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"Nos gustaría acostumbrar a la gente a que venga a comer helado y no a tomar un helado, como dicen acá". Ese acá es Valencia, España, y quien lo cuenta es Guillermo Hartstein, un bonaerense de 35 años que llegó a Valencia hace apenas dos años con su pareja, Sol Greco, para montar 'Pops’n Bops' un nuevo concepto de heladería. "Hacemos helados artesanales en nuestro propio obrador, con materias primas naturales, con frutas frescas, para lograr una característica muy cremosa, una textura distinta en boca, por eso decimos que se come y no se toma. Para nosotros es un helado más masticable, más cremoso, es mas cálido en boca".
Arrancaron diez días antes de la pandemia. Desastre total. Pero no se amilanaron. Se pusieron a hacer entregas a domicilio, a colaborar con hospitales llevándoles helados a los sanitarios, a la Cruz Roja para alegrarles la vida… Con dos tiendas ya en el centro de la ciudad, en dos lugares centrales, la plaza del Ayuntamiento y la plaza de la Virgen, la pareja quiere demostrar que el helado puede ser creativo, además de sabroso.
"Hacemos helados frescos recién elaborados, que mantienen sus condiciones óptimas gracias al obrador. Optamos por ser creativos, por el color, por la multiplicidad de formatos, y por nuestras propias recetas: no tenemos ninguna formulación industrial, cada sabor lo conseguimos nosotros, con la ayuda de un maestro italiano que nos lo enseñó todo". Ese maestro del que habla regenta la escuela 'Gero Gelato' y gira por todo el mundo enseñando este arte.
Pero ¿cómo llega a Valencia esta pareja argentina que en su ciudad natal se dedicaba a la energía fotovoltáica? "Siempre tuvimos claro que queríamos generar una marca y cambiar un poco el concepto de heladería clásica que tienen acá. Queríamos apartarnos de eso, lanza otro mensaje, conseguir helados de alta calidad, conectar con el cliente desde otro lado, acompañarle desde otro lado", cuenta Guillermo. Así que lo primero era innovar. No solo en las tiendas, que son divertidas, coloridas, con un fondo musical con jazz y pop; no solo en los helados de mil formas, y con toda la gama cromática, también en la manera de entender el negocio.
Las redes, por ejemplo. Su página web es gloria pura, y su perfil de Instagram también. Generar una relación con el comedor de helados, hacer helados para él, para sus momentos personales (como una pedida de matrimonio, por ejemplo, con un helado que dice "Say yes") es uno de los objetivos, además de volar a otras ciudades españolas y europeas.
¿Y por qué iniciar el camino en Valencia?, le pregunto. "Nos enamoramos de esta ciudad en cuanto llegamos, nos gustó todo de acá y pensamos que era un lugar ideal para empezar", asegura Guillermo. "Escapamos de Buenos Aires y queríamos algo intermedio con una ciudad con su ritmo". Valencia, como decía, es solo un punto de partida para esta pareja de emprendedores. "En realidad lo que queremos es llegar a otros puntos de España, estamos ya cerrando un nuevo punto en Madrid, e incluso de Europa, nos parece que nuestra marca es exportable, que somos singulares respecto a otras heladerías".
En Beniparrell, una localidad del área metropolitana de Valencia, han abierto un centro de producción, una fábrica, para entendernos. "Allí hacemos parte de nuestros helados, los de diseño, los que necesitan un molde especial, y también los nuevos desarrollos, y en las tiendas, en el obrador, seguiremos haciendo los de tipo granel. En la fábrica tendremos más espacio, más comodidad para trabajar en las producciones. De allí saldrán también los helados para Madrid o los lugares que vayamos abriendo", apunta Guillermo.
