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Jamás imaginaron Augusto Chávez y Moncho Fernández, dos de los socios fundadores de 'Mosquito Club', ubicado en la playa de La Canaleta de Punta Umbría, que cuando, recién estrenada la veintena, le propusieron al director de la Escuela de Vela de la localidad que les dejara organizar alguna fiestecita veraniega para los socios, aquello les haría congregar a mucha más gente de la esperada. Es más, nunca se les pasó por la cabeza que aquella inocente iniciativa acabaría por llevarles a tener el que se ha convertido, dos décadas después, en uno de los chiringuitos más emblemáticos de toda Huelva.
Porque “el Mosquito”, como todos lo conocen, es mucho más que un enclave en el que pasar el día en la playa: es un lugar de encuentro efímero -las instalaciones se montan y desmotan cada verano- en el que se fomenta el disfrute por la vida desde todas las perspectivas imaginables.
Rememoramos junto a nuestros anfitriones aquellos orígenes cobijados por la sombra que el techo de cañizo despliega sobre la barra del chiringuito. Para tratar de hacer frente a los calores de agosto, no nos falta un aperitivo bien fresquito por delante. La música suena de fondo, los pufs en la zona chill out se hallan abarrotados de gente disfrutona, y el buen rollo se siente de manera generalizada.
La conversación fluye y, sin remedio, algo de nostalgia asoma en sus palabras: “En aquel entonces, cuando empezamos, éramos los chicos malos de La Canaleta: la música que pinchábamos era totalmente diferente, el ambiente mucho más distendido... Con los años nos hemos ido poniendo más serios en cuanto a la gestión del negocio, como es lógico, pero hemos intentado no perder la esencia de lo que hemos sido siempre, que es un sitio alternativo. Eso es lo que nos ha dado una clientela super fiel”, apunta Augusto.
Por su escenario han pasado nombres como Mártires del Compás, Muchachito Bombo Infierno, El Canijo de Jerez o No me pises que llevo chanclas. “Aquel tuvo la mayor afluencia de público que hemos tenido en los 20 años de Mosquito”, nos confiesan Augusto y Moncho, que suelen trabajar concienzudamente en la programación de cada verano con muchos meses de antelación.
Una clientela devota a los veranos de Punta Umbría que transcurren entre necesarios baños en la playa y la mejor música en directo: fueron ellos los primeros en toda la localidad que apostaron por este formato y, durante 20 años, sus conciertos han sido reclamo para cientos de personas que acudían -y continúan haciéndolo- desde todos los rincones del mapa.
Sin embargo, si hay un momento que todo el mundo recuerda, es cuando tuvieron que transportar un piano de cola hasta el escenario de 'El Mosquito' para la actuación de Dorantes. “Todavía me paran por la calle y me recuerdan esa noche, que fue mágica”, nos dice Augusto. Una cabina de dj alojada en una singular caravana acoge, también, a djs de lo más eclécticos que amenizan las noches del 'Mosquito' hasta altas horas de la madrugada.
Hoy, el espíritu emprendedor y las ganas de sus fundadores no han desaparecido: es eso mismo lo que hace que 'Mosquito Club' se mantenga como referente. “El lema siempre ha sido que ofrecemos una alternativa a la toalla. Proponemos disfrutar de la playa, porque nos encanta, pero a la vez le añadimos ingredientes interesantes”, afirman. Y por ingredientes entendemos esos deliciosos cócteles y copas que son servidos en su barra, pero también una agenda cultural extensa y variada que abarca todo tipo de disciplinas.
Hablamos de cine de verano, de clases de yoga, de talleres de pintura, presentaciones de libros, conciertos y hasta exposiciones. Desde hace un tiempo, 'Mosquito Club' también cuenta con su propia línea de moda, que puede adquirirse en la tienda del chiringuito. Y una jaima que es ya todo un clásico junto a la zona de pufs y mesas bajas, a un salto de la vecina escuela de vela con la que, 20 años después, siguen asociados.
La guinda al pastel la revelan los aromas que emanan de cocina: hace unos cinco años decidieron añadir también lo gastronómico a la oferta de 'Mosquito Club'. Abierta desde las 10 de la mañana, cuando comienzan a servir sus suculentos brunchs frente al mar, cuenta también con una carta repleta de recetas que se han convertido ya en clásicos. Ricos platillos entre los que no faltan la ensalada Soul, hamburguesas, carnes de primera calidad o sus imbatibles tacos de pulled pork. Y es que, con los pies hundidos en la arena, no cabe duda, todo se disfruta mucho mejor.
Pocas personas pueden conocer mejor en Punta Umbría qué significa renacer -literalmente- de sus cenizas, que Pepe “el Tabla”, a quien lo encontramos concentrado en la cocina del chiringuito que lleva su nombre. Ahí, rodeado como siempre de la mejor materia prima, se afana en demostrar, un año más, que su increíble manejo de la plancha no es cualquier cosa.
Sin embargo, poco ha faltado para que este año Punta Umbría no contara con uno de sus restaurantes a pie de playa más míticos: el pasado 8 de abril sus instalaciones sufrían un incendio que acababa con décadas de esfuerzo y trabajo, de sueños y retos logrados. El apoyo de todo el pueblo y de otros profesionales de la hostelería permitieron, aún así, que 'El Tabla' resurgiera y se enfrentara a una nueva temporada repleto de ilusiones.
Aunque el restaurante presente una estructura más sencilla; aunque aún quede mucho por hacer hasta recuperar su aspecto original, la profesionalidad de sus propietarios y sus ganas de hacer disfrutar a su fiel clientela siguen siendo las mismas. 'El Tabla' siempre ha sido un negocio muy alegre”, nos afirma el propio Pepe. Y estamos seguros de que no le falta razón.
Un buen puñado de mesas vestidas con manteles blancos, impolutos, se despliega frente a la zona de barra y cocina sobre la arena. Una hermosa combinación entre lo elegante de un restaurante con solera y lo informal de hallarse, al fin y al cabo, en la playa. De fondo, el azul intenso del Atlántico acompaña trayendo por momentos una agradable brisa marina que hace la jornada veraniega más llevadera.
De un lado a otro, una sonriente Ángela, sobrina de Pepe, se mantiene alerta de lo que los clientes puedan demandar: ya sea coordinando al resto de camareros, tomando comandas o mostrando a los comensales el género del que disponen, desprende energía por cada poro de la piel.
El ritmo de cocina no calma ni por un segundo, y de ella salen constantemente platos con tentadores propuestas: ya sean chirlas o gambas rojas de Huelva a la plancha, un tentador parracho o unos boquerones al limón, el desfile de delicias de lo que el mar provee por estos lares es infinito. Para empezar, eso sí, no fallan ni la ensaladilla, ni la mojama. ¿Será por opciones?
Sin embargo, el festín gastronómico no es lo único de lo que se disfruta en este mítico rincón de Punta Umbría: desde hace unos años, 'El Tabla' también ameniza sus tardes de verano con conciertos con los que alegrar el alma. Porque el verano está para eso. ¿Para qué, si no?
No importa qué día de la semana sea. En realidad, casi no importa si es verano, primavera, otoño o incluso invierno: si uno se anima a poner los pies en 'Casa Diego', uno de los chiringuitos más longevos de Punta Umbría -31 años, ni más ni menos, avalan esta afirmación-, se encontrará con que el ambiente está siempre presente.
La razón de esto es muy simple: las cosas bien hechas y la apuesta por el mejor producto han hecho que una clientela de lo más fiel acuda siempre que puede a gozar de un festival de sabores sin igual. A solo unos metros de la mismísima orilla de la playa de La Canaleta, ubicada junto la desembocadura de la ría, Diego sigue liderando un negocio que arrancó junto a Elena, su mujer, cuando apenas alcanzaban los treinta años de edad.
Hoy son muchos los trabajadores que han compartido gran parte de su historia convirtiéndose, casi, en familia. Un equipo al que hace ya un tiempo se unió también su hijo Diego, que hoy es parte del núcleo que hace posible que la esencia de este restaurante familiar siga muy, pero que muy viva. “Yo me acuerdo de cuando era un niño y pasaba todos los veranos aquí. Me encantaba jugar a un antiguo futbolín que tenía mi padre”, nos cuenta, en plena vorágine de servicio de almuerzo, nuestro joven anfitrión. “Tenemos clientes que vienen a comer hoy día que jugaban conmigo en la playa ya en aquel entonces”, añade.
Durante muchos años, Diego hijo ha ayudado a sus padres en la gestión de un negocio que, desde que abrió sus puertas, no ha hecho más que crecer. Así lo atestiguan las numerosas fotos que cuelgan de las paredes de 'Casa Diego', y mediante las cuales se puede hacer, prácticamente, una lectura de su historia. “Antes, el chiringuito, era más de temporada, y teníamos que montar y desmontar las instalaciones cada verano. Este que levantamos ya de madera es fijo y ha cumplido este 2024 20 años”, nos cuenta.
Los camareros pasan a nuestro lado a toda velocidad portando platos con pescados y mariscos tan sugerentes que se nos va la vista tras ellos. El ritmo es frenético. Las diferentes terrazas se encuentran completas. El ambiente, cómo no, deja claro que, el verano, está alcanzando su punto más álgido.
“Defendemos una cocina tradicional basada sobre todo en mariscos y pescados. Aparte tenemos en carta coquinas, chirlas, pescado frito... Producto típico que siempre se trabaja. Al fin y al cabo, estamos en la costa de Huelva”, apunta Diego. Y continúa: “Tenemos bastante variedad porque no lo hacemos todo solo a la plancha, sino que hemos ido evolucionando y lo preparamos también a la sal, al horno... De muchas otras maneras”.
Cuenta 'Casa Diego', con platos icónicos como el atún o la corvina. Pero, sobre todo, es popular por un plato de lo más sencillo e inesperado: “Las patatas aliñadas, que es algo que hacemos nosotros y que la gente pide siempre. Es por el tipo de aliño que le prepara mi madre. Hay clientes que nos preguntan todo el tiempo por la receta, y ella es muy sincera: aceite, vinagre y sal”, nos cuenta, entre risas. Y, acto seguido, comanda una ración para que comprobemos de primera mano que el éxito está más que justificado. “Será el sitio, el lugar donde comerlas... todo influye, pero están buenísimas”, sentencia.
Hace ya unos cinco años que Diego, hijo, decidió ampliar la oferta que 'Casa Diego', hasta entonces en una línea más tradicional, ofrecería a su clientela, y añadió al chiringuito una zona anexa destinada a copas y a la música en directo en la que el tardeo alcanza su máxima expresión. Conciertos en vivo son ofrecidos casi a diario -de miércoles a domingo, concretamente- en los días de verano, mientras que las risas y las charlas, los bailes y el buen rollo abrazan a quienes se animan a participar del plan: no hay nada como dejarse llevar por la música.
Nos despedimos de Diego preguntándole por cuántas generaciones más cree que seguirán haciendo latir el corazón de 'Casa Diego'. “Si Dios quiere nos quedarán muchos años. Y si no... nos adaptamos y ya está. La vida sigue”. Aunque, nos da en la nariz, que queda negocio familiar para mucho tiempo más.
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