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Cada mañana, madre e hijo preparan kilos de pasta. La menta es del huerto del chef, las pasas y las aceitunas llegan de Sicilia; la carta está escrita a mano, en las páginas de un libro que va llenando con los menús del día. Todo depende del mercado, pero hay algo que raramente falla: la pasta alla sarde. Una de las mejores que se puede probar en Barcelona, la más casera de todas las que existen la ciudad, y un auténtico viaje a Italia por la vía más rápida que existe: el paladar.
Peppe Palo llegó a Barcelona hace casi 18 años. Su familia regentaba un restaurante en San Giuseppe Iato, un pueblecito de esos en los que uno puede perderse, en pleno corazón de Sicilia. “Era un restaurante familiar a unos 10 kilómetros de Palermo y es cierto que viendo el trabajo que llevaba jamás pensé que me dedicaría a esto. Lo que sí hice fue irme muy pronto del pueblo: yo era un niño curioso y quería ver mundo”, sonríe Palo, sentado a la mesa del ‘Un’Altra storia’ un poco antes de empezar el servicio. En las paredes del local, y si se presta mucha atención, puede llegarse a intuir el eco de otras cocinas, de otros cocineros que estuvieron allí antes que Peppe. Hace unos años este local lo atendían Margarita y Paco, se llamaba ‘La Florentina’ y se hizo famoso -entre otras muchas cosas- por una tortilla al revés, en cuyo interior escondía una rebanada de pa amb tomaquet con jamón ibérico.
El local es blanco, sencillo y de sus paredes cuelgan retratos familiares, sobre todo de la mamma y del hijo. “Este es un sitio cálido, muy familiar, y en el que caben 30 personas, que es el número con el que yo me puedo manejar bien. Estoy solo en la cocina y Susanna en la sala, así que con 30 nos va bien: no queremos más, con eso tenemos para poder ofrecer la calidad que queríamos”.
Hoy es miércoles y Maria, la madre de Peppe mira desde la barra como su hijo repasa en los fogones la cocina siciliana, desde los entrantes hasta el pescado, siguiendo un camino que ella ya había recorrido antes. “Igual sí es verdad que lo llevaba en los genes, pero lo cierto es que jamás pensé que acabaría en un restaurante. ¿Sabes qué pasó? La primera vez que me vi obligado a trabajar y entré en una cocina, me enamoré profundamente de este mundo. Fue un flechazo, como una droga. Me enganché a este ritmo y nunca he podido dejarlo”, cuenta Palo.
Hace dos años el cocinero tuvo una hija y su madre decidió que quería pasar más tiempo en Barcelona. Desde entonces, ‘Un’Altra Storia’ es cosa de dos: Maria Brusca i Peppe Palo. “Ella quería estar más cerca y a mí me encanta que esté aquí”, confiesa Peppe sobre la presencia de Maria en el restaurante.
La fórmula del establecimiento es cristalina: un menú a 30 euros o comer de carta. Si se va a la carta, basta con tener un poquito de hambre; si se va al menú, es casi mejor no haber desayunado antes -por la noche se repite el modelo-, porque con un aperitivo, tres entrantes, dos segundos y un postre, hay que estar preparado.
Empezamos con una maravillosa caponata con berenjena, apio, cebolla, tomate y aceitunas -“imprescindible que sean con hueso, el sabor es clave”, explica Peppe-, regado con un escabeche sabrosísimo. Es un plato que se come en un santiamén, así que, sin tiempo a pensar en él, llegan las espinacas con salsa de limón, piñón y huevas de trucha. Un plato muy delicado, en el que destaca la suavidad de la salsa y la frescura de la verdura. La sumiller nos recomienda acompañar el menú con un Poggio delle grazie, un vino de Verona a base de pinot grigio, perfecto para la pasta y el pescado. Obviamente, le hacemos caso.
Después llega la fritatta de caciocavallo, un queso clásico italiano muy popular en Calabria y Cerdeña, que brilla en contraposición con la menta, cocida a la perfección. “Quería huir del restaurante italiano comercial, en el que hay treinta tipos de pasta y veinte tipos de salsa. Porque no, tíos, no es esto. Yo creo en el recetario tradicional, pero esto al final también es una casa de comidas y yo me he formado en la cultura gastronómica catalana. Así que ‘Un’Altra Storia’ combina la receta de allí con una base de aquí porque, además, creo que las dos cocinas se parecen mucho”, explica Palo, antes de llegar con dos nuevos platos.
El primero es una perfecta anguila cocinada a baja temperatura y acabada a la brasa, a la que acompaña una salsa de calabaza ligeramente escabechada con textura cercana al puré; el segundo una sepioneta alla bruta, otro guiño a la gastronomía catalana con una receta clásica del Mediterráneo. Un guiso gustoso, donde se utiliza toda la sepia, con un punto crujiente y una salsa magnífica para untar pan.
Y ya ha llegado la hora de las pastas: aparece en la mesa un plato de penne con limón, alcaparras y café. Un plato de contrastes, en el que de un modo singular todos los elementos combinan a la perfección, incluido el café, un ingrediente poco habitual. Sin embargo, cualquier sorpresa que uno pueda experimentar con esa receta se desvanece en cuanto le sirven la pasta alla sarde.
El adjetivo “excepcional” es claramente insuficiente para definir este manjar. “Y eso que no es buena temporada para la sardina”, aclara Palo, que aprovecha para quitarse importancia: “todo es cuestión de tener buen producto”. Hay razones para llevarle la contraria: la perfecta cocción de la pasta, el uso de una alcaparra italiana (dulzona, más grande y sabrosa), y una salsa donde la sardina se convierte en algo espectacular convierten este plato en uno de los mejores ejemplos de cocina siciliana que pueden probarse en Barcelona. Ya no solo siciliana, sino italiana; y no solo uno de los mejores ejemplos: probablemente, el mejor. Un plato inconmensurable.
Finiquitamos el banquete con un mítico cannolo siciliano, servido deconstruido. El sabor de la ricota (leche de oveja), entra en colisión (amistosa) con el barquillo: “Lo servimos así para que sea más fácil de compartir, pero hay clientes que lo quieren entero, sin excusas”. Es un final excelente para una comida casera, sin ningún complejo, ni pretensiones extras. Cocina cercana, de producto siempre fresco: “Estamos en una zona de Barcelona en la que tienes que venir a propósito y necesitas tiempo para hacerlo. Por eso siempre hemos dependido del márketing más difícil, pero también el más efectivo: el de “me ha gustado, lo recomiendo”. Ese márketing de boca a boca es el que nos ha permitido llegar hasta aquí, y después de tres años supongo que ya para quedarnos”, remata Palo, con sonrisa de gato de Cheshire.