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Toro es un descubrimiento en toda regla, mucho más allá de la denominación de orígen de sus vinos, conocida en toda la península. Además de la belleza de la ciudad monumental, las orillas del Duero, el paisaje, comer y tapear por sus calles es más que reconfortante.
Empezamos por 'Doña Negra', uno de esos lugares al que nos enviaron los habitantes locales, como Ángela y Sergio, los anfitriones de la 'Casa de las Flores'. Y las señoras que compran en el colmado de ambos hermanos. “Para comer comer, el 'Doña Negra'. Ahora, para tapear, hay varios y buenos”, confirma una señora que se está abasteciendo de verduras. Seguimos el consejo y acertamos en la comida y en el tapeo.
'Doña Negra' dispone de una sala agradable, muy en el estilo de la zona céntrica donde se encuentra, paredes de piedra vista y unas columnas, muchas restauradas, que recuerdan que estamos en la parte monumental de la ciudad, a pocos minutos de la Puerta del Mercado y de la colegiata.
Además de los arroces, el bacalao, el mencionado rabo de toro -en su punto, con una salsa no excesivamente fuerte y bien ligada- se deshacía en el paladar. Lo pedimos temiendo que el vino de la zona hiciera el plato demasiado potente, pero no. Y lo mismo sucedió con el jarrete con mollejas. Estas quedaban arropadas tan ricamente por la salsa del jarrete.
Teníamos que trabajar por la tarde, no era posible llenar el buche a lo bestia y lo entendieron, por eso prepararon un plato de entrantes ricos. Otros comensales habituales -entre los que se encontraba un joven de esos foodies que son un descubrimiento- nos confirmó que los buñuelos, el crujiente de boletus, steak tartar y el solomillo Wellington, son especialidades del chef Cesar Ferrada. Pero bacalao y arroces, si tienes tiempo, deben de entrar en la visita. La presa ibérica también. Hubo que dejar de interrogar, porque el resumen era el de cualquier plato a recomendar: todo estaba rico.
Tienen un menú de 40 euros, pero con platos para morrofino, de tres entrantes interesantes y unos segundos que justifican el precio: un excelente entrecot, el mencionado bacalao, o presa ibérica, además de postres o café. Los buñuelos, la cuajada (bien hermosa) y cualquiera de los otros postres que ofrecen en la carta, reciben el calificativo de buenos también.
Si quieres algo ligeramente más informal, la oferta de lugares para tapear es notable. Para la cena, escogimos el tapeo. Aún arrastrábamos la comida. Está el clásico 'La esquina de Colás', un valor seguro nos contaron nuestros amigos; 'El Imperial', el 'Carpe Diem', 'Zámpate Zamora'. Todo es fácil, porque la mayoría se agrupan alrededor de la plaza del ayuntamiento, bajo los soportales. Es lógico, en invierno guarecen del frío y la húmedad del Duero, en verano del calor.
Escogimos 'Latinta' porque es “el que está más de moda ahora” nos contaron, pero también, porque tiene una estupenda terraza, enfrente del ayuntamiento. Y saben jugar su baza los fines de semana, comenzando por sus viernes, donde calientan motores para el fin de semana. Por ejemplo, con una “suculenta hamburguesa de carne de ternera madurada bajo una tortilla de boletus y cremas para condimentar a gusto”.
Los huevos rotos, las croquetas, los champiñones, las carnes, el bacalao están bien. Y todo regado con las recomendaciones de los vinos de Toro que saben hacer bien, como corresponde al lugar. Quizá a algunos platos les sobra aceite.
Los dulces también son aceptables. El personal es amable y aunque hay que reservar los fines de semana, también por la noche, el ambiente es agradable para rematar la jornada. Si 'Latinta' está llena, cruzate enfrente, al mencionado 'La esquina de Colás' o los que hay alrededor. Es difícil que te decepcionen.
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