseo.
El local ofrece un menú bastante pequeño de innovadoras hamburguesas caseras, incluyendo las clásicas, italianas, mexicanas y mallorquinas. Un grupo de amigos se vuelven a reunir después de algún tiempo sin quedar y repiten experiencia y piden la Biff Lab Magnun (hamburguesa de ternera, doble de queso cheddar, lechuga, tomate, ensalada de col, salsa rosa y pepinillo), y la especial mallorquina (hamburguesa de cerdo negro mallorquín con sobrasada, miel, queso ahumado, mermelada de higos, tomate y pesto de rúcula). Mientras, dos turistas despistados entran mirando el puesto de tartas y dulces que se encuentra a la entrada del local.
La palabra “borne” es un término que se usaba antiguamente para referirse a los espacios donde se celebraban torneos medievales. Este paseo era una especie de estuario pero una gran inundación en 1403 convirtió las calles adyacentes en auténticas cloacas. Pasado el tiempo, durante la construcción de la quinta muralla de la ciudad, el llamado torrente de Sa Riera se trasladó de lugar. Hoy puede verse el canal junto al museo de arte moderno y contemporáneo Es Baluard. La obra dejó el Borne como espacio público y lugar para la celebración de fiestas, uso que se conserva aún hoy.
En una elegante mansión del siglo XIX se ubica el lujoso ‘Hotel Boutique Can Alomar’ y en su planta principal, con dos terrazas y vistas al Paseo del Borne se encuentra el espacio gastronómico ‘De Tokio a Lima’. Ofrecen una fusión de cocina japonesa, peruana y mediterránea. Y se puede comer en el salón o en su amplia terraza flanqueada por árboles.
En un ambiente acogedor y agradable, el chef ítalo-argentino German de Bernardi ofrece una carta que se renueva dos veces al año con productos de temporada. En una de las terrazas se puede disfrutar a media tarde de los cócteles y bebidas que ofrece el bar. En el interior, el salón es lujoso, discreto y elegante, con numerosas obras de arte que adornan las paredes: fotografía, pintura y escultura abstracta.
Familias nórdicas y parejas palmesanas se distinguen entre los árboles y poco a poco van llenando las mesas de la terraza. Buñuelos de langostinos con salsa de naranja, rocoto y lima. Tartar de atún con aliño de guayaba, aguacate y huevas de pescado. Tarta cremosa de limones de Sóller, merengue y sorbete son algunos de los platos que se consumen a lo largo de la noche.
Al final del recorrido, el viandante puede contemplar la fuente de la Plaza de la Reina. Ésta, a diferencia de la Plaza de Juan Carlos I, no tiene espacio para sentarse. Desde este punto se pueden obtener gratas vistas de la Palma más monumental. Al fondo, los Jardines del Rey y su vegetación, de la cual emerge en segundo plano la Almudaina y la Catedral. Una imagen repetida innumerables veces en las postales, pero que en persona consigue un gran impacto estético.
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