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Hoy en día parece imposible que un negocio salga adelante sin una buena visibilidad en redes sociales. Pero siguen existiendo lugares en los que no pasa el tiempo, como el ‘Merendeiro da Berxa’, una casa de comidas perdida en medio del rural gallego que no necesita ni página web para captar nuevos clientes. “En fin de semana viene gente de todas partes. Sobre todo en verano”, nos cuenta Benigna Gómez, quien asegura que su merendero sigue en pie después de 30 años gracias al boca a boca.
¿La razón? Las truchas. Gracias al vivero que tiene enfrente, con el cual colabora estrechamente, ofrece unas truchas de río que no podrían estar más frescas. Del río directamente a tu plato. No hacen falta más explicaciones para entender que este mesón, bañado por las aguas del río Samo, siga atrayendo nuevos clientes. Ubicado en el Concello de Mesía (A Coruña), no se encuentra en un lugar de paso ni mucho menos. La gente se desplaza a la zona para acudir expresamente a la casa de Benigna, lo cual habla claro de un servicio casero, familiar y muy económico. “Aquí viene gente hasta de Canarias”, saca pecho la mesonera.
Con más de 70 años, Benigna cuenta por tres las décadas desde que abrió el ‘Merendeiro da Berxa’ junto con su hermana Maruxa, allá por los años 90. Lejos quedan comensales ilustres como Bebeto, famoso futbolista brasileño del R.C. Deportivo de La Coruña en aquellos años, cuyo retrato viste las paredes del lugar con una cariñosa dedicatoria.
Es durante los fines de semana cuando ella, su hijo Alejandro y su nuera Mari reciben grandes cantidades de comensales. “Ahora estamos mi hijo y yo. A veces también viene Mari, mi nuera”, nos cuenta mientras sirve un vino blanco exquisito que le proporciona un productor de confianza de la zona de Pontevedra. “Algunos fines de semana contratamos por horas a algún vecino que necesite trabajar”, continúa.
Y es que aquí se respira un ambiente familiar. El comedor, donde impera una madera cálida y acogedora, combina a la perfección con los aromas que despide la cocina. Zorza, truchas y unto, el cual saca brillo a muchas de sus elaboraciones. “Aquí la gente viene por las truchas, claro, pero la zorza también gusta mucho”, asegura Benigna. La parte más tierna del lomo del cerdo es lo que los gallegos conocen como raxo. En el caso de la zorza, viene a ser el mismo corte, pero con un adobo especial a base de pimentón.
Decidimos empezar por las truchas, el principal reclamo que nos trajo hasta este rincón del rural gallego, por el cual tuvimos que cruzar amplios prados llenos de vacas que nos indican una de las principales actividades de la zona. Las dobleces de la piel del pescado, con las motas típicas de las truchas de río, adelantan la jugosidad de su carne, la cual no exige demasiado a la mordida. “Estas truchas se comen con las manos, como el marisco”, nos advierte Benigna.
Además de un potente sabor, cabe destacar uno de los secretos de la cocina de Benigna: el unto y la corteza de cerdo. Al igual que muchos cocineros preñan las truchas con bacon o panceta, en ‘A Berxa’ las raciones van acompañadas de cortezas de cerdo, que son fritas en el mismo aceite que el pescado. Un toque rancio y untuoso que hace que las truchas brillen con luz propia. Empezamos a entender por qué le va tan bien el boca a boca a este merendero.
Tras dar buena cuenta de la zorza que tanto se habla, de una ensalada sacada directamente de la huerta, nos dirigimos al origen de las famosas truchas del río Samo. Para ello solo tenemos que cruzar la calle, ya que al otro lado se encuentra la Piscifactoría da Berxa, un vivero natural que aprovecha el agua del río para alimentar a sus truchas. Allí nos recibe Adrián, un joven nacido en León que, junto con su socio David, cogió el testigo de los anteriores dueños hace ya cinco años.
“Estuvimos mucho tiempo buscando un vivero que poner a funcionar y fuimos a encontrarlo en el lugar menos esperado”, nos cuenta Adrián. “Nos interesaba este tipo de río con condiciones de montaña, de poca agua y muy fría”, explica. Solo nos puede atender en la entrada, ya que “ahora tenemos que cumplir unas normativas de medioambiente”. No siempre fue así, pero el sentido común obliga a Adrián y David a andarse con pies de plomo. “Esto es un ecosistema concreto. Si viene alguien de a saber dónde, puede traer bacterias que afecten al agua y a las truchas”, defiende Adrián. Aún así, podemos ver truchas de distintos tamaños buceando en uno de los muchos estanques.
Las truchas del vivero disfrutan de una alimentación completa y equilibrada. “Les damos un pienso especial que tiene todo lo que necesitan, pero lo que realmente marca la diferencia es el agua del río”, explica el piscicultor. Al fin y al cabo, la idea de Adrián y David es “ofrecer un producto que solo se encuentra aquí”.
Aunque el vivero es capaz de ofrecer truchas durante todo el año, Adrián confiesa que el último año ha sido duro por culpa de la sequía. “No solo durante el verano, el año, en general, fue bastante seco”, asegura. El río Samo destaca por tener poca agua, por lo que la falta de lluvia en este 2022 pudo afectar a la población de truchas.
“Ya casi no llueve, habrá muchas que morirán”, sospecha Benigna. Aún recuerda, no hace tantos años, aquellas lluvias torrenciales que caracterizaban a la zona. “Recuerdo cuando el río se desbordaba en la época de lluvias. Nos teníamos que meter todos para casa”, nos cuenta.
Tal y como explica Adrián, otra de las amenazas para las truchas es la actividad agrícola de la zona, ya que “siempre puede acabar algún químico en el agua del río”. De todas formas, el río sigue recibiendo pescadores de diferentes zonas de Galicia. Especialmente durante la primavera, ya que “a partir de marzo, se abre la veda. Antes paran por la cría”.
Respecto a la colaboración que el mesón lleva manteniendo desde sus orígenes con la piscifactoría, Adrián dice estar encantado. “Cuando llegamos ya estaba montada esta asociación y nos pareció ideal”, asegura. Gente que viene a por truchas acaba comiendo en el ‘Merendeiro da Berxa’ y comensales que acuden a la casa de Benigna acaban llevándose truchas del vivero para casa.
En cuanto a Benigna, ella no entiende su negocio sin sus vecinos. “No son de la familia, pero como si lo fuesen”, sonríe la mesonera. No por nada, Alejandro, el hijo de Benigna, es el tercer trabajador que ayuda a Adrián y David con las truchas. “No sé cuántos años llevará trabajando en el vivero. Por lo menos desde los 15”, nos cuenta su madre. Y es que su hijo aguanta en plantilla como trabajador después del traspaso de la piscifactoría.
Solo el calor de la familia puede explicar el éxito de una casa de comidas como esta, el mismo que sienten todos sus visitantes durante las temporadas de primavera y verano. Dos negocios, vivero y merendero, que no se entienden el uno sin el otro. Una asociación cuasi familiar que nos permite disfrutar de unas truchas únicas que van directamente del río a tu plato.
‘MERENDEIRO DA BERXA’ - Mesía, A Coruña. Tel. 981 69 42 09.
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