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Dado que estamos ante un restaurante de cine -el spoiler del artículo está servido-, presentaré al restaurante 'Marea Alta' como si de una película se tratase. Del creador de grandes éxitos como Casa Paloma (el abanderado en desapolillar las parrillas de carne), Chez Cocó (una gran rôtisserie en la que se empeñan en hacer buena la cita de Jean Anthelme Brillat-Savairin “La volatería es para la cocina lo que el lienzo para los pintores”), BarBas (la taberna del s.XXI y en la que podréis disfrutar de las mejores patatas fritas de Barcelona), o Solomillo (el restaurante del hotel H10 Barcelona, cuyo nombre hasta al peor de los entendedores pondrá sobre la pista de lo que allí se cuece), llega a las calles de Barcelona el restaurante Marea Alta.
Y el padre de las criaturas es Enrique Valentí: madrileño y madridista, creador y gestor de espacios para la restauración, director de sala, dandi –no cabe otro apelativo a tenor de sus atuendos cuando cuelga el mandil- y, sobre todo, un gran cocinero y un grandísimo gastrónomo; quien, con el restaurante Marea Alta ha conseguido cerrar el círculo y conquistar a los paladares de Barcelona por tierra, aire y mar.
Marea Alta es un restaurante de cine y de altura, también literalmente, pues ocupa las tres últimas plantas de la Torre Colón (uno de los edificios más altos de la Ciudad Condal). Con una cubierta tan elegante como acogedora que dirige a las mil maravillas Julià Duque y unos fogones que patronean, además del propio Enrique, Arthur Sotto y Hideaki Yoshioka. Sin duda, por las temperaturas que allí se alcanzan y por la tensión de los servicios más exigentes, las cocinas son un infierno, pero ésta, por las privilegiadas vistas que le brinda su emplazamiento en la planta 26 de la Torre Colón, lo es algo menos.
Marea Baja es un bar abierto los 365 días del año de 12 del mediodía a las 2:30 de la madrugada, en el que, además de disfrutar de las mejores vistas de Barcelona y de picotear algunas tapas marineras, son sus cócteles de vértigo los que cautivan. Sin duda, de su treintena de cócteles y sangrías de autor, el Placton Sour, el Sangre & Arena, sus Dry Martini o la Sangría Ahumada están entre sus brebajes más destacados.
Cuatro escaleras mal contadas y la experiencia Marea Alta se rinde a nuestros pies -aunque al final del ágape seremos nosotros los que caigamos a los suyos-. Experiencia que da comienzo con un soberbio caldo de pescados de roca con un toque Thai. Entrantes marineros de toda la vida preparados como nunca: mejillones en escabeche de los que Ferrán Adrià dijo que eran los mejores que había probado, unas quisquillas fritas que zamparse cual pipas, unas maravillosas caixetes(un bivalvo que es la joya escondida del Delta) o de las mejores anchoas que uno puede encontrar al sur de Santoña.
Mariscos de aquí (espardeñas o gambas rojas del litoral catalán) o de allá (nécoras, percebes o almejas de Galicia), pero con una D.O. común: la excelencia. Platos con un plus de creatividad. Bien entendida, ésta se traduce en fantasía, malentendida, en pesadilla.
Algunos de los fantásticos del restaurante Marea Alta son su tártar de ventresca de atún con caviar, sus sui generis gambas al ajillo, sus espaguetis de calamar con trufa blanca y jugo de castañas, su tártar de vaca gallega con huevas de pescado -mar y montaña de campeonato-, o su erizo con parmentier y sabayón.
Dos platos que no pueden faltar en vuestra elección: las sardinas al espetoacompañadas con tomates macerados en vinagre y garum, y las cocochas de merluza, ya sean a la brasa o en salsa verde. Pescados en los que el tamaño sí que importa, pero no más que su procedencia y, por ende, su calidad, cocinados al más puro estilo Elkano de Getaria (el mejor asador de pescados del mundo), como el rodaballo de Getaria, la merluza del Cantábrico o el virrey (palometa roja) asturiano -el auténtico rey del mar-.
Guisos para chuparse los dedos. La mayoría lo hacen con el vasco-catalán de espardeñas, huevo poché y txacolí, o el gaditano-catalán de garbanzos, tripa de bacalao y ortiguillas.
Unos postres al nivel de todo lo anterior -que no es moco de pavo-. A mi entender, los más destacados: el cheesecake de peras y Oporto, el pastel de almendras y el “xuxo” caramelizado acompañado por una crema de carajillo. Y una bodega provista de más 200 interesantísimas referencias.
¿Y el precio justo de este escaparate? No me atrevo, pero es de justicia afirmar que pagaréis menos de lo que vale (precio medio: 50-60€ + bebidas). Por todo ello, las Mareas, la Baja y la Alta, son fenómenos de cine, de altura y, sobre todo, imprescindibles, así que… ¡A jugar!; ¡A beber y a comer!; en definitiva, ¡A vivir!
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