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En Cuba es una experiencia social y culinaria entrar a ciertas casas familiares que transforman su sala de estar en un diminuto comedor para los foráneos. Son los "paladares", lugares basados en la gastronomía tradicional, la necesidad de buscarse la vida y la demanda de sabores auténticos por parte de los visitantes. Idénticas características reúne 'El Paladar' zaragozano que regenta el matrimonio hispano-cubano de José Luis Simón y Narelia Soto.
Él como "maître, camarero, jefe de compras, relaciones públicas y lo que haga falta". Y Narelia en los fogones desde el comienzo: "Ya hace siete años de aquello. ¡Qué duro fue!". Primero mostró los sabores de la isla tal cual los aprendió desde niña, mezclando arroz congri y puerco asado, sazonado todo a base de orégano, comino, laurel y ajo como lo había hecho su madre y sus abuelas. Sin embargo, la confianza de la clientela le ha permitido experimentar y adaptar algunos platos a los gustos maños. "Me usa a mí de conejillo de Indias. Me lo da a probar y si me gusta, aparece en la carta", reconoce José Luis.
Así emergió la balsita cubana, donde el plátano frito es la base para una considerable cantidad de ropa vieja y queso fundido. O tiene una versión antillana de los huevos rotos, en los que las patatas se sustituyen por yuca, y el jamón (de Teruel) se acompaña de chicharrones.
Con otro plato evoca su barrio natal. Es la mezcla de masas de cerdo frito con quimbombó, arroces y plátano que ha llamado El Callejón de Hamel, rincón habanero emblemático para los músicos. Por cierto, la música inunda 'El Paladar'. Suena en los altavoces, se visualiza en las fotos de la pared, se toca en los instrumentos integrados en la decoración y hasta se paladea en la carta, donde hay una composición gastronómica ideada por Chucho Valdés.
"Un día vino a cenar acompañado por el grupo de jazz Irakere, y le pregunté: '¿Qué quiere maestro?' 'Mira chico, ponme un platico con vaca frita, tostones, arroz blanco, unas pocas mariquitas y unos trocicos de aguacate. Todo junto'. Desde ese día, en nuestra carta suena el Plato Valdés, nuestro homenaje a ese genio".
Al limeño Christian Thorne, chef y propietario de 'PerúSabor', le encanta decir que en su país no hay restaurante como el suyo, pero… "casi todos los restaurantes de Perú se representan en el mío de Zaragoza". Luego lo explica: "En Perú los antichuchos se venden en las anticucherías callejeras, los ceviches en las cevicherías de la costa, los tamales los fines de semana frente a una panadería, el pollo al carbón es exclusivo de las pollerías. O el lomo saltado hecho en wok y con salsa de soja es propio de los sitios con más influencia oriental".
De todo eso y más hay en la carta de este restaurante que pronto cumplirá 10 años abierto en el barrio de San José. ¡Todo un éxito! Algo que se debe a la calidad de su cocina popular y a la sutil adaptación que ha hecho en los sabores. "Importo los picantes peruanos, como el rocoto o el ají panca, pero suavizó su poderío".
Aún así, una de las notas distintivas del local es respetar la esencia del sabor peruano, "en el nombre del restaurante hago una declaración de intenciones". Para muchos es el mejor ceviche y el más auténtico. Y Christian lo sabe, se enorgullece, no se quita mérito y aconseja: "la clave es el pescado. Yo uso corvina, que no se deshace. Hecha taquitos, se sala, se deja marinar como un cuarto de hora, bien especiada a base de cilantro fresco, rocoto, jengibre fresco picado, pimienta blanca y limón exprimido. Y ya. Y si se prueba y todavía parece muy ácido, aplaca su fuerza con unas gotitas de leche evaporada", aconseja.
Adriana Moreira, porteña, y Celina Willimburg, cordobesa. Ambas argentinas, pero sin contacto alguno entre ellas antes de recalar a orillas del Ebro, donde aterrizaron tras sufrir el riguroso corralito de principios de siglo. Y aunque coincidieron pronto en Zaragoza, tardaron en unirse en una única 'Alma Criolla' hace 3 años. Adriana lo recuerda así: "Es lindo, porque teníamos dos ideas distintas, y surgió esto. Todo convergió en un tercer proyecto diferente, de las dos. Por ejemplo, yo había hecho miles de empanadas en mi pizzería de Buenos Aires, y aquí quería dedicarme a otra cosa. En cambio, mirá, haciendo empanadas y tan feliz".
Es la especialidad del 'Alma Criolla', una veintena de variedades de empanadas, producto social por antonomasia. "Allá no hay reunión familiar o de amigos que no las tenga sobre la mesa. Junto a la pizza argentina, son lo más pedido para llevar". En su local también se recogen para llevar, pero les encanta servirlas en el establecimiento, todo un trocito de Argentina. Desde la decoración gráfica a base de un delicado fileteado porteño ideado por el artista Pablo Vietto, hasta el ambiente musical donde no faltan Fito Páez, Calamaro o los Fabulosos Cadillacs.
Y, por supuesto, está el sabor de las empanadas. Algunas únicas como la de mozzarella con pimientos agridulces, elaborada con una receta especial de una tía de Adriana. Aunque eso sí, los rellenos los hacen casi íntegramente con producto ecológico y de kilómetro cero. La verdura la compran a un pequeño agricultor con huerta a las afueras de la capital o el aceite es de una cooperativa local. Hasta el chorizo criollo es aragonés. Fue Celina la que retó a Ángel, su carnicero de confianza, a que elaborara un chorizo como el que importaban. "Y Ángel, testarudo como buen maño, tras varias intentonas, lo clavó".
También son para llevar o para comer en el local las arepas. "En Venezuela, desayunamos, almorzamos, comemos, merendamos, cenamos arepas, y hasta las recenamos si la noche se alarga. Cualquier hora es buena para comerlas", nos cuenta Maryuri Teresa Urdaneta, la venezolana propietaria de los tres negocios que en los últimos años ha abierto en Zaragoza con el nombre de 'Molarepa'.
¿Por qué? "Porque las arepas son chéveres. Es una sencilla tortica de harina de maíz cortada por la mitad y rellena de lo que tú quieras". Las típicas son de carne mechada, cerdo al horno, con queso, con caraotas –que son los frijoles venezolanos– o con aguacate. Pero entre las opciones del 'Molarepa' hay más combinaciones, hasta veganas o la arepa maña con huevo, queso y bacon. "Una comida bien calórica y que no deja con hambre".
No obstante, Maryuri también hace hincapié en que la arepa no es más que la estrella de la gastronomía de su país. "Hay más platos dignos de conocerse como los tequeños, a base de quesos frito y rebozado con harina de trigo; o la cachapa, que también es una masa con relleno, pero que en este caso hacemos la masa con maíz y leche, por lo que tiene otra textura, mucho menos procesada".
Y como buen local venezolano presume de ofrecer las bebidas habituales del país sudamericano. Está la cerveza importada de marca Polar, y se hacen jugos de frutas tropicales, algunos para tomar solos, pero también para incorporarlos a los cócteles más clásicos, como la guarapita. "Un trago para después de cenar y escuchar nuestra música que va más allá de los ritmos caribeños. Les invito a conocer a Guaco, una histórica orquesta de Maracaibo que siempre suena aquí y anima a nuestros comensales".
Lester Gaitán piensa que definitivamente sí valió la pena montar el modesto restaurante que hoy posee en Zaragoza. Valió la pena una vida en cocinas y restaurantes de su Nicaragua natal, de Costa Rica, México y Estados Unidos para por fin tener su negocio. Eso sí, en la vieja España, donde lleva siete años mostrando la cocina más típica de su país.
"Mientras otros sitios nicaragüenses o centroamericanos tienen en la pared una enorme bandera de la nación y poco más, yo me dedico a mostrar la cultura de mi tierra con nuestra comida. Yo y toda mi familia, porque todos trabajamos en el negocio". De esta manera elaboran numerosas y económicas raciones de gallopinto, o sea, arroz y frijoles revueltos; o pasan mucho tiempo al calor del horno de brasas para asar los kilos y kilos de carne que componen sus famosas raciones de caballo bayo. "Ojo, en Nicaragua no comemos caballos. Estas fuentes tienen carne de res, chancho, chicharrones, yuca, tortillas, tajadas, queso, arroz, frijoles, aguacate y ensalada".
Lester es un enamorado de la gastronomía y cultura de su pueblo, de hecho, es vicepresidente del colectivo nicaragüense en Aragón, "compuesto por 8.000 compatriotas". Además, es un emprendedor nato, que no se cansa de presentar a su país de múltiples modos. Tiene una faceta de promotor musical y ha traído desde su país a distintos grupos folklóricos y artistas a España. "Por ejemplo, a Carlos Mejía Godoy. Sí, el de los perjumenes de mujer que sulibellan. Un buen tipo". Y para recordar que esa celebridad nicaragüense comió en su austero local, saca una botella de ron Flor de Caña Gran Reserva. El mismo licor que aparece en alguna canción de Bunbury, el aragonés errante y latino por definición. Una muestra más de los muchos vínculos que unen a la ciudad del Pilar con lejanos lugares situados al otro lado del charco.
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