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La imaginación de los fabricantes es equiparable a la de los cocineros patrios perpetrando espumas de toda índole allá por los albores del siglo XXI y ha dado origen a verdaderos artilugios maquiavélicos imposibles de manejar y que complican, más si cabe, la labor del cocinero aficionado. Y, casi siempre, con el denominador común de ser auténticos testapostes inmanejables que acaban por fagocitar media cocina.
Aquí alguno de los más interesantes ejemplos de estos:
Alguien tenía que poner remedio a esa injusticia histórica a la que estamos sometidos los consumidores de aceitunas desde hace décadas, por la que ningún productor se digna a comercializar aceitunas sin hueso. Oh... wait!
Todos sabemos de la tediosa labor que supone separar las yemas de las claras de los huevos, y ¡qué mejor que un cacharro que tarda diez veces más que haciéndolo de manera manual, se mancha y siempre deja restos!
¿Os acordáis la ilusión que os hacía levantaros en clase a sacar punta al lápiz? Pues alguno debió de toparse con la Rottenmeier (qué bonito nombre para un riesling) de turno y le dejó un trauma irreparable, pues no se entiende de otra manera que a alguien se le ocurra comprar este artilugio.
Si os pensábais que el cuquismo no llegaba hasta aquí, estáis muy equivocados. ¿Qué mejor para conservar los alimentos que pequeños recipientes con su misma forma? Porque menudo drama equivocarse y confundir una manzana con un tomate o un aguacate...
¿Que no tienes los brazos como un pelotari irundarra para ligar el bacalao al pilpil a golpe de meneo? No preocuparse, que todo en esta vida tiene solución. Esta maquinita discreta, compacta y baratita meneará la cazuela a ritmo de reguetón por ti.
Un artilugio de lo más práctico y necesario porque, a día de hoy, todo cocinero que se precie necesita rebanar huevos con la destreza de un itamae para decorar convenientemente la ensaladilla o la merluza en salsa verde. Un must.
Todos sabemos que eso de picar alimentos sobre la tabla como un samurai tiene un punto cool incomparable. También somos conscientes de que para llegar al nirvana hay que pasar por el purgatorio en forma de cortes y magulladuras, y qué mejor para ello que plantarse esta prótesis tan cómoda y ergonómica que nos ayude a sobrellevar mejor la travesía por el desierto.
¿Quién no ha necesitado en su vida pulverizar zumo de cítricos sobre lo que sea? ¡Pues claro! ¡Por fin alguien escucha nuestras plegarias y nos da una solución! Hala, otro artilugio más para la buchaca.
Qué desagradable encontrarse esa ensalada encharcada en agua y vinagreta, que se queda lacia y da pereza infinita comérsela. Y qué mejor para que esto no pase que tener un cacharro que ocupa como una olla para facilitarnos la vida. Y encima nos ahorramos el gimnasio a golpe de vuelta.
Gracias al cielo que alguien se ha liado por fin la manta a la cabeza y se ha dignado a resolver uno de los grandes problemas de la humanidad: cascar un huevo. Si obviamos lo aparatoso del invento, la probabilidad de rotura y lo engorroso del manejo, nos queda un artilugio completamente maravilloso y destinado a acabar en el fondo de algún cajón olvidado.
Bien cierto es que cortar una sandía es una labor un tanto engorrosa por el tamaño de algunas piezas, pero de ahí a inventar un cacharro que lo que hace es sacarte tres tajadas limpias por sandía y a desperdiciar el resto, hay un trecho.