Pero ahora lo primero es consolidar estos dos espacios de Valencia, con sus helados multicolores y de mil formatos. Hacen helados para el Día de la Madre, para los cumpleaños, para momentos especiales, y todo eso, dicen, con materias primas de primera calidad, (que es verdad que muchas heladerías parecidas utilizan), con ediciones especiales, con decoraciones particulares… Helados con mensaje, en definitiva. "Te comes un helado en otros formatos, manteniendo siempre la calidad. Nosotros no usamos colorantes artificiales, frutas naturales, productos muy particulares".
¿Y qué materias primas carismáticas son esas? Pues un pistacho italiano, que traen de ese país, por ejemplo, que es especial. A las heladerías se acercan clientes que buscan ese helado en concreto, que lo quieren probar. Me dijo que iba a sentir el verdadero sabor del pistacho en una forma distinta de comerlo, que sería pasta de pistacho súper potente, con un color y una textura única… Tanto me habló Guillermo de ese sabor que eso hice yo también, probarlo. No sabría explicar qué tenía de especial, salvo un sabor glorioso al pistacho que nos comemos tras quitarle la cáscara, fresquito y suave, que se derretía en la boca. Singular sin duda. También traen un chocolate de Ecuador, o el plátano de Canarias, porque trabajar con cercanía no siempre es fácil cuando quieres conseguir la excelencia, apuntan.
Pero si tienen que elegir un helado del que se sienten francamente orgullosos, no hay duda: el de la crema de Valencia. “Se trata de un helado hecho con una crema blanca elaborada con huevo y leche y macerado con naranjas y limones de la tierra y consiguiendo la textura del helado”. Es una especie de tributo a Valencia, en "agradecimiento a los valencianos. Es algo así como un helado emocional", dice Guillermo.
Vamos a ese otro factor que les hace distintos. Las redes, decíamos. En su empeño por salir de lo tradicional, apuestan fuerte por ellas, por el juego con los clientes, con sus seguidores de Instagram. Hay sorteos también, divertidas y dinámicas stories, posibilidad de programar tus compras, envío a domicilio. Todo el branding, toda la puesta en marcha se hizo con agentes y diseñadores locales.
"Nuestros helados son temáticos, vamos variando en función de las fechas, con ediciones especiales, para Fallas, para efemérides, queremos ir al ritmo del cliente. En Argentina hay una cultura del helado con marcas más amplias y a nosotros nos gustaría crear aquí esa cultura. Allá es una tradición enorme, haga frío o calor se come siempre". Y tienen sus propios titulares para definirse: "Es un helado de no con sabor a", "la primera heladería que no es una heladería", "el helado con palo que no es un polo".
Para singularizarse han optado también por alianzas curiosas. Con la cerveza local y artesana, por ejemplo. "Tenemos un helado de cerveza que hacemos en colaboración con nuestros amigos de la cerveza Mascletá. Creamos un helado totalmente diferente con almendras tostadas caramelizadas saladas, que ellos ofrecen en sus catas en la huerta, por ejemplo, del mismo modo que nosotros ofrecemos sus cervezas en las tiendas". Les gustaría que se pudiera quedar con amigos a comer un helado igual que se queda a tomar una cerveza.
Otro helado singular, del que están satisfechos: el vegano, ese que realizan sin ningún derivado de origen animal. Los sorbetes, los sabores determinados no están hechos con leche. "El de chocolate es de chocolate al agua, por ejemplo, con una maracuyá en sorbete, bajo en azúcares. Te estás tomando una barra de chocolate, pero en realidad no lo es" .
¿Y ahora qué?, Pues ahora, en breve, van a "sacar un helado de invierno, que es una especie mousse con diseños y sabores diferentes. Está a temperatura positiva con una refrigeración de cuatro grados, en lugar de los tradicionales menos 18 grados, para mantener en nevera". La otra nueva propuesta para otoño serán los bizcochos, las tartas con otros formatos, con otros sabores, no tan tradicionales, distinto a todo lo que se ofrece. Pretenden que tomar helado sea una constante todo el año, y para eso se amoldan a las fechas, al cliente, se apuntan a las novedades, están intentado a todas horas ser creativos, no parar. Así que a partir de ahora, a COMER helados
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