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En la calle Cuba se encuentra este local con nombre de delicia argentina, un recuerdo de la infancia de su dueña. Ana, la artífice, nació en Buenos Aires, con la mitad de su familia procedente de Alemania y de tradición repostera. "Se crió en un obrador. Lo lleva en la sangre", nos cuenta Javier, su pareja y compañero al frente de la cafetería. Ambos se dedicaban al mundo de la moda y la decoración, realizando colaboraciones en reconocidas publicaciones, hasta que se les despertó el gusanillo goloso que dio origen a 'Dulce de Leche'.
Su escaparate es un festival de colores. Frutas, hierbas aromáticas, zumos, chocolates, quesos… Todo cabe bajo ese vidrio que separa al humano del placer. La mayoría de dulces los realizan en su obrador con ingredientes tan cuidados como mantequilla francesa o harinas ecológicas del Rincón del Segura (un lugar de Albacete donde se trabaja en molino de piedra), pero siempre reservan una parte para preparar en la boutique pastelera, que le confiere un aire mucho más casero y acogedor. El aroma a chocolate, a canela o a coco que sale de la cocina impregna el ambiente.
Su personal recibe formación constante siguiendo las recetas familiares alemanas o ítalo-argentinas, sus dos pilares, además de los cafés creativos como el pumpkin latte, que son un delicioso acompañamiento. Su establecimiento fue de los primeros en ofrecer un brunch en Valencia (además, por menos de 10 euros), y es, quizá, una de las claves de su éxito.
"Todos los días tenemos propuestas para el brunch aunque los fines de semana suelen ser especiales", explica Ana, mostrando opciones como los panecillos rellenos de puerros, beicon y queso emmental, cacerola de huevo con pisto y rúcula, pizza casera de verduras, hamburguesas de salmón, hummus de diferentes tipos...
Pero, al margen del popular almuerzo, sus greatest hits son las tartas. Si hay algún fan de la cheescake, aquí puede encontrar la fórmula clásica, con oreo, limón o dulce de leche. Difícil quedarse con una. Los más healthy tampoco tienen excusas: tostadas de aguacate y salmón, bagels con tortillas y hojas frescas, o boles y zumos de fruta de temporada.
Si se encuentra en el grupo de los golosos, está de enhorabuena. Esté quizá sea su templo: su tarta con crujiente de mantequilla, mermelada artesanal, nata en abundancia y fresas se ha colado en varios rankings. También la de zanahoria es un acierto seguro, además combina muy bien con las estaciones más frías. Por cierto, los pequeños croissants son un pecado al que vale la pena sucumbir de vez en cuando.
La misma atención que prestan a las elaboraciones y a los detalles de cada bocado se advierte en la decoración del local, uno de los aspectos no comestibles que llama más la atención. Es por ello que está muy frecuentado por publicistas y otros creativos valencianos.
"Nos encanta viajar y creo que así se refleja en 'Dulce de Leche'. Tiene una mezcla entre el aire cálido y sencillo de los países del norte, muy cercano y con honestidad. Sin caer en los tópicos fake. Cada pieza ha sido buscada para hacer que nos sintamos cómodos en este entorno y esperando que los demás también lo hagan", explican.
"Art y sana", dícese del lugar acogedor, en el barrio de Russafa, donde preparan con amor cada plato saludable. Es el sueño de Jana y Bahr Tanwir, un matrimonio alemán y canadiense que, cansados del mundo de la publicidad y la asesoría de empresas, decidieron materializar en Valencia su sueño. "Nos enamoró Russafa por el sentimiento de comunidad", confiesa Jana, que decidió emprender con este negocio hace casi dos años. Hoy ya tienen un equipo de seis personas que van formando en repostería y que siempre tienen una sonrisa puesta.
'Artysana' es uno de esos lugares de barrio en el que enseguida saben cómo te gusta el café; te invitan a probar sus últimas galletas o adivinan qué tostada vas a pedir según el tiempo que hace en la calle o la cara con la que entras. Y con un plus: puedes entrar con tus mascotas.
El pan es del horno de la esquina; la fruta y la verdura no salen del barrio y el resto de proveedores son valencianos. Puro kilómetro cero. Cada semana improvisan un dulce nuevo, según se inspira Jana en el mercado o con alguna receta que alguien comparte: unas galletas de mantequilla de cacahuete, una tarta de chocolate vegana, un bizcocho de limón… Todos tremendamente esponjosos, realizados con mucho mimo, entendiendo cómo se comportan las masas.
La mayoría de sus platos, en una carta que incluye todos los servicios, son vegetarianos y se pueden pedir para llevar. Sus sándwiches de hummus con pepino o sus hamburguesas de salmón son un recurrente salvavidas para los hambrientos con prisa. "Queríamos tener un lugar donde todo el mundo se sintiera cómodo" nos cuenta Jana, dándole el último baño de chocolate al pastel que acaba de salir del horno. El aroma llena la cafetería. Jana entrena a su equipo para elaborar los postres, considera que "aunque cada uno brilla en una cosa, es importante que todas sepamos hacer de todo".
El local, decorado poco a poco con muebles de madera de las tiendas cercanas, se divide en varios espacios: la zona de galería, donde exponen los artistas del barrio; el espacio creativo presidido por una gran mesa, que puede reservarse para talleres, y el patio tranquilo, que se anima cuando llega el buen tiempo para las charlas entre cafés y zumos.
En cualquier época del año, cuando va cayendo la tarde, la cafetería se transforma en un espacio cultural en el que cabe teatro, proyecciones de películas en versión original subtitulada, un club de lectura o recitales de poesía de nuevos autores. Un maridaje ideal para acabar el día.
Cuesta encontrar un top de cafeterías en Valencia en el que no esté incluida 'La Petite Brioche'. Con un local en la calle Sorní y otro recién abierto en La Glorieta, este espacio de aires vintage y cuidados detalles es ideal para almorzar, merendar, desayunar o para comer a la hora que sea. Desde que arrancara este proyecto, en 2013, se ha convertido en una referencia en la ciudad.
Los aires neoyorquinos, a cargo de Binomio Estudio, se dejan ver entre la mezcla de madera y metal, con grandes ventanales, en un espacio de importante valor arquitectónico como es el Ensanche de Valencia. El olor a repostería recién hecha es como un hechizo que capta a los viandantes y los seduce para entrar, acompañándolos durante su estancia.
Por las mañanas, uno encontrará una suculenta sección de bollería recién horneada, que te mira en la vitrina a la espera de un hambriento bocado. Crepes, tortitas con sirope, unos cupcakes de esa modalidad gastronómica: "ay-qué-pena-ay-qué-monos", o el toque valenciano, la coca de llanda. Todos una buena opción para las primeras horas del día. El salado se abre paso a medida que avanza el día, con variedad de quiches desde la clásica lorraine hasta la de espinacas con queso feta; empanadas con receta de la abuela o los pepitos, unos minibocadillos rellenos de pisto muy populares en Valencia.
Los más healthy no tienen excusa y pueden optar por una tostada de pan con pipas de calabaza, hummus, requesón y bimi, un chute vitamínico que ofrecen en su brunch, especialmente cotizado, o las tostas de pipas con guacamole (casero, claro) y huevos poché, ideales para arrancar el día.
Si tienes un antojo goloso, atrévete a probar los "tsunamitos" de nutella o frambuesa y verás cómo tus penas se deshacen en cuestión de segundos. Su tarta de zanahoria, especialmente esponjosa, se ha ganado la fama en la ciudad. Lleva pasas y está recubierta de un delicioso frosting de queso, que compite con su tarta banoffee versionada, con galleta, queso, plátano y dulce de leche. Un duelo de delicias.
'Ubik' toma su nombre de la novela de Philip K. Dick, padre del universo Blade Runner en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? o El hombre en el castillo, que acaba de estrenarse como serie. "Como en la novela, 'Ubik' es algo diferente en cada capítulo, un contenedor en el que meter lo que más nos gusta: la cerveza, la comida, los libros…", nos cuenta Lorenzo, uno de los responsables del café. Junto a sus socios, Ricardo y Piero, llegaron a Valencia con la intención de abrir un café diferente.
Este local de la calle Literato Azorín no es una cafetería al uso, sino que se mueve más en el ambiente cultural. Sus paredes sirven de galería de arte, su parte trasera de ludoteca para los niños y sus estanterías lo convierten en una peculiar librería de obras nuevas y de segunda mano. Uno puede darle una vida nueva a un libro donado, entre sus sillones de distintos estilos, o comprar un ejemplar a una pequeña editorial y llevárselo a casa.
Sus mesas y su cocina, con dos italianos al mando, sirven deliciosos platos (la mayoría a modo de tapas), cervezas artesanas, vinos ecológicos y otros tantos cafés. "Hacemos cocina del mundo", explica Lorenzo, aunque el toque de la patria se deja ver en sus focaccias y bruchettas, tan sencillas como deliciosas. Para beber, hay variedad de cervezas artesanas valencianas, con curiosos matices como el jengibre, el café o la calabaza, vinos de la zona y una selección de coctelería.
En este rincón no ponen caras raras si pides la clave del wifi o una regleta para enchufar el ordenador, si sacas un libro y te sumerges en su lectura, o si llegas con el ordenador para trabajar. Algunos vecinos, dice con una ligera sonrisa, acuden como si fuera su coworking y otros vienen de otros barrios por la decoración. Y ellos, encantados.
A medida que se acerca el fin de semana o que cae la noche, la parte cultural se hace más fuerte: Unas veces hay club de lectura, otras un intercambio de idiomas y los conciertos o presentaciones son habituales. "Es un rollo más de capital europea", razona Lorenzo, mientras explica que cuando llegaron a Russafa, hace diez años, no había nada por el estilo.
"Tenía un par de bares y poco más. Hoy es el barrio de moda", señala. Y no le falta razón. Sin embargo, este grupo de italianos huye de la consideración de "bar de modernos" o "zona cultureta" y buscan un espacio activo, dinámico... "Estamos muy felices de que venga gente de todo tipo. Nosotros hicimos 'Ubik' y lo dejamos fluir".
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