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Venecia es, tiramisú se llama, y sus ingredientes se cantan tal que así:
“Leche, cacao, avellanas y azúcar…” ¡Qué lapsus!
“Mascarpone, huevos, azúcar, melindros, café, Amaretto y cacao…” Ahora sí.
Pero si para prepararlo tenéis menos destreza que Eduardo Manostijeras para el patchwork, he aquí cuatro de los restaurantes italianos de Barcelona que mejores tiramisús, y otras delicias transalpinas, sirven.
En lo alto del barrio del Poble Sec, los hermanos Colombo regentan el que, seguramente, es el restaurante que ofrece la más alta gastronomía italiana de la ciudad. Stefano y Max son venecianos de la cabeza a los pies y, por ello, en su Xemei el ambiente nunca falta ni tampoco recetas del Véneto. Todas son suculentas, pero de León de Oro son el bacalao mantecato (una suerte de brandada ligerísima), la caballa en escabeche, la tripa de bacalao a la parmigiana, el arroz cremoso de tuétano, el risotto de espárragos verdes, los hígados de ternera a la veneciana y, sobre todo, los espaguetis al nero di seppia y, por supuesto, el tiramisú. Mención especial merece también su carta de vinos repleta de vinos naturales y biodinámicos. Tenía que notarse que los Colombo regentan uno de los mejores bares de vinos de Barcelona (Bar Brutal).
De pequeño Massimo debía ser de esos suertudos niños a los que le daban dos pues, en unos días, a su homónimo restaurante del barrio de Sant Gervasi se unirá otro en el corazón de Sarrià. ¿Hará buena la dicha “no hay dos sin tres”?
Nunca será tarde si la dicha es buena, como buenísimas están sus croquetas de gorgonzola y nueces, su queso stracciatella (la hermana guapa de la burrata) con tomate asado a las hierbas, su berenjena a la parmigiana, su vitelo tonnato, sus linguine con almejas y botarga o su panna cotta. Aunque, para repetir y repetir y repetir están sus pacceri con ragú de rabo de buey y su ortodoxo tiramisú. Por cierto, viendo cómo van las obras del restaurante de Sarrià, puede que éste llegue a ser más bello y acogedor que su hermano mayor.
Si la taberna veneciana de Pablo Rodríguez, Alfredo Rodolfi y Maurizio de Vei, con Marco Filippon a cargo de los fogones, es vecina de la Boqueria, sería de necios, y ellos no tienen ni un pelo de tontos, que ésta no fuese una casa de comidas en la que el mercado es lo primero.
El mercado son los colores, el imaginario gastronómico del Véneto la inspiración, el pincel ya lo conocemos, para lienzos, platos, y para obras de arte sus passatelli con boletus y rúcola (si es temporada, y ahora lo es, suman la trufa negra a la fiesta), sus papardelle con ragú de pescados y moluscos, sus raviolis de scamorza, radicchio y espinacas, o su ossobucco. Y aunque el producto de temporada condiciona, y mucho, la carta del restaurante Bacaro, hay platos genuinamente venecianos como sus sardinas in saor (un seudo-escabeche) con pasas y cebolla, su hígado de ternera encebollado y acompañado con polenta o su tiramisú que nunca faltan ni fallan.
El matrimonio Nicoletta Acerbi y Toni Pol -sus nombres los delatan y marcan su restaurante- es el alma de esta casa de comidas ítalo-catalana, y Paolo Mangianti es el joven pero talentoso cocinero en el que han confiado para dar cuerpo a su sueño. El sueño de una fotógrafa que ha volcado en la carta de su restaurante todo el poso de la riquísima tradición culinaria italiana que durante tantos años mamó, y de un curtido restaurador por cuenta ajena que se dio cuenta que, muchas veces, menos es más, y que ahora ejerce de magnífico oste(anfitrión). Un sueño que será compartido y del que no querréis despertar si sucumbís a su aperitivo de la casa (vermut de Casa Mariol con pimienta y un shotde ginebra), sus rocas de Parmigiano Reggiano DOP de 24 meses con lágrimas de aceto viejo de Módena, su croqueta de polenta, queso de vaca del Ripollés, mermelada de pimiento rojo y ricota ahumada, su tatin de cebolla confitada, queso stracciatella y pimienta rosa, sus pappardelle con ragú de conejo feliz (como mínimo, eco y de Km.0) o su liebre con polenta, vainilla y remolacha. Pero como los sueños, sueños son, toca despertar, y para hacerlo nada mejor que de forma dulce, al estilo de Toni, con una crema catalana, o al de Paolo, con su tiramisú.
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