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El arquitecto Mies van der Rohe sostenía que "Dios está en los detalles". Siempre se ha interpretado la cita como un recordatorio de que lo más importante acostumbra a pasar desapercibido y, sin embargo, no hay perfección posible sin observar con delicadeza las cuatro esquinas del lienzo. 'O'Curruncho' hubiese cumplido las expectativas del alemán: una obra de arte escondida en uno de esos rincones de Madrid donde uno solo va a propósito –y siempre regresa–.
Este restaurante más gallego que la ría de Arousa, con clásicos manteles reglamentarios, tiras cómicas de Luis Davila y un retrato –casi– presidencial de Las Dos Marías empezó casi como un punto de fuga y se ha convertido en lugar de peregrinaje para amantes del galleguismo ilustrado en formato gastronómico. Sus propietarios, el matrimonio titánico formado por Chus Carnero y Roberto, son la sala de máquinas. La primera hace salivar a los clientes con una pizarra diminuta que varía constantemente y depende –casi exclusivamente– de las leyes de la lonja y Roberto aplica el adjetivo "casero" con tanta rigurosidad que, si en media hora no sientes que estás en el comedor de tu abuela es, sencillamente, porque te has equivocado de local.
"La idea original era crear una taberna: pulpo con palillos, pimientos de padrón, delicias de merluza y cuatro cositas más. Pero los dos veníamos de restaurante y, de forma natural, ni a mí me salía tirar los palillos en la mesa ni a mi marido montar platos de tasca; así que creamos un monstruo. Y si el cliente reclama una buena merluza a la plancha, no se la vamos a servir en taquitos. Y si la sirves a la plancha, hay que incluir mantel. Y todo fue un círculo vicioso hasta que creamos este concepto", explica Chus, orgullosa de su obra.
O'Curruncho recibe al habitual –es imposible ser forastero– con una espectacular tortilla poco cuajada –como debe ser– y es el prólogo de una mesa sin subterfugios, en un local recién adquirido con más metros cuadrados (el otro era exageradamente diminuto) y en el que existe una despreocupación extrema por eso tan millenial de la hiperdecoración.
No hay lujos ni muebles de diseño. Pero entre semana hay menú y, sobre todo, marisco fresco que atraviesa la península en horas desde la lonja de Cedeira (A Coruña) hasta la calle Fomento. A las tres de la tarde contactan con la pescadería. A las cuatro se envía el material por SEUR y a las 10 de la mañana ya está a escasos metros de los fogones. "Nos evitamos el intermediario, por eso mantenemos unos precios tan competitivos", matiza Chus. Y 'O Curruncho' es eso: calidad suprema a precios extraordinariamente asequibles.
Chus es incapaz de escoger productos favoritos porque una madre nunca elige entre sus hijos, pero señala el pulpo y los chipirones a la plancha como ingredientes infalibles. Nosotros añadimos cualquier crustáceo, los tomates, las croquetas, el arroz con bogavante (por encargo) o el solomillo ibérico con salsa de queso gallego o las croquetas y el vino turbio de Ourense –sencillo e infalible–. Y, tomen nota, en breve incluirán una carne que provocará la lagrimita.
Y, para rematar, las clásicas filloas de crema flambeadas con orujo que Chus sirve mientras recita las primeras frases de O Conxuro da Queimada para alejar sapos e bruxas. Porque habelas, hainas; como los buenos restaurantes camuflados en diminutas calles de Madrid.
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