Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Pedro Andreu e Isabel Plaza llevan sirviendo juntos manjares del mar en su restaurante 'El Cenador' desde 1990. Borja, su hijo, volvió hace dos años de Inglaterra y se ha unido de nuevo al equipo, aportando ideas frescas. Isabel, madrileña, es la cocinera, la que tiene buena mano en la cocina, mientras los chicos, ambos torrevejenses, se ocupan de atender a las mesas del comedor y la terraza. A pocos pasos, en las calas del Moro, se deja caer algún que otro bañista en busca de intimidad. Aquí no existe el bullicio, apenas hay ruidos. Sólo tranquilidad.
El comedor del 'El Cenador' es un espacio acogedor, íntimo, decorado con paredes de ladrillo visto, manteles blancos, flores frescas en las mesas y una pequeña bodega con una selección de buenos vinos. A sus ocho-nueve mesas se suman las cinco de la terraza acristalada con cenador de madera. Suena un hilo musical de lo más relajante, mientras la brisa marina se cuela por los ventanales abiertos de par en par. De fondo, un intenso mar azul aparece salpicado por algún que otro velero. Y por la noche, la cosa mejora aún más. Las mesas se desplazan a una gran terraza al aire libre que lleva abierta tan sólo dos años (aporte de Borja). Dos hileras de bombillas bastan para iluminar este espacio donde es posible cenar con el fresco de la noche. De nuevo tranquilidad, sólo se oye el agua chocando contra las rocas.
La carta es una delicia. La especialidad de 'El Cenador' son los arroces (siempre por encargo). Preparan un arroz caldoso casero que quita los sentidos. Tan sabroso que disfrutas de cada cucharada como si fuera la última. El secreto lo explica Pedro al tiempo que lo sirve en una olla de barro oscuro típica de la zona. “Este arroz es diferente al que se prepara en las provincias de Alicante y Murcia, donde se usa mucho el ajo y la ñora. Nuestro secreto está en un sofrito que sólo lleva pimiento verde. Se le añade caldo casero, gambas rojas y el pescado fresco del día, que suele ser merluza de Burela, corvina o lubina. Cualquiera de estos pescados le va bien”. La ración cuesta 16 por persona (con IVA). Y merece la pena. Para acompañar, Pedro sugiere un poco de pan tostado pringado de aceite y ajo.
En los fogones de este restaurante familiar también cocinan caldereta de Mallorca, Chateaubriand francés (un buen solomillo de calidad, cortado en trozos y acompañado de verduritas fritas con salsa a elegir), calamar nacional cocinado en aceite de oliva con ajo y patata confitada, fritura de boquerón con adobo casero y pescados frescos del día. “Preferimos ofrecer una carta más breve con buenas materias primas, productos que tengamos del día: quisquillas de Santa Pola, corvinas, lubinas salvajes del Mar Menor, etc. Siempre productos locales, de kilómetros cero", cuenta Pedro orgulloso de lo que entra en su cocina. Sus generosas ensaladas frescas son otro gran acierto de su carta, sobre todo la “de la casa”, preparada con brotes verdes tiernos, salmón ahumado, queso de cabra, aguacate y nueces (por 13 euros).
Los postres son otro capítulo a parte. Todos caseros, sin aditivos ni sabores artificiales, desde los helados poco convencionales como pimienta, café descafeinado o té verde, a la tarta de queso, hecha con un bizcocho esponjoso y toques intensos de frambuesa (quizás un pelín empalagosa, todo un reto para los más golosos).
“Aquí todo lo hacemos casero, los helados, las salsas, absolutamente todo, no tenemos nada industrial”, añade Pedro. Además de la carta, el restaurante ofrece un menú con varios platos a elegir por un precio cerrado de 30 euros (con IVA).
Llegar hasta el restaurante también tiene su encanto. No es precisamente fácil, si no llevas GPS. Aunque tranquilo, Borja explica muy bien el camino por teléfono. Te dirá que tomes como referencia el mítico Hotel Masa, situado entre el centro de Torrevieja y la playa de la Mata. Desde ahí son 2 minutos en coche, pasando por varias urbanizaciones, siempre dirección hacia la costa. No es un sitio de paso, y si no estás atento, puedes confundir el restaurante con uno de los chalets que lo rodean. Durante el camino te das cuenta de que quienes llegan hasta allí no es por casualidad: o repiten o llegan recomendados. Con todo, a Borja le gustaría mejorar un poco más la señalización, aunque no se agobia por eso. Otra ventaja importante: se aparca en la puerta.