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Entre palmeras, cactus y sombrillas de macramé, un camarero camina con un colorido cóctel en la mano. Va camino de una cama balinesa. En el ambiente suena un suave hilo musical que se confunde con el rumor de las olas. Más allá, un grupo de amigos se abraza antes de sentarse a una mesa con el azulado mar de fondo. Se escuchan risas y alguien se zambulle en la orilla.
El restaurante 'Berebere' es lo más parecido a un oasis en Torre del Mar (Vélez-Málaga). Repleto de motivos para disfrutar, este espacio se ha reinventado gracias a su fuerte y singular apuesta gastronómica. Lo hace con tres grandes argumentos como base: el atún, los arroces y las carnes. Una suculenta variedad de aperitivos y una amplia carta de vino y champán ponen la guinda. El extra lo aporta la coctelería y el Mediterráneo cierra el círculo.
El empresario José María Alba es el responsable de que este chiringuito sea una de las referencias de la Costa del Sol oriental, en Málaga y a los pies de la comarca de la Axarquía. Lo abrió en 2009, pero su verdadero punto de inflexión fue el 16 de agosto de 2018. Aquel día lo que hoy es una realidad parecía un imposible. Un accidente provocó un incendio que arrasó el local. Apenas quedó nada en pie y, en plena temporada alta, con los almacenes llenos, las pérdidas fueron cuantiosas.
“Fue una locura”, recuerda Alba. Lejos de venirse abajo, aquel suceso le sirvió para dar un paso hacia atrás y reinventarse. Cuando 'Berebere' volvió a abrir sus puertas el 19 de julio de 2019 su mayor giro fue la gastronomía. El hostelero reforzó la cocina, mejoró el servicio y formó un equipo que ronda la treintena de personas y alcanza el medio centenar en plena temporada veraniega. Es cuando hay que servir a las 250 personas que llegan a completar el aforo del local.
Hay dos salones interiores y, al aire libre, varios espacios con terrazas. En una de ellas las mesas están casi en el rebalaje, a un paso de la orilla del mar. Todo cuadra para que el establecimiento sea un chiringuito, pero aquí la carta se aleja del clásico de pescaíto frito malagueño. Hay alguna fritura pero es anecdótica frente al peso de otros platos. No se echa de menos. Para comprobarlo basta dar un repaso la sección de aperitivos, englobados bajo el concepto Abacería. Ahí caben mojama de atún Gadira, jamón Joselito, quesos, anchoas en salazón, gildas e incluso ostras y caviar. Es un aviso a navegantes. Como el columpio que hay camino a la playa: aquí se viene a comer, pero también a pasarlo bien y dejar constancia en Instagram.
La mejor opción para disfrutar este restaurante es en grupo. Es lo que permite probar más platos, la mayoría pensados para compartir. Ya sea un calamar frito con mayonesa de lima, un espeto de sardinas —que no podía faltar— o unos huevos rotos con atún picante y patatas paja. También, claro, los arroces. Van del caldoso con bogavante hasta el de pulpo, calamar y gambas.
Hay, además, una serie de propuestas que viajan por el mundo y ofrecen un almuerzo o cena de carácter más informal: del bao de cangrejo a las quesadillas de pollo el wok de langostinos, verduras, anacardos y soja. Mención especial para el mollete del Obrador Máximo con atún, mayonesa japonesa y papada Joselito. Difícil encontrar un bocado más sabroso.
“Tenemos opciones para quien quiera darse un festival o quien prefiera algo más sencillo”, explica Alba mientras mira la carta de productos del mar —de la pata de pulpo a la brasa al rodaballo a la sal— y, sobre todo, a la sección más carnívora. “Contamos con un horno a la brasa que nos permite ofrecer algo no muy habitual: comer buena carne a pie de playa”, señala el hostelero.
La chuleta de vaca rubia gallega madurada durante 40 días es buen ejemplo de ello. Pizzas elaboradas al horno de leña y una selección de postres caseros con clásicos como tarta de queso y propuestas como la piña colada 'Berebere' o los helados caseros ponen el cierre dulce a un menú al que pronto se unirán dos nuevos platos: carpaccio de gambón y ceviche.
Más de 250 vinos y 40 referencias de champán dan opción de maridar al gusto cuando la jornada no ha hecho más que empezar, porque 'Berebere' no acaba jamás. Pequeñas mesas bajas bajo sombrillas de macramé, hamacas sobre la arena y camas balinesas donde descansar y desconectar son las mejores opciones para disfrutar otra de las apuestas de la casa: los cócteles. Se sirven en vajilla elaborada por el interiorista y diseñador industrial José Piñero.
Un tucán, una rana, una Katrina o incluso el rostro de Bob Marley sirven de inesperados recipientes para los combinados a partir de ron, tequila, ginebra o mezcal. Decenas de licores ofrecen también posibilidades para quien prefiera un buen trago: desde los más básicos hasta varias opciones de whisky japonés. Hay, igualmente, opciones sin alcohol, como los batidos de frutas naturales. Cada disfruta el atardecer como prefiere.
La noche trae también fiesta al recinto. Los lunes bajo ritmos de música electrónica, los martes y los domingos de flamenco y los miércoles con un espectáculo de baile árabe. Jueves, viernes y sábado también hay música y zona de baile en el interior de los dos salones del chiringuito que se viene arriba para ser mucho más que un restaurante. Se puede convertir hasta en tu segunda casa para pasar el verano porque también sirven desayunos. ¿Repetimos?
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