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Dice una amiga (muy) sevillana que en su ciudad los desayunos son más bien “besayunos” porque son tan agradables como un beso (bien dado, por supuesto) y tan reconfortantes como un cappuccino perfecto a primera hora de la mañana.
Pero como estamos en Sevilla, besayunar significa tostadas, desde las tradicionales –que se traducen en un pan rico, con un buen aceite de oliva virgen extra y jamón– hasta las menos habituales –con salmón fresco o hummus– en una ciudad fielmente anclada a sus tradiciones como La Giralda a la Avenida de la Constitución.
Cientos son las cafeterías que aún destilan esos modos y usos de la ciudad, con sus barras que parecen detenidas en el tiempo y sus camareros de simpatía certera, que se mezclan con proyectos de pequeños obradores, buen producto de manufactura local, televisores inexistentes (por decisión propia) y deseos inmortalizados en paredes de ladrillo.
El proyecto de Jesús y Miguel Ángel Tudela, que nació hace cuatro años para “poner al día” una oferta “que se había quedado atrasada, con panes congelados y cafés bastante malos y torrefactos”, cuenta Jesús, mientras despacha los primeros desayunos del día. Como no tienen cocina, se han vuelto experto en montaditos, bocadillos y ensaladas (muy demandadas al mediodía). En su carta hay más de 20 tipos de tés y sus cafés son de origen (Brasil, Colombia o Kenia).
Por cierto, un elemento aún más diferenciador es que han optado por el jazz como música para ambientar y evitado tener un televisor. “Aquí es normal, pero nosotros no quisimos. La preinstalación de televisión está hecha, pero nuestro público va por otro lado y nosotros nos adaptamos”, confirma.
Calle Virgen del Valle, 8.
La de Sara y Victoria es otra historia de hermanas y de, con permiso, una fraternidad internacional alrededor del café, que lo valoriza desde el cultivo, hasta la taza.
El proyecto Torch nació en Estados Unidos y es allí donde se encuentra su corazón, que ahora también palpita en España. Victoria es barista y tostadora de café y Sara es buena en pastelería. Juntas han puesto en marcha este delicioso restaurante-tienda donde, como dice Sara, consiguen que el cliente empiece a valorar el café tanto como el vino porque son “casi lo mismo”. Sus cafés –en formato espresso, frappé– hay tartas artesanales y, ¡cómo no!, tostadas con jamón.
Su nombre no es casual sino causal, porque ocupa el lugar de una antigua cacharrería. En ese pequeñito espacio Marco Coro, un simpático italiano con acento andaluz, tiene su bar donde todo es artesanal. “Tenemos un obrador, las mermeladas son caseras y también hay productos sin lactosa”.
Se ha vuelto experto en “cosas para untar”, porque cree en el poder de un buen trozo de pan con cremas, patés… y algún producto italiano que llegará en breve, como la scamorza (un queso de leche de vaca, forma de bola y de textura cremosa) porque “io quiero tener aquí cosas de mi país” (leedlo con acento hispano-italiano). Los cafés son 100 % arábica y cada mes o cada dos cambia el origen.
Por cierto, en los ladrillos vistos de La Cacharrería hay monedas encajadas que los turistas dejan tras pedir un deseo. No sabemos si será como la Fontana Di Trevi (que augura un regreso a Roma) pero Marco no las quita y espera que se caigan solas “porque, espero, será un deseo cumplido”.
Calle Regina, 14.