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Siete años llevan Sandra Iglesias y su marido Manolo Longo dando de comer a visitantes y peregrinos en este restaurante a orillas de la Nacional 634, entre Arriondas y Ribadesella. A la altura del pueblo de Margolles, hay que conducir despacio si no quieres pasar de largo. Si es fin de semana, el humo de las brasas que prepara Manolo en el exterior del restaurante te servirá de guía. El asturiano extiende la leña de roble y enciende el fuego a las ocho de la mañana para cocinar una de sus especialidades: el cordero a la estaca. "Son castellanos, del norte de León. Asamos los corderos abiertos en cruz todos los fines de semana y por encargo: cada pieza pesa de 10 a 12 kilos y tardan unas cinco horas como mínimo", cuenta Manolo. La ración cuesta 12 euros y con ella comen al menos dos personas.
Su otra especialidad son los filetes al queso que sirven en grandes tablas de madera. "Son de ternera y llevan una crema de tres quesos asturianos –solo desvela el cabrales–, jamón o cecina a elegir. Después se rebozan en abundante aceite. Son similares a un cachopo pero más finos y llevan dos capas de queso", detalla este asturiano natural de Segares, que invita a que la gente llegue a la hora del aperitivo (de 12:00 a 14:00 h) a probar las tapinas gratis que sirven con un vino o una cerveza, desde chorizos a la sidra a hígado encebollado y oreja guisada.
Siempre con el salón lleno (se recomienda reservar), sirven platos tradicionales de cuchara como las fabes, el pote asturiano, la sopa de hígado o los callos cien por cien caseros, cuya temporada es de octubre a finales de mayo. Guisos hechos a fuego lento cuyos cacerolos se sirven a rebosar en la mesa. Merece también la pena probar el cabracho servido con panecillos y una mezcla de mahonesa y kétchup; y la ensalada templada de chipirones fritos, rehogados en una reducción de Módena.
De postre (para quien tenga hueco), la gran triunfadora de la carta es la tarta de la abuela, elaborada con galleta, flan y chocolate; aunque el arroz con leche y la tarta de queso con caramelo son también dos buenas elecciones. Todo casero, casero. Ofrecen menú diario por 9 euros y el fin de semana por 13.
En plena calle Mayor de Llanes, esta pequeña sidrería de apenas seis mesas en su interior tiene una carta de cachopos XXL de hasta 13 rellenos diferentes. La carne de ternera –siempre asturiana– se puede acompañar con jamón ahumado, cecina, cebolla caramelizada, dulce de manzana, tomate, pimientos del piquillo y hasta siete quesos de la tierra, donde nunca faltan el gamoneu, el vidiago, el picurriellu o el cabrales.
"Son cachopos de 45-50 cm de largo y 15-20 de ancho", cuenta José Ramón Herrero, el cocinero que, junto a su hermano Antonio, lleva este negocio desde hace seis años. Ambos nacidos en Llanes, presumen de tener unos cachopos que alcanzan el kilo o kilo y medio, según el relleno. "El más ligero solo lleva jamón ahumado y queso", puntualiza José Ramón, mientras sirve uno de ellos en una gran tabla de madera que ocupa casi toda la mesa, dejando poco sitio para otros platos. Con solo una pieza pueden comer fácilmente tres personas con apetito. Acompañados de patatas fritas caseras y pimientos asados como guarnición, el cachopón cuesta entre 25 y 27 euros.
Otros platos asturianos que forman la carta de esta sidrería son las patatas y croquetas al cabrales, las tablas de tortos de maiz con picadillo y morcilla, las zamburiñas, el entrecot de buey a la piedra, las fabes con centollo o el pote de castañas, entre otros. Todos tradicionales, respetando las recetas de toda la vida. En sidra natural, solo trabajan con el llagar de Menéndez, en Gijón. Una sidra que escancia con soltura Antonio frente al comensal. El culín que sobra, directo a la rejilla del suelo.
Importante dejar hueco en el estómago para probar el arroz con leche casero. "Lo hacemos como la receta antigua", cuenta José Ramón. "No lleva ningún tipo de espesante: solo leche, arroz, cáscara de limón y canela. Y mucho brazo", dice entre risas. "El secreto es removerlo lentamente durante al menos dos horas para que espese, tal como lo hacía mi abuela y mi madre. Por encima echamos azúcar y lo quemamos para darle un punto caramelizado". No se puede reservar y siempre hay cola en la puerta. Pero merece la pena esperar.
Saliendo de Ribadesella hacia Llanes, en la carretera AS-263, es fácil toparse con una amplia casa que alberga 'La Cerezal', un restaurante muy popular en la zona por su especialidad: el arroz con bogavante. Olegario García lleva el negocio junto a su mujer María de los Ángeles Villa –alma de la cocina– y sus dos hijos, Alejandro y Pedro. "Somos la tercera generación", dice Alejandro, mientras recuerda cómo fueron sus abuelos los que iniciaron el negocio familiar a unos 80 kilómetros de Ribadesella, en el pueblo de La Cerezal, que hoy da nombre a esta casa de comidas.
La apuesta por el arroz con bogavante llegó por casualidad. "Cuando mis padres abrieron el restaurante, allá por 1995, uno de sus clientes más asiduos trajo un bogavante pidiendo que le hicieran un arroz con él. El encargo se repitió de forma habitual, y el boca-oreja hizo el resto. La gente comenzó a pedir este plato y nos dimos cuenta de que funcionaba muy bien, así que lo convertimos en nuestra especialidad", explica Alejandro.
Lo preparan con bogavante canadiense, nécoras y almejas del Cantábrico, arroz bomba y un fumé elaborado con congrio, merluza y lubina, que añade aún más sabor marino al guiso. "También hacemos el arroz con bogavante azul del Cantábrico, pero siempre por encargo", puntualiza Alejandro. El precio de la ración con el americano es de 22 euros por persona (mínimo dos raciones). Con el nacional: 36 euros. Los tortos con cabrales, las zamburiñas con gulas o el arroz con jabalí son otros de sus platos más recomendados.
A la familia García también les conocen como "los reyes riosellanos de la casadiella", un dulce típico asturiano que se elabora con nuez, anís, avellana, azúcar y una pasta artesanal hecha con mantequilla y nata. Olegario se alzó varias veces con este galardón en el Festival de la Avellana, además de ser nombrado el mejor escanciador del siglo XX tras ganar más de 48 concursos. De ahí que sus famosas casadiellas formen parte de la carta de postres, además de las piragüas de almendra del Sella, patentadas por él mismo; o los frisuelos rellenos de crema de galleta maría y chocolate caliente por encima.
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