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Con un local situado en las entrañas del 'Hotel Claris', que mezcla la estética moderna con un matiz tradicional, el 'Mr Kao' (Calle de Valencia, 271) es uno de esos chinos que trasciende la cocina del país para convertirse en un placer gastronómico en cualquier idioma.
La perfección de su pato Pekín, crujiente, delicado y servido con tortitas y un surtido de verduras es difícil de definir (el ritual de servicio ya es un espectáculo en sí mismo) mientras que el har gao de langostino y el jiao zi de ternera a la plancha con compota de fruta son dos de las especialidades de la casa que nunca fallan.
Tampoco fallan las judías de Kenia con pollo, los fideos con verduras, huevo poché y trufa fresca y los deliciosos rollos nem vietnamita con menta fresca y lechuga fresca.
En la planta baja del local, de luz tenue y tonos oscuros, uno puede degustar cocktails y un buen surtido de tapas mientras que arriba se encuentra el restaurante. Puestos a recomendar –Pato Pekin aparte–, que nadie se vaya sin probar los rollitos de chocolate con plátano: un colofón magnífico para una cena de primera clase.
'Enoteca' es la gran apuesta del 'Hotel Arts' por la gastronomía de altos vuelos. Con dos Soles Repsol y bajo la batuta del chef Paco Pérez, este restaurante con terraza propia se especializa en los sabores mediterráneos, con un pescado que hace honor a la cercanía del hotel al mar: delicioso lenguado meunière y estupendas las ostras a modo de ceviche.
Muy sorprendentes el morralet en pétalo de cebolla y la flauta de cap i pota. Lo primero, una sepia de pequeñas dimensiones y gusto explosivo, y lo segundo, una divertida variación de raíz local de los callos de toda la vida.
Otros platos como les espardenyes con carbonara o el parmentier de calamares, champiñones y trufa son, simplemente, ejemplos de lo bien que marinan la cocina conceptual y la buena materia prima cuando se conjugan de forma correcta. Si uno quiere darse un capricho, siempre puede recurrir a la carta de champanes, seguramente la más amplia y trabajada de la Ciudad Condal.
El 'Yurbban', un hotel que siempre ha apostado por una versión fresca y dinámica de la restauración, es una de esas apuestas seguras sin que a uno le tiemble la cartera.
En verano, y con terraza de por medio (aunque si el calor aprieta siempre se puede apostar por el interior), este local de 'Trafalgar' es ideal para tirar de clásicos: vermú, sangría, cerveza bien fría, combinados con tortillas de camarones, mini-hamburguesas de lentejas (un hallazgo magnífico), potentísimas croquetas y arroces en formato individual (el arroz de espárrago con magret de pato es altamente recomendable), además de un steak tartar particularmente logrado y un magnífico cochinillo con manzana asada.
Con una clientela mayoritariamente joven y una cocina abierta hasta la medianoche, 'Trafalgar by Casa Lolea' (como se ha dado en llamar a la propuesta) es uno de los lugares más transitados de la noche barcelonesa, alejado además de los circuitos masificados y –quién lo diría– ideal para desconectar.
En las tripas de la 'Casa Bonay' (el muy de moda hotel barcelonés, refugio de la modernidad barcelonesa de nuevo cuño) se esconde el restaurante del chef Estanislao Carenzo, un establecimiento de corte moderno que rinde homenaje a la cocina del sureste asiático, con un fuerte tirón hacía lo vietnamita y que ya se ha convertido en un local de referencia para los amantes de las gastronomías exóticas.
Platos como el Nem ram, (rollitos de cerdo con cilantro) el magnífico curry con albóndigas y una –delicadísima– salsa picante o el pescado cantonés, cocinado al vapor, con un acompañamiento de mejillones y verduras, son ya clásicos de la casa, en una carta que destaca por su versatilidad y en la que resalta el uso de excelente materia prima local.
Además, al mediodía hay menú y la situación de hotel (a pocos minutos del passeig de Gràcia) lo hace ideal para aquellos que deseen comer con un toque distinto, asequible y sin tener que huir del centro.