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Aitor Olabegoya se marchó hace más de una década a Asia después de una intensa carrera, primero a la derecha de Sergi Arola y, después, en solitario. "A seguir aprendiendo de una cocina inabarcable, maravillosa", confiesa. Ahora está "ya casi de vuelta", pero con un pie en aquellos lares, gracias a sus escuelas gastronómicas en la zona y a su condición de asesor de diversos cocineros españoles con restaurantes en China o Taiwán.
Fajado tanto en la alta cocina como en el humo y las luces de la comida callejera, Olabegoya prepara un proyecto en la Ciudad Condal del que aún no puede hablar demasiado ("espero que se concrete pronto") y para empezar el calentamiento, pocos días antes de irse a Washington para apoyar a José Andrés en un acto benéfico, ha abierto una pop-up en Poble Sec, el barrio de moda para los foodies barceloneses.
Poble Sec es ya una meca gastronómica, gracias –sobre todo– al imperio de los hermanos Adrià en el Paral.lel, y Olabegoya se suma a la fiesta con una exhibición de barbacoa japonesa de aspecto y sabor descomunales. No hay carta. Uno entra por la puerta y le dice al chef lo que le apetece (le aconsejamos fervientemente el menú largo). Tienen un sake excelente, cerveza y cava y, si uno quiere arriesgarse, puede hasta pedir un porrón de gin tonic 'Kenobi' preparado in situ por el propio Olabegoya, como prueba definitiva del carácter canalla de la propuesta.
Arranca con un tsukemono, cuatro tipos de encurtidos japoneses: la ensalada de pepino y alga con gelatina, el rábano daikon con sisho, las judías verdes edamame marinadas con sésamo y la ensalada de patata marinada en crudo. Un plato excelente para abrir el apetito antes de que llegue la artillería.
El bombardeo empieza con una espectacular Berenjena escabechada con pollo, miso y alga en tempura (esta última mostrando muy a las claras la impecable técnica del chef) y sigue con un plato de Piparras ligeramente picantes, a menos que te toque una de las que pica. Mejor tener bebida a mano.
Ahora bien, el auténtico motivo para visitar este local temporal, que abre solo hasta el domingo a medianoche, es este: el kushiyaki de nueve brochetas. El cocinero que maneja la barbacoa, Luis Chiang, es el auténtico maestro de ceremonias porque su empeño es bastante más complicado de lo que podría parecer a primera vista.
Empieza con un sabrosísimo Muslo de pollo yakitori al que solo hace falta sacar el hueso para tener una experiencia alucinógena; luego llegan las Alitas con sichimi (espectaculares) y la panceta casera con tomate cherry, una combinación imbatible de producto de primera que hay que comer con cuidado porque es fácil dejarse la lengua en el intento (quema como el infierno).
Le sigue una deliciosa Panceta con enoki (setas) que sorprenderá por presentación y textura, con ese aspecto de medusa al que uno quiere echarle el diente. Hay otra Panceta con seps (setas, de nuevo), para aquellos que quieran contrastar continentes.
Más adelante llegan las Mollejas de pato (exquisitas, con un punto de cocción insuperable), y una carne de wagyu cortesía de una de las mejores compañías de carne del mundo: "Llevo 14 años trabajando con ellos. Tratan a los animales a la perfección y controlan la comida que comen e, incluso, los mataderos. Llevan trabajando las líneas de crianza y la genética desde 1944 y la carne es sencillamente maravillosa".
"Solo hay que metérsela en la boca y cerrar los ojos", dice Olabegoya. Efectivamente, la Brocheta de wagyu sea –probablemente– el mejor plato del menú, de una potencia extraordinaria. Se puede repetir, solo hay que pedirlo (que conste). Para acabar esta etapa del tour, nada mejor que unos pimientos del padrón. Perfectos, huelga decirlo.
Para finiquitar el asunto, otro de esos platos que por sí solo justifican la visita al restaurante: el Arroz con tzukune y albóndigas de pollo. Un plato con carne que se mezcla con una yema de huevo y se trastea con ganas. Una vez mezclado y con la albóndiga al gusto (troceada, machacada o entera) y fusionada con el huevo y un toque de berenjena, este arroz es una auténtica sorpresa para el paladar.
La idea inicial para este local era la de convertirlo en una bar de taiyakis, pero Olabegoya ha querido ir un poco más lejos. "El taiyaki es un gofre de toda la vida que en Asia se sirve de mil modos distintos y que aquí hemos decidido reservar para el postre, sirviéndolo con una vinagreta de fresas". Efectivamente, nada mejor que rematar la cena con el taiyaki: refrescante, ligero y con un matiz ácido.
"Abro solo unos pocos días porque esto es un laboratorio. Estamos engrasando la máquina, probando cosas. Cuando estemos a punto haremos algo más ambicioso pero, de momento, estoy satisfecho con esto", dice Olabegoya, al que acompañan en la aventura la familia Márquez (padre e hijos, propietarios del 'Quimet', el chiringuito de La Boquería) y el mencionado Luis Chiang.
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