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Hay un concierto de ranas en el aparcamiento. Los sonidos proceden de una charca en el Arroyo de las Cañas. Su cauce, conquistado por los eucaliptus, desemboca unos metros más abajo en la playa del mismo nombre. La brisa sopla ligera con aroma a sal. Y el sol taladra con fuerza. Todos los ingredientes son preludio de un lugar único en la Costa del Sol.
"Nadie piensa que en un lugar que parece más de fiesta que otra cosa haya buena cocina, pero la hay", destaca con seguridad Laura Olivares, que junto a Javier Más-Bagá dirige este negocio que nació a las afueras de Estepona en 2007. Ambos se conocieron en Marbella. Allí conectaron unos caminos que habían partido de puntos diversos. Él es barcelonés y se dedicaba a la música. Ella, cordobesa, se especializó en el arte y la decoración. Trasladaron toda su experiencia y sus viajes por medio planeta –especialmente el sudeste asiático– a este rincón malagueño que parece sacado de la costa gaditana. Un pequeño oasis entre el ladrillo que domina la costa malagueña donde, sin duda, hay que olvidar las prisas. En 'Sonora', todo puede esperar a mañana.
En los altavoces siempre suena buena música. Hay 70 hamacas en la arena, una exquisita zona chill out y sofás donde saborear para siempre un cóctel. También mesas altas cerca del cañizo del arroyo. Y una zona interior que en pleno verano es apenas una extensión más de la playa. La senda litoral –un camino de tablas– parte el chiringuito en dos, pero lo que en teoría parece incómodo en la práctica es la guinda. Basta pasearla para entender que, cuando llegas a 'Sonora Beach', has encontrado tu sitio.
Quizá para más tiempo del que esperabas: también se puede practicar pilates por la mañana o remar en una tabla de paddle surf, opciones que se ofrecen de manera complementaria en un lugar que tiene hasta tienda de ropa y complementos bajo las marcas Nam.nala y Mucholarala. La primera es de Laura y, la segunda, de su hermana.
Con tanto elemento, definir este espacio se vuelve complicado. Lo que está claro es que no es ni un local de lujo exclusivo para unos pocos bolsillos ni tampoco uno de los chiringuitos tradicionales que, a base de pescaíto frito, hay por todas las playas andaluzas. Se acerca más a una pequeña isla de libertad donde la música es fundamental y la cocina un reto asentado. Esta es la primera temporada sin la chef cubana Ania López, pero su sabiduría ha quedado impregnada en un equipo que ahora dirige la italiana Lara Pedri bajo "una democracia absoluta". "Se toman muchas decisiones conjuntas y funciona muy bien", explica Más-Bagá.
Al igual que el mobiliario llegó directamente desde Bali, la carta es una mezcla de la cocina internacional con toques andaluces. "Son sabores tradicionales, pero con toques de sorpresa", cuentan los responsables del restaurante. El plato más simbólico, el único que les ha acompañado desde su nacimiento es el de patatas con salmorejo y huevos fritos. Una mezcla contundente que casa de maravilla con platos más sutiles como el ceviche de corvina o el tiradito de lubina.
Las ensaladas también tienen su hueco, como la barbacoa. Allí, en un pequeño cañizo se preparan los tradicionales espetos de sardinas malagueñas en madera de olivo, aunque también se espeta alguna lubina o se asa un rodaballo. Las brasas también tienen espacio para las carnes, siendo destacado el exquisito lagarto ibérico. Además, hay hamburguesas y opciones vegetarianas. Sin olvidar los arroces –sobresalen el arroz negro y el meloso caribeño–. "Nosotros comemos aquí todos los días y eso demuestra que la cocina está muy cuidada", destacan los propietarios de 'Sonora Beach'. Esta temporada la cocina está abierta desde las 13.00 a las 23.00.
Más allá de la comida, los fines de semana suele haber conciertos y sesiones en directo; eventos que este verano serán más tranquilos de lo habitual para evitar aglomeraciones. A cualquier hora del día, Borja Rodríguez demuestra su pasión por la coctelería añadiendo a los grandes clásicos sus propios cócteles. Una cocina líquida donde cabe un mojito de maracuyá, una piña colada y un moscow mule Martini. Sabores que acompañan a cualquier atardecer mediterráneo y que en este rincón de Estepona lucen diferente.
Hay quien echa de menos el 'Sonora Beach' original. En 2007 era un chambao en la arena que gracias a sus conciertos y las sesiones de dj se fue haciendo un hueco en las agendas de quienes buscaban algo diferente en la Costa del Sol. Ese algo diferente –con un toque de informalidad, seriedad en la cocina y un buen ambiente que impregna la piel– era justo lo que habían planeado Laura y Javier.
"Teníamos muy claro desde el principio lo que queríamos crear", recuerda ella. Tomaron la decisión en el momento justo y en el sitio adecuado. Encontraron en una pequeña playa en estado semisalvaje el lugar ideal para levantar 'Sonora Beach'. "Buena música, buena comida y aportar otra cosa, esos siguen siendo hoy nuestros tres pilares", añade él.
Aquel chambao tuvo tardes míticas, conciertos donde la playa se llenaba para ver caer el sol mientras sonaban los vinilos de dj Floro. Abrían seis meses y cerraban otros tantos. Una década después del nacimiento de aquel chambao, la Ley de Costas les obligó a mudarse. Tuvieron la suerte de encontrar hueco apenas a unos metros. Y aunque todo cambio cuesta, ahora se alegran de ello. 'Sonora Beach' es hoy un proyecto más estable, consistente y con una temporada más larga.
De hecho, se plantean abrir sus puertas incluso más allá de enero. El invierno de 2020 ha sido casi primaveral y, bajo ese precedente, este año promete ser largo. Cuando vuelva el frío, tampoco habrá problema: se cierran los grandes ventanales y se enciende la chimenea. Ver llover en la playa, claro, es otra delicia. Pero hasta que las nubes vuelvan, queda mucho verano por disfrutar bajo el sol en este pequeño paraíso